La pena de muerte y el aborto, preocupantes dilemas sociales

Autor: Héctor Jaime Guerra León
26 febrero de 2020 - 12:00 AM

Son medidas de choque extremas y angustiosas que lo único que sí dejan claro es la notable incapacidad de la institucionalidad, para brindar respuestas eficaces a la gran cantidad de flagelos y delitos que implacablemente invaden nuestra sociedad.

Medellín

Inmensos han sido los debates- inclusive enfrentamientos ideológicos y políticos que se han generado en nuestro país a causa de dos asuntos que han ocupado la atención de la opinión pública y, especialmente, de los movimientos sociales que han asumido su defensa o acusación, al considerar que son o no la curación a los males que pretenden solucionarse con su implementación, el aborto y la pena de muerte.

No cabe la más mínima duda de que hay grandes y horrendos desafíos delincuenciales que lo único que pudiera suprimirlos definitivamente del ámbito social sería el exterminio de su causa primigenia- autoría material, como se hacía en el pasado en algunas naciones, que frente a ciertos tipos de crímenes, se mataba o se desterraba de por vida al presunto delincuente, garantizando con dicha medida que este criminal nunca jamás pudiera –por estar muerto o desterrado- atentar contra el orden social al que pertenecía.

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Pero, como las cosas han avanzado, el mundo se ha modernizado y las concepciones- intenciones- políticas, filosóficas y morales de estas medidas también han evolucionado, adecuándose al quehacer y razón de ser de la civilización, la cultura y el derecho, ahora la pregunta que habría que hacerse es, ¿medidas como éstas sí son eficientes y con ellas sí se logra extirpar las causas de los fenómenos adversos que se quieren acabar con su implementación? ¿Sí será el aborto la solución para la gestante angustiada por una cualquiera de las causas que han originado –para ella- tan indeseado estado?, en estricto rigor jurídico, ¿cuál valor- derecho, tendrá más preeminencia, el de la mujer que por cualquier causa- desgracia- deba tomar esa decisión o el de una vida que subyace en lo más profundo de su vientre- ser, esperando la oportunidad y siendo ajena a todo aquello que amenaza su existencia?. Hay pues mucha tela por cortar frente a este espinoso problema.

Lo cierto del asunto es que el Estado y la Sociedad muchas veces quieren desconocer su gran e inaplazable compromiso y responsabilidad con estas conductas que nacen precisamente por sus equivocas políticas, tomando medidas angustiantes- de salida, como por salir del paso en falso en que se ha estado, es lo que llaman “paños de agua tibia” no siendo éstas, en verdad, soluciones de fondo a los reales problemas que se pretende solucionar con su adopción.

¿La muerte del violador- delincuente, si será la solución definitiva a los inmensos problemas que se ocasionan con su accionar delictivo, dentro de los que se encuentra precisamente el aborto?. Recuérdese que una de las causas que autoriza o hace viable esta práctica, es que haya sido el producto de una relación no consentida (violación), permitiendo a la madre decidir si admite o no el desarrollo normal de la concepción así originada- mancillada.

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Está probado que la generación de este tipo de comportamientos; esto es, conductas tan reprochables como la violación, en todas sus modalidades; los feminicidios, infanticidios, el homicidio doloso, los delitos atroces y otro tanto de repugnantes y criminales actos, que han exacerbado hasta el más insensible de los mortales, no deben ser tratados- resueltos, sólo con políticas o medidas de choque, generando un “shock en el inconsciente colectivo- ciudadanía que -tal y como dice Naomi Klein (periodista, escritora y activista canadiense), impida ver la realidad y las verdaderas causas de tan execrables e indescifrables comportamientos; pues la verdad es que un delincuente no es el producto per se- por sí mismo- de su actuar, por abominable que este sea, sino que es el resultado de múltiples e insospechadas influencias- una cadena de causalidades que provienen precisamente del entorno de la sociedad donde le ha tocado vivir.  “El hombre es bueno por naturaleza” y que es la sociedad la que lo corrompe, decía con absoluta razón Jean-Jacques Rousseau.

Así las cosas, debiera ser la Sociedad y el Estado, quienes en vez de tratar de implementar medidas tan drásticas para eliminarlo- matar al “delincuente”, debieran buscar las soluciones –antes de que se torne en un antisocial, para que este sea un buen y ejemplar ciudadano y en lugar de aprender a volverse un criminal, aprenda a ser una persona socialmente irreprochable, un digno miembro de su comunidad. Matar delincuentes, en verdad no sería la solución eficaz a estos problemas, son medidas de choque extremas y angustiosas que lo único que sí dejan claro es la notable incapacidad de la institucionalidad, para brindar respuestas eficaces a la gran cantidad de flagelos y delitos que implacablemente invaden nuestra sociedad, sin que se hayan podido aún encontrar soluciones suficientemente contundentes y definitivas para combatirlos.

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