Todo acto de corrupción, ocurra en el escenario que ocurra, debe ser combatido, por la sencilla razón de que no hay ningún mecanismo de corrupción que pueda ser justificado.
Casi dos años y medio después del operativo que la policía suiza protagonizó en un hotel de Zurich, donde se desarrollaba el Congreso de la Fifa, el 27 de mayo de 2015, para arrestar a siete jerarcas del fútbol mundial por solicitud de la justicia de los Estados Unidos, se han empezado a conocer los detalles de filigrana detrás del proceso denominado Fifagate, que dejó al descubierto el complejo entramado de corrupción que por años movió los engranajes del deporte más popular del planeta.
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Si bien fueron más de 40 dirigentes y tres empresas los vinculados a un proceso en el que se habrían cometido 92 delitos y se habrían pagado más de 200 millones de dólares en sobornos, actualmente permanecen vinculadas 24 personas de las cuales tres, el exjefe del fútbol brasileño José María Marín, el exjefe del fútbol peruano Manuel Burga y el expresidente de la Conmebol y ex vicepresidente de la Fifa, el paraguayo Juan Ángel Napout, afrontan un juicio en una corte de Nueva York puesto que insisten en su inocencia, a diferencia de los restantes 24, quienes se declararon culpables.
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Entre los numerosos testimonios dados en los últimos días, se conoció el del expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Luis Bedoya, quien espera sentencia después de aceptar los delitos de asociación ilícita para delinquir y conspiración para cometer fraude. Dentro de lo relatado, dejó en evidencia que a él y a varios de sus colegas suramericanos, se les ofreció dinero para apoyar la candidatura de Catar para ser sede del Mundial de 2022; para otorgar los derechos de televisión de la Copa América de 2010 y hasta para incidir en la elección del proveedor de la indumentaria de la selección Colombia.
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No vamos a entrar en los detalles sobre estos hechos, de los cuáles hemos dado cuenta en nuestras secciones informativas de la web y de nuestros impresos, pues de lo que se trata aquí es de destacar que un proceso tan complejo, con tantos intereses de por medio, ha avanzado a paso seguro, dejando ver la cara más amarga de este deporte.
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No nos cabe duda, como lo mencionamos en su momento en estas líneas, que el hecho de que hubiera sido la justicia de los Estados Unidos la que se puso al frente de las investigaciones (porque algunos de los delitos se cometieron en su suelo o mediante canales bancarios de ese país) facilitó que las cosas no se hubieran echado al olvido tras el escándalo mediático, sino que se estén empezando a ver los resultados de las investigaciones, cuya mayor lección debe ser que todo acto de corrupción, ocurra en el escenario que ocurra, debe ser combatido, por la sencilla razón de que no hay ningún mecanismo de corrupción que pueda ser justificado.
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Confiamos plenamente en que este proceso, que todavía puede ser largo por el juicio en desarrollo y las nuevas revelaciones que se han conocido, llegará a buen puerto con la misma firmeza con que ha avanzado hasta ahora. Y hacemos votos para que este, que ya es emblemático de la justicia internacional, no sea el único caso que arroja resultados, sino que los mismos lleguen a procesos que hasta ahora, al parecer, no han recibido la misma atención mediática, como los Papeles del Paraíso, cuyos protagonistas han sido excusados en muchos casos por los mismos medios.