La educación, base y sustento de la sociedad, tiene ante sí un reto mayúsculo. Cómo desarrollar pedagogía en ambientes virtuales sin perder la orientación formativa, manteniendo el interés del estudiante a distancia, proponiendo temáticas atractivas.
Por Vanina Henríquez de Villegas* y Héctor Mario Villegas Rodríguez**
Las épocas de crisis quizá sean el principal aliento para empujar a los hombres hacia la innovación. De las cíclicas depresiones del petróleo, de los conflictos armados de todo tipo en el mundo hasta las pandemias del ébola, del cólera o del coronavirus, surgen las oportunidades de cambiar los modelos establecidos, productivos, comunicativos y pedagógicos.
Ya en los años 80 se planteaba en Estados Unidos el concepto de Telecommuting, una alternativa de trabajo adecuada a las sucesivas crisis del petróleo que buscaba reducción de costos de operación y mejoras en la operación empresarial. Con la creación de los protocolos de internet en 1983 la utópica idea encontraría el motor que la haría popular. La tecnología soportada en protocolos de internet ha revolucionado de forma vertiginosa todas las concepciones hasta ahora existentes. Con la expansión de la tecnología hacia Europa y Asia vinieron mejores costos para la industria de la información. Esto le permite a las compañías y universidades aplicar el teletrabajo como una alternativa real, con reducción de costos y facilidad tecnológica.
Estudiantes virtuales en Colombia cuya universidad les envía proyectos, evaluaciones y organiza foros interactivos desde una facultad en Londres, Buenos Aires o Madrid, cada mes. Odontólogos en formación que participan de un workshop por Facebook Live, con pacientes reales en Asia. Profesionales de las áreas de recurso humano en sucesivas entrevistas de selección vía Skype. Un concierto musical que llega a una población específica que se transmite a través de Instagram. Hay infinidad de opciones, todas ellas con objetivos definidos, reducir o evitar tiempos de desplazamiento, menores costos en gasolina, en tiquetes de avión, mensajes más específicos y puntuales, interacciones más personalizadas, y sobre todo tiempo, tiempo y más tiempo. La preocupación de nuestra época es cómo obtener resultados con la menor inversión de tiempo, sin descuidar la convivencia, sin afectar los procesos formativos, alentando una productividad controlada.
Hoy en Colombia y sería redundante decir que en el mundo - lo que es una obviedad-, la pandemia ha removido todas las bases de tipo económico, la convivencia, la productividad y, en fin, todos los aspectos de la vida diaria de una manera tal, que los resultados hacia el futuro aún no pueden percibirse de forma clara y es innegable un sentimiento de incertidumbre general. Ante este panorama aparentemente desalentador la educación, base y sustento de la sociedad, tiene ante sí un reto mayúsculo. Cómo desarrollar pedagogía en ambientes virtuales sin perder la orientación formativa, manteniendo el interés del estudiante a distancia, proponiendo temáticas atractivas.
Empujados por la circunstancia del aislamiento obligatorio las instituciones educativas deben activar mecanismos facilitadores para mantener los procesos de aprendizaje vigentes en medio de crisis. Quizá cuando pase la pandemia se dirá que en medio de todo se generaron nuevas ideas y procesos innovadores de los cuales ya no intentaremos regresar. No se puede negar que la comunicación asincrónica a través de la educación virtual les entrega al estudiante y al profesor unos beneficios incuestionables, al no depender del mismo espacio de tiempo para la interacción. Ni que decir del llamado “Aprendizaje significativo” que ha permitido al estudiante hacer repasos de contenidos, con la posibilidad de enriquecerse y de paso tener una disposición más propositiva frente a los temas de estudio, sin interrumpir el proceso de otros. Los beneficios de la enseñanza virtual son innumerables, de paso, demandan un ambiente familiar de disciplina y contribuyen a la autogestión.
Hacia el futuro, como dicen en la calle, nada será igual. Los cambios problemáticos del aparente normal desarrollo social quizá no tengan retorno. Pero, las sociedades tienen la capacidad de renovarse de circunstancias aparentemente destructivas y retadoras. Las empresas se levantan paso a paso, por encima de sus obstáculos. La educación siempre estará en el centro de la sociedad. Antes y después de cualquier vivencia, todos volvemos a la educación. El hombre moderno puede prescindir del consumismo, tener más o menos lujos materiales, vivir en ciudades obsoletas, en lugares alejados aparentemente de los centros de poder y de desarrollo, pero no pueden negar que es primordial para su devenir, tener acceso a una educación actualizada. Ahí tenemos en Colombia un camino por recorrer. Pero la sociedad en su conjunto, lo sabe, la educación siempre será nuestro futuro.
*Licenciada en Educación, UdeA, magíster en educación, Universidad de la Sabana
**Comunicador social, Universidad Central. Especialista en marketing