La reforma tributaria agudiza la desigualdad

Autor: José Hilario López
8 enero de 2020 - 12:00 AM

Con la nueva ley tributaria los impuestos a la renta de las grandes empresas establecidas en Colombia reducirán progresivamente la anterior tarifa del 33% al 30% en tres años, generando un gran hueco fiscal.

Medellín

El nuevo libro de Thomas Piketty titulado “Capital e ideología”, cuya primera edición acaba de llegar al país, debió haber sido conocido por el ministro Alberto Carrasquilla cuando el pasado noviembre presentó al Congreso Nacional el proyecto de reforma tributaria, mal llamada ley de crecimiento económico. La ley que ya entró en vigencia supone, contra toda evidencia nacional e internacional, que mientras menos impuestos paguen las empresas mayores serán la inversión y el crecimiento. Lo cierto es que el aumento del desempleo en nuestro país durante 2019 bajo la vigencia  Ley 1943 de 2018, similar a la nueva reforma tributaria que ahora se nos impuso, muestra que la realidad es muy otra. Esta misma situación la evidencia Piketty, cuando analiza la historia de la desigualdad versus la progresividad de los impuestos durante el Siglo XX y las primera dos décadas de la presente centuria en Estados Unidos, Europa, India y China.

Con la nueva ley tributaria los impuestos a la renta de las grandes empresas establecidas en Colombia reducirán progresivamente la anterior tarifa del 33% al 30% en tres años, generando un gran hueco fiscal. Adicionalmente el impuesto a los dividendos se reduce del 15 % al 10 % para, según el Gobierno Nacional, revitalizar el mercado accionario, pero agravando el faltante fiscal. Tal como lo afirma Salomón Kalmanovitz, desde todo punto de vista es inequitativo que los accionistas de las empresas paguen menos impuestos que los trabajadores que alcanzan a devengar $4,7 millones al mes y por otro aspecto, los patrimonios hasta de $5.000 millones no pagarán ningún impuesto a la riqueza.

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La malhadada reforma no solo aumentará la inequidad del sistema, sino que  al recortar el recaudo fiscal hará necesaria otra reforma tributaria en 2021 o un severo ajuste del gasto que congele la inversión pública, deteriore el presupuesto de la educación y de la salud, y reduzca las transferencias a los departamentos y municipios. ¡Mira Pedro como estamos, y tú cortando orejas!

La desigualdad en el mundo no es económica o tecnológica: es ideológica y política, tal es la conclusión más destacable de la investigación que se presenta  en el  libro que estoy comentando. Mas explícitamente, lo dice Piketty: “el mercado, y la competencia, los beneficios (tributarios) y los salarios, el capital y la deuda, los trabajadores calificados y no calificados, los nacionales y los extranjeros, los paraísos fiscales no existen como tales. Son construcciones sociales históricas que dependen completamente del sistema legal, fiscal, educativo y político que decidimos establecer”. Todo esto confirma que la inequidad en nuestras sociedades es una situación impuesta políticamente, de ninguna manera relacionada con la ley natural, como algunos pretenden hacernos creer.  

Veamos en más detalle algunos apartes de la evolución de la desigualdad en el mundo. Aunque es indudable el progreso, como agregado global-en términos de sanidad, educación y poder adquisitivo-alcanzado a partir de la Revolución Industrial, allí se esconden inmensas desigualdades y debilidades del sistema. Por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil en el tercer mundo llega a ser hasta cien veces superior a lo que se registra en los países ricos y lo mismo sucede con el ingreso per cápita de los países desarrollados que supera los 3.000 y 4.000 euros al mes, contra apenas 100-200 euros en los países pobres.  Estas desigualdades se ha agudizado a partir de la década de 1990, uno de los hechos socioeconómicos más preocupantes en la actualidad, lo que significa que es bien difícil encontrar soluciones al cambio climático y a las migraciones masivas, sin antes construir un sistema de justicia económica y social.

Empecemos por examinar la evolución del indicador más simple de la inequidad, como es la participación del denominado decil superior (el 10% de la población con mayores ingresos) en la renta total en diferentes países del mundo. Para el caso hipotético de igualdad absoluta este 10% debería poseer sólo el 10% de la riqueza y en la desigualdad absoluta el 100%. El decil superior se ha incrementado en las últimas décadas, tal como se muestra en India, Estados Unidos, Rusia, China y Europa, con saltos que van desde un 26-34% en 1980 hasta niveles por encima del 45% en 2018 en casos como India, Rusia y EEUU. Esto contrasta con la fase igualitaria que tuvieron estas mismas regiones en el periodo 1950-1980, tanto en los estados comunistas de la Unión Soviética y China como en los regímenes socialdemócratas de Europa, y de alguna manera en India y Estados Unidos. En Colombia la situación de inequidad es mucho más alarmante: la fracción más rica del país, que representa sólo el 20% de la población, se apropia del 55,7% del ingreso nacional, mientras el 20% de la población más pobre recibe apenas el 3,9% del mismo ingreso, lo que nos marca como el segundo país más inequitativo de América Latina y el séptimo en el mundo. Visto bajo otro ángulo, el 10% de los hogares colombianos más ricos tiene un ingreso promedio mensual de $8,8 millones, 34  veces más que lo que reciben los hogares más pobres.

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Siguiendo a Pikrtty veamos la relación entre el régimen tributario y la inequidad. Con el derrumbamiento del colonialismo en el Siglo XX se produjo una gran transformación de la estructura de la desigualdad en los países de Europa Occidental, que antes de la Primera Guerra eran más desiguales que EEUU, al optar por un régimen impositivo progresivo sobre la renta y sobre las herencias, a lo cual se sumaron algunas reformas sociales. Es así como en la década 1900-1910 el decil superior en el viejo continente era del 50% y entre 1950 y 1980 se había reducido al 28% y todavía en la presente década se mantiene en un 36%, todo lo contrario de EEUU donde hoy se registra un 48% para el decil superior.

Entre 1932 y 1980 las tarifas impositivas a las grandes rentas en EEUU y en Inglaterra  superaron el 80%, mientras que en Francia y Alemania se mantuvieron por el orden del 60%, lo que permitió reducir de manera significativa la desigualdad, sin que esto haya detenido el crecimiento económico en ninguno de estos países. Pero en la década de los 80 llegó el neoliberalismo y con ello el consecuente incremento de la desigualad, principalmente en EEUU, sin que se haya producido el esperado incremento en el  crecimiento económico.

Los defensores del sistema neoliberal argumentan que a partir de 1980 el 50% de la población más pobre del mundo ha mejorado el poder adquisitivo, aunque muy por debajo de lo acumulado por el 1% más rico, pero omiten reconocer que las que sí han tenido un crecimiento mediocre son las rentas intermedias. En resumen, las desigualdades entre los estratos bajos y la clase media se han acortado, pero han aumentado los abismos entre esta última y la clase alta.

No creo equivocarme en considerar que una de las causas principales de las protestas sociales en Colombia y en otros países latinoamericanos, radica en los temores de la clase media de perder los logros obtenidos en la pasada década, gracias al boom de las commodities. El futuro es incierto para las grandes masas de la población y los que más se van a ver afectados son los jóvenes, que enhorabuena empiezan a participar en política, como se demostró claramente con las protestas estudiantes del año pasado por una mejor calidad de la educación, así como su activa participación en el Paro Nacional y con el aporte a la elección, entre otros, del actual alcalde de Medellín.

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