La masa supone la pérdida de la individualidad, de la conciencia, el regreso a la barbarie del individuo que azuzado por consignas irracionales se transforma en fieras humanas que destruyen todo a su paso.
La clase obrera que andaba a la deriva encontró en Marx el ideólogo que necesitaba para reconocerse históricamente. Desde entonces la huelga general, el paro, se consideraron como la estrategia culminante no sólo para lograr conquistas sociales sino para “desestabilizar la sociedad burguesa”. La huelga desempeñó esta tarea desestabilizadora pero Marx alertó sobre la burocratización de los sindicatos. Los espacios urbanos sirvieron para facilitar el escenario propicio al encuentro de las multitudes revolucionarias que fueron fácilmente manipuladas por demagogos tal como lo analiza de manera contundente Elías Canetti en Masa y poder ¿Qué es una masa en este sentido? La masa supone la pérdida de la individualidad, de la conciencia, el regreso a la barbarie del individuo que azuzado por consignas irracionales se transforma en fieras humanas que destruyen todo a su paso. La masa transformada en horda. Pero no es mi ánimo hacer un recuento de las diversas clases de protesta planteadas hoy por los populismos y desde luego el anarquismo que busca destruir cualquier “símbolo de poder”. Hoy en España ordenadamente se dan marchas contra todo hasta poder hablar de un protestador(a) que ha hecho de las marchas su modus vivendi.
En Colombia el vivir durante décadas bajo el Estado de Sitio impidió que la conquista del espacio público en la vida urbana estuviera traumatizada por enfrentamientos y represiones. Fueron los espacios conquistados por los Partidos Políticos, por los Sindicatos y Agremiaciones religiosas. Asocio a estos procesos las turbas populistas rojaspinillistas, los desfiles obreros y universitarios, la furia de los extremismos o sea el paso desde el evento cívico a los espacios definidos por el miedo. ¿Qué va entonces de las reivindicaciones revolucionarias cuando existía la clase obrera a los bailes y caceroladas de los muchachos de las nuevas clases populares así como de algunas universidades privadas que supuestamente renunciaron al uso de la violencia y pretenden imponer sus vagas e ingenuas reclamaciones políticas olvidando el derecho del trabajador, del empleado a regresar a su casa, a caminar libremente o sea auspiciando una inminente crispación social entre gentes provenientes de un mismo estrato social? Ya esto es una demostración de totalitarismo, de aceptar ser parte de la violencia de unas trifulcas programadas por astutos ideólogos parapetados detrás de mediocres sindicalistas que nunca representaron a las clases trabajadoras, del gordo mochiludo de una Fecode cuya tarea ha consistido en destruir la educación. Por la candidez de sus reclamos ante el gobierno parece claro que es una juventud que ya no está manipulada por los grupos extremistas ni obedecen tal como lo hacen los capuchos a objetivos de violencia destructiva. ¿No tenemos la impresión de estar asistiendo a un deja vú? Llevar la revolución a las calles: filosofía de Petro y estrategia de Márquez, Romaña y el Paisa contando con las nuevas células urbanas. ¿Son de “derechas” los pequeños comerciantes cuyos ahorros fueron convertidos en ceniza por estos bárbaros? Kant celebró la presencia del estudiante – “el hombre es un niño pequeño, educando y estudiante”- como el portavoz de lo que llamó el entusiasmo que abría las luchas y conquistas por la libertad, por el conocimiento y la ciencia para lograr emanciparse de las lacras de la ignorancia pues partía del reconocimiento de que el ser humano es el único animal que necesita educarse. El progreso que era moral y suponía un compromiso con el rigor del estudio se fue despojando de estos contenidos para convertirse en retóricas arengas carentes de ese amor al conocimiento que Kant esperaba que mantuviera el entusiasmo.