La formación, siendo como es un proceso vital, exige continua revisión y un continuo replanteamiento de nuevos problemas que, una vez respondidos en la teoría y la praxis, generan nuevas preguntas, provocadoras de nuevas respuestas
Hace poco falleció en la ciudad de Bucaramanga un insigne dominico, José de Jesús Sedano. Quizá su nombre no es muy nombrado en los muros exteriores de la Orden de Predicadores, pero dentro de ella, este Maestro, sigue siendo un referente de vida formativa y gran inspirador de una pedagogía que, bajo la inspiración del gran Maestro Jesús, nos apasiona y nos motiva. Como nos encontramos iniciando la Semana Santa, yo quisiera proponerles, más que una columna, una meditación. Los que nos declaramos abiertamente católicos y nos dedicamos al mundo de la educación en algún momento nos habremos preguntado ¿qué se requiere para imitar al Jesús Maestro? Son muchos los que creen que si Jesús lo hizo de tal o cual manera también nosotros debemos hacerlo igual. Ante esto nos preguntamos ¿será? adecuado pensar de esta forma? ¿que? debemos hacer para emplear efectivamente la pedagogía de Jesús en la educación? Mucho se ha escrito sobre la pedagogía de Jesús y, hay muchas formas de abordar el tema. Cada parábola, cada hecho relevante en la vida de Nuestro Señor nos fundamenta un modelo pedagógico. Yo, quizá les voy a presentar uno más de los que abundan, sin embargo, éste tiene todo un sentido práctico, se trata de la pedagogía de la respuesta que Fray José de Jesús nos dejó como legado. Una buena pedagogía nos conduce al testimonio de una vida cargada de sentido. Mis queridos amigos, ser pedagogo es sinónimo de ser aventurero. Emprendamos este viaje al mejor estilo del más grande aventurero y, decir con él: “vuelvo a sentir en mis talones las costillas de Rocinante. Muchos me dirán que soy aventurero. En verdad lo soy. Pero aventurero de una especie diferente: de los que arriesgan el pellejo por probar que lo que creen es verdadero”. Si existe una pedagogía de la respuesta quiere decir que es fácil inferir que hay una de la pregunta. Esta quizá es más tradicional. La pregunta es una técnica muy apropiada para la enseñanza. En la educación el hacer preguntas debe verse como una de las mejores herramientas para lograr una pedagogía transformadora. La importancia de la pregunta consiste en que ella estimula el pensamiento fructífero. La pregunta ayuda a clarificar los pensamientos, particularmente cuando estas son bien planificadas y dirigidas. Esta lleva a la reflexión profunda y al análisis. Sedano por su parte, entendió que el modelo educativo debería hacer un acento en la capacidad de respuestas frente a las múltiples preguntas que la sociedad nos lanza. “La misión del educador, maestro y compañero, Consiste en ayudar a los jóvenes hermanos a introducir en el centro mismo de su libertad un Amor, una Persona, Cristo. La esencia de la formación consiste en enseñarles a caminar, A ser libres, con la libertad que proporcionará solo el Amor. La libertad entra en tu vida con el rostro del Amor”. Y cuando el amor les haga señas síganlo, y cuando el amor les hable, créanle.
En la tarea de la formación se concentran todos los problemas de la vida. Cuando se trata de formación, los requerimientos de identidad y novedad, de fidelidad y realismo convergen y se agudizan, a veces, hasta el límite. Su complejidad es tal, que comprometidos con la formación nos encontramos desorientados, sin caminos. Perdidos como en un desierto donde las huellas se borran. Damos rodeos sin sentido, siempre leales, a veces dolorosos, para volver decepcionados al mismo punto. Decía Ortega y Gasset que “no sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa: no saber lo que nos pasa. El hombre de hoy empieza a estar desorientado consigo mismo.” Empezamos un proceso de formación que fácilmente nos desanima, no continuamos, difícilmente lo terminamos. Empezamos una misión, finaliza cuando las fechas finalizan no cuando los objetivos trazados se consiguen. Piensen en tantos que han iniciado determinadas carreras y al cabo de un tiempo se retiran simplemente porque creen que eso no es lo suyo. Piensen en tantos maestros, directores de escuelas, rectores que frente a la inestabilidad de las instituciones o frente a los ejercicios corruptos del poder abandonan sus cargos para refugiarse en las seguridades del dinero o de una vida sin angustias. Abandonamos estas cosas, también, por sentirnos vacíos en ellas, por no llenar las expectativas, por no sentirnos bien. Todos queremos ver cambios profundos y rápidos, sentir que le apuestas tu tiempo a personas que aparentemente se comprometen y en realidad siempre, al final de cada actividad, al final del día te encuentras igualmente solo a cuando iniciaste. “En definitiva, para ambos el resultado es igual: la sensación de hallarse en la divisoria de dos formas de vida, de dos mundos, de dos épocas.”
