Juntos tenemos la responsabilidad de actuar compasivamente, solidariamente y de cuidarnos mutuamente con responsabilidad.
Los acontecimientos de estas últimas semanas sin duda nos están cambiando. El mundo fue sorprendido con un virus que ha dejado muchas muertes, muchos enfermos resignados a morir, mucho dolor, angustia. No han sido días fáciles y, aún así, han sido días de mucha esperanza. Anoche, desde la ventana alguien sacó un parlante y puso música colombiana. En pocos minutos empezaron a salir de los apartamentos personas con sus celulares prendidos, aplaudiendo y gritando, ¡acá estamos! Cada luz y cada grito son en esencia una expresión de los más grandes valores que están surgiendo en esta crisis: la compasión, la solidaridad y el cuidado de sí mismos. Siempre he usado esta columna para hablar de educación, en particular la que concierne a la de las universidades. Nada nos había educado tanto como esta situación. En pocos días de cuarentena, vemos el cielo de nuestras ciudades más azul que nunca. Volvimos a estar en casa y a disfrutar de los nuestros. Nos encontramos con el espejo sin necesidad de salir corriendo por la falta de tiempo y quizá no tan arreglados como para darnos cuenta de que en nuestros roperos teníamos cosas cómodas y sencillas. No se ustedes, pero nunca había tenido tan activos lo grupos de whatsapp informando y reclamando a todos estar en casa y cuidarnos. Del mismo modo, son muchos los mensajes y expresiones de optimismo que van apareciendo. Todos podemos sacar conclusiones, todos podemos identificar qué es lo que estamos aprendiendo y en qué hemos desgastado la vida sin ver las cosas simples, sin preocupaciones por el tiempo, sin correr. Hace unas semanas veíamos en las noticias cómo se construía un hospital en 10 días y esto era motivo de admiración para el pueblo chino. Hoy, nos damos cuenta cómo en este rincón de la América desearíamos tener más suficiencia hospitalaria. Los futbolistas dejaron de ser nuestros ídolos, sin duda, nos hemos dado cuenta de que de nada nos sirve tener youtubers o influencers cuando ante la crisis quienes soportan nuestras vidas son los médicos y enfermeras, los ingenieros, los sacerdotes, los economistas y administradores, todos aquellos que hacen que la vida tenga su dignidad natural.
El buen vivir de nuestros pueblos indígenas recupera en lo más profundo esa expresión del cuidado de sí, como condición de posibilidad para el cuidado de los demás. Cuidarnos, desde la casa, desde el calor del hogar, desde el lugar donde no tenemos títulos, ni cargos, ni rótulos. Cuidarnos desde lo que somos, con la simplicidad de un lavado de manos, con la valoración del agua por encima a otros recursos. Cuidarnos en el lugar donde los alimentos son más importantes que el petróleo, donde el campesino es más valorado que el banquero, donde las recetas de la abuela superan los sabores de los más sofisticados foodies. Estamos sin duda en un momento de profunda y absoluta fe. Las ideologías, los ismos sociales, los lenguajes de odio y la penumbra de una sociedad que se olvido de sí misma ha sido superada por la simplicidad de la vida. Los mismos derechos han cambiado de una semana a otra. Si hace unas semanas los gritos del feminismo, del proabortista, de la reivindicación de la indiferencia se escuchaba en las calles con turbulentas marchas de orgullo, hoy el derecho a despedirnos de nuestros seres queridos, de una muerte digna, de una salud para todos, de poder nacer, del servicio de agua para todos gratuito, de una cama en un hospital con su respectivo respirador, de un médico y una enfermera, de una expresión religiosa y el deseo de hacer una oración, entre otros, constituyen rasgos fundamentales de una sociedad que se perdió en el egoísmo y el deseo tener más y más, dando paso con nuestra vulnerabilidad a ser solidarios, respetuosos de la vida por encima de cualquier otra cosa.
Este tiempo nos está dejando grandes lecciones. Cada uno puede aprovechar este espacio para reevaluar sus propios sistemas de creencia, su escala de valores, las formas como asumimos la vida. El planeta nos estaba reclamando una pausa, sentir un aire diferente, un sonido diferente, ver unos rostros que por el afán del día a día sin duda hoy los vemos diferentes. ¿Qué tanto estamos aprendiendo de esta experiencia? ¿cómo vamos a asumir la vida después que esto pase? ¿cómo saldremos al mundo después de la pandemia? ¿cuántos covid necesitamos para darnos cuenta de que esta pausa era fundamentalmente necesaria? Juntos tenemos la responsabilidad de actuar compasivamente, solidariamente y de cuidarnos mutuamente con responsabilidad.