No sólo los grupos que él con desprecio denomina izquierdosos multiplican hoy la resistencia a una enmienda constitucional tan disolvente como innecesaria.
Más de cien mil personas- judíos, drusos, árabes y cristianos- se han reunido la noche del último sábado en la Plaza Itzhack Rabin de Tel Aviv con un mancomunado propósito: protestar contra el rumbo estrechamente nacionalista y antidemocrático que hoy obsesiona al Primer Ministro israelí. Sus afiebradas gestiones dirigidas a cancelar y diluir este masivo pronunciamiento fracasaron; circunstancia que explica, al menos en parte, el aplazamiento de su programada visita a Colombia.
Lea también: Israel hacia una democracia totalitaria
No sólo los grupos que él con desprecio denomina izquierdosos multiplican hoy la resistencia a una enmienda constitucional tan disolvente como innecesaria. Su propósito es innegable: proclamar el carácter absolutamente judío del Estado y el hebreo como el único idioma oficial y válido del país. Dos principios aprobados por delgada mayoría por el Parlamento – 62 contra 58 – que implica una torcida victoria a la coalición encabezada por Netanyahu y – en particular- a los fundamentalismos nacionalistas y religiosos que hoy norman su gobierno.
El carácter injusto y discriminatorio de este principio constitucional ofende no sólo a buena parte de la ciudadanía judía que adhiere sin reservas a la praxis democrática, incluyendo los derechos de los ciudadanos para escoger el género sexual y el modo de vida que prefieran. Perturba también a la amplia minoría árabe-israelí – casi la cuarta parte de la población- y a los ciudadanos con filiación cristiana y drusa (un cinco por ciento). Y en filoso contraste, beneficia y premia- sin justicia alguna- a la ortodoxia religiosa que apenas contribuye a la economía y a la defensa del país.
Esta tendencia animada por el gobierno de Netanyahu ha suscitado múltiples protestas en las últimas semanas, desde el director de orquesta Daniel Barenboim ("me avergüenzo de ser israelí ") al propio Presidente Reuvén Rivlin ("si el Parlamento me obliga firmaré en árabe"). Y en este contexto la minoría drusa resolvió multiplicar y dar a conocer su vehemente protesta.
Con justificadas razones. Se trata de un público que aporta sustancialmente a la defensa y a la economía del país. Sin renunciar a la singularidad étnica y religiosa que lo distingue en Israel como en otros países, la juventud drusa se inserta en los más altos puestos de la defensa militar y de los servicios de inteligencia de Israel. Su dominio del árabe y su bien probada lealtad facilitan esta circunstancia. Sin embargo, el gobierno de Netanyahu, con esta legislación, se inclina a ignorar este indisputable hecho.
La muchedumbre –casi cien mil– que se reunió este sábado en la Plaza que lleva el nombre de un personaje cuyo asesinato se justificó por doctrinas judías fundamentalistas proclamó un NO a los principios legislativos que el gobierno de Netanyahu hoy intenta imponer. Tomaron parte decenas de miles de drusos al lado de ciudadanos judíos que por sus conocidas trayectorias en la defensa del país saben la calidad del aporte y de la lealtad de esta minoría.
Lo invitamos a leer: A los fanáticos ¡Salud! Amos Oz
En los próximos días se sabrá la postura de Netanyahu. Dos posibilidades: corregir sustancialmente tendencias y actitudes que lesionan el carácter democrático de Israel o continuar en un sendero discriminatorio y excluyente que habrá de fortalecer un opresivo fundamentalismo nacional y religioso en Israel.