La protesta social como derecho a la esperanza

Autor: José Hilario López
27 noviembre de 2019 - 12:00 AM

La esperanza es la gran experiencia transformadora de nuestras vidas, el compromiso con la defensa de la vida digna en lo individual y colectivo, realizable en el ahora.

Medellín

Hasta que nos llegó  el turno de las masivas protestas sociales, que se propagan como una ola indetenible por el mundo y Colombia no podría estar inmune. Cuando el Gobierno Nacional y muchos analistas consideran que la agitación social y las masivas protestas no tienen una motivación clara, están desconociendo hechos tozudos de la realidad social y económica del país, como los que genera  la inequidad en la distribución del ingreso nacional. Según cifras del Banco Mundial, la fracción más rica del país, que representa sólo el 20% de la población se apropia del 55,7% del ingreso nacional, mientras el 20% de la población más pobre recibe apenas el 3,9 del mismo ingreso, lo que significa que seamos uno de los países más inequitativos del mundo, lo que conlleva dos graves situaciones: En primer lograr, marginamiento  de estos sectores populares y desaprovechamiento de la capacidad productiva de una quinta parte de la población, donde se concentran el desempleo, el subempleo y los salarios más bajos; en segundo lugar el acaparamiento del poder político y de la institucionalidad en beneficio de los más ricos.

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Como si esto no fuera suficiente para considerar como “causa objetiva” del malestar generalizado y de la protesta social, hay otros elementos que es imposible desconocer, tal como se mostrará a continuación. Mucho menos se puede aceptar la renuncia al derecho a la esperanza, aspiración natural de todo ser humano que lo impulsa a revelarse contra situaciones hostiles que desvalorizan su calidad de vida, y a buscar como demoler las barreras que le impiden avanzar hacia una existencia digna.

Empiezo con un texto que acaba de circular en las redes el abogado y analista social Guillermo Carmona, titulado “Cultura de la protesta social”, donde nos convoca a protestar, de manera pacífica, contra la bajas calidades de la educación y del sistema de salud, los problemas de movilidad en las grandes ciudades y deterioro progresivo de los ecosistemas, la corrupción, la impunidad y la pobre gestión de los organismos de control; así como a manifestarnos contra la funesta influencia del narcotráfico en la vida nacional, la minería ilegal, el contrabando, el secuestro, el reclutamiento de niños para la guerra, las monstruosas acciones de la guerrilla y del paramilitarismo y la delincuencia organizada. A esto habría que agregar la renuencia del Gobierno Nacional en la implementación del Acuerdo de Paz y a abrir nuevos espacios de negociación con el ELN. La lista sería interminable.

Sigo con un corto comentario a la interesante tesis del joven filósofo Andrés Esteban Acosta Zapata titulada “La esperanza necesaria: fracaso, sentido de la vida y utopía”. Por razones de pertinencia y espacio aquí sólo podré referirme a la esperanza, entendida como el impulso vital que fundamenta el esfuerzo incansable del ser humano, por construir su vida en torno a los más nobles fines para sí mismo y para su comunidad. Es así como hasta la misma teología judeocristiana utiliza el trasfondo de la esperanza como elemento estructurante de la fe y la historia, a su vez, funda allí mismo el elemento dinamizador del cambio social. La esperanza: un inalienable e imprescriptible derecho del hombre, diría un abogado o defensor de derechos humanos.

No sólo se trata de esperar que de manera gratuita surja un mundo mejor, ya que, como la libertad, la justicia y demás derechos humanos, la equidad es una conquista que se logra mediante la acción política, uno de cuyos instrumentos más eficaces es la protesta social, en un proceso de logros acumulativos y de mejoramiento continuo. La pregunta por el futuro es inherente a la condición humana, que siempre está buscando como construir escenarios que le permitan nuevas oportunidades de realización para su existencia, de convivencia con los otros y con su entorno natural. Así concebida, la esperanza es la gran experiencia transformadora de nuestras vidas, el compromiso con la defensa de la vida digna en lo individual y colectivo, realizable en el ahora.

Según Ernest Boch (citado por Acosta) “Cuidar el cuerpo social es una misión política que exige una crítica implacable contra el sistema de relaciones que trata a las personas como cosas y le niega el acceso a los commons” (así definidos los bienes comunes a los seres humanos, tales como la tierra, el agua, la salud, la vivienda, la cultura, el aire limpio..). Aquí surge el concepto de enajenación como extrañamiento humano e imposibilidad de ligazón con los demás, con la naturaleza y aún consigo mismo: el individuo reducido a cosa de la cual se puede prescindir.     

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La espera es pues una disposición básica que se manifiesta en cada instante de la existencia, como lazo que nos vincula con el mundo. La fórmula puede expresarse de los siguientes términos: porque esperamos algo actuamos, establecemos relación con las cosas y los demás seres vivos; porque esperamos nos proyectamos, nos hacemos a una idea sobre lo que podríamos llegar a ser. Todo individuo al estar insertado en el mundo, espera establecer un determinado tipo de relación de su propia existencia y con su entorno. Pero es en la proyección, que va más allá de la mera consideración de lo inmediato, como lo es su familia, donde se abre el campo de la esperanza. Aquí ya no se habla de una mera disposición del ser humano: el marco conceptual es diferente, se trata de propiciar el mañana a través de un determinado contenido construido en el presente. ¿Qué es entonces lo que podemos esperar del futuro? El futuro es la posibilidad que se le abre al ser humano, es el vacío que exige ser llenado de posibilidades y logros conquistados mediante su accionar en la lucha social y política.

Si la esperanza es la pregunta que no es posible dejar de lado debido a la necesidad del ser humano de proyectarse como compromiso siempre presente, lo cual implica cuestionar y cambiar toda situación que genere deterioro de la vida. Es aquí donde se concreta la acción en el espacio público-político que, según Hannah Arendt, es la esencia de la vida social del hombre,  actor que hace historia y al mismo tiempo es historia.

Esperanza es, en resumen, pensamiento y acción orientados a transformar el mundo de la injusticia y de la inequidad. Transformar el mundo es el imperativo que surge del sufrimiento y de la alienación, de las condiciones indignas de la existencia a que estamos sometidos.

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Comentarios:

Hector
Hector
2019-11-27 11:48:16
La conquista de la esperanza debe partir de la posibilidad que el gobierno en sus tres ramas del poder decida erradicar la fuente que construye la desesperanza "LA CORRUPCIÓN"
Luis Norberto
Luis Norberto
2019-11-27 10:57:06
Muy buen artículo, verdades de apuño que hay que expresar...!!!

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