Ellos crean, innovan, diferencian, hacen uso adecuado de canales de comercialización, investigan, y, en definitiva, son exportadores de verdad.
Tan solo una década atrás Antioquia exportó casi 700 millones de dólares en prendas de vestir (el país un total de 841 millones), cifra que entonces permitía presagiar un gran futuro para ese sector, principalmente porque estábamos con un tratado de libre comercio ad portas con Estados Unidos, el mayor comprador mundial de vestuario, y de muchos otros tratados que según el Gobierno y los gremios posicionarían a Colombia entre los países ganadores por la globalización comercial. Ese gran optimismo no era infundado pues se soportaba en la historia de las confecciones colombianas y de su presencia y comportamiento internacional; en la existencia de grandes compañías productoras y exportadoras como El Cid -que cerró sus puertas en el 2010- y Vestimundo; en la identificación cierta de un clúster gracias a la presencia de importantísimas textileras centenarias como Coltejer y Fabricato, y de fabricantes de insumos y todo tipo de accesorios vinculados con la producción del gran sector. Muchos incluso dejaron de preocuparse en esa época por la competencia de China o Bangladesh, pues las noticias del sector eran alentadoras, y mucho más las que provenían después de cada versión de las ferias ColombiaModa y ColombiaTex, anunciando, como todavía lo hacen, millonarios contratos de exportación, lamentablemente inexistentes.
Escuelas de diseños de moda, municipios como Don Matías confeccionando para las más encopetadas empresas de Medellín, cientos de viajeros visitando las grandes ferias de Igedo, o el Pret-a-Porter de Paris, y las supermodelos paisas brillando en pasarelas como si cada uno de sus sensuales pasos anunciaran la conquista mundial de este criollo sector al que algunos ingenuos, o mentirosos, llegaron a calificar como de "clase mundial". Pero como dice una popular canción, "todo se derrumbó", y las confecciones colombianas empezaron a desaparecer del escenario mundial de la moda, quizás exagerada forma de decirlo, porque moda propiamente dicha nunca exportamos ya que nuestras empresas se convirtieron en una especie de sastrerías grandes que reciben telas e hilos, para luego devolver a sus proveedores como vestidos o pantalones, cobrando por el tiempo invertido en esa tarea.
Antioquia exporta ahora un poco más de 230 millones de dólares, y muchos aseguran que no somos competitivos por revaluación, mientras otros afirman que no tenemos nada que hacer si tratamos de competir con los asiáticos. Tan cierto es eso, que la mayoría de países latinoamericanos han resultado damnificados por esa dura competencia de precios, aunque algunos mantienen cifras relativamente importantes de exportaciones, como México, con 4.000 millones de dólares, y El Salvador y Nicaragua, que exportaron el año anterior 1.400 y 1.300 millones, respectivamente. Sin embargo, y curiosamente, no sufren por la competencia asiática países de altos costos de mano de obra como Alemania e Italia, cuyas exportaciones en los últimos años han registrado leves crecimientos en vez de descender, posicionados ambos con 23.000 millones de dólares en el mercado mundial; tampoco sufre España, cuna y domicilio del mayor exportador mundial de ropa, Inditex-Zara, que exporta 15.000 millones. La diferencia de estos tres países con Colombia es clara: ellos venden prendas de vestir, no únicamente el valor del trabajo de sus operarias; no compiten con ropa barata; diseñan, crean, innovan, diferencian, hacen uso adecuado de canales de comercialización, investigan, y, en definitiva, son exportadores de verdad. Y por no saber entender esa diferencia, en Colombia vemos desaparecer miles de empleos de la industria de la confección, aunque en parte, hay que reconocerlo, por el contrabando y el incremento de las importaciones, pero principalmente, porque lo aprendido por nuestros empresarios de ayer fue olvidado por los de hoy, porque curiosamente para exportar, la Cámara de Comercio de Medellín, y la Alcaldía de la ciudad contratan a Inexmoda, que no sabe cómo hacerlo, como si lo saben, por ejemplo, los peruanos, que ya se acercan a mil millones de dólares en ventas externas de prendas, además de sus ventas textileras.
Ahora bien, para agravar la situación del sector, las importaciones colombianas de ropa el año anterior sumaron 671 millones de dólares, de los cuales la mitad corresponde a las “finísimas” prendas chinas que Usted puede adquirir en Falabella y Éxito, entre otros importantes sitios comerciales del país. Donde sí conviven competitivamente las prendas de vestir paisas y las chinas es en el hermoso sitio conocido como “el hueco”, una especie de exposición gigante de la reciente pujanza industrial de nuestra región.