A la pregunta de ¿qué hacer? O ¿por dónde empezar?, la tradición dominicana nos dice que debemos tener presente 3 puntos de partida profundamente conectados y necesarios. En primer lugar, la formación no es normalmente tarea de un “formador-individuo” sino de un formador-equipo núcleo de la comunidad formadora a la que se integran los formandos. Esto, por razones de identidad y de eficacia. De eficacia porque dada la multiplicidad y complejidad de los problemas, la formación exige interdisciplinariedad y convergencia de carismas personales, tanto para discernir sus grandes requerimientos como para planificarla y realizarla. Y por razones de identidad, porque dado nuestro espíritu original, todo ha de brotar del binomio “comunión-misión”. En segundo lugar, la formación, siendo como es un proceso vital, exige continua revisión y un continuo replanteamiento de nuevos problemas que, una vez respondidos en la teoría y la praxis, generan nuevas preguntas, provocadoras de nuevas respuestas. Es toda una metodología, por lo demás, dentro de nuestra tradición tomista, evolutiva y dinámica, siempre analéctica, (emergencia de preguntas, divergencia de posiciones, convergencia de respuestas) que nos urge en cada situación, a nuevos análisis y nuevas síntesis, a una nueva crítica que nos impide la instalación y nos promueve a una nueva presencia histórica y situacional. Finalmente, dentro de la diversidad y complejidad de planteamientos y a través del proceso de nuevos análisis y nuevas síntesis es necesario redescubrir, explicitar y promover el núcleo central de nuestra formación. Es la necesidad vivida por todos los que tenemos responsabilidades de formación y enseñanza. ¿cuál es el núcleo central que define nuestra formación? La podemos resumir en dos pasos. Formar para la pregunta: la vida, nuestra vida, toda vida humana, es una respuesta. Y para que sea realmente nuestra, es decir, autónoma, libre y deliberada con propio dominio de nuestro quehacer, es preciso que responda a una pregunta. Es preciso, por tanto, como exigencia necesaria formar para la pregunta. Formar la libertad y formar para la libertad, libertad ciertamente comprometida. Es la otra cara de la formación para la pregunta. Formar la libertad con el fin de llegar a ser capaz de ver, juzgar y actuar, actos de la prudencia rectora del ser humano, sin la referencia constante de quien lo está acompañando en su proceso de formación. A la larga, la meta de esta educación es hacer innecesario al formador, como lo dijera el papa pío XII, “el papel de una sana educación es enseñar al hombre a usar juiciosamente su libertad y conducirse sin el educador”. La pedagogía de la respuesta es un estilo de formación que se centra primordialmente en la capacidad de responder de sí mismo por sí mismo, por convicción y por amor, ante la propia conciencia, ante la propia comunidad. Formar para la respuesta es formar la personalidad. Es lanzarla hacia su plena realización. Formar una personalidad tan desajenada que, para sus decisiones no se tenga que atener a los otros o a las circunstancias sino a sí misma, como único soporte de sus decisiones.
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De eso se trata, de responder. En ello se nos va la vida. Está en juego mi realización personal, mi felicidad, mi plenitud. Por lo tanto: “No puedo realizarme sin responsabilizarme. No puedo responsabilizarme sin personalizarme. No puedo personalizarme sin definirme. No puedo definirme sin autodeterminarme. No puedo autodeterminarme sin comprometerme. No puedo comprometerme sin decidirme”. PORQUE “sólo decidiéndote, te comprometes. Comprometiéndote, te autodeterminas. Autodeterminándote, te defines. Definiéndote, te personalizas. Personalizándote, te responsabilizas. Responsabilizándote de tu destino, te realizas”.