En este escenario, sí que se está poniendo a prueba la gobernabilidad del país
En el colapso de la vía al Llano, se está precipitando algo más que toneladas de lodo y piedras. La fragilidad de la montaña no sólo amenaza con sepultar la economía de siete departamentos y lo más prestigiado de la ingeniería nacional, sino con provocar una tragedia humana de consecuencias catastróficas.
No se necesita ser un especialista para darse cuenta, aterrado, de la naturalidad con la que la montaña se mueve y se desliza hasta casi alcanzar la orilla del río. ¿Y si lo represa? ¡Dios no lo quiera!
Es como sentarse a ver una película, en los momentos previos a grandes desastres naturales y observar, impotentes, cómo la mano del mismo hombre que intervino la naturaleza con audacia, no alcanza a detener su reacomodamiento.
Además, en este escenario, sí que se está poniendo a prueba la gobernabilidad del país. Previo al debate sobre las causas, que con seguridad irán mucho más allá de las razones climáticas, urge proteger a la comunidad potencialmente vulnerable, la cual incluye no sólo a los pobladores cercanos, sino a todos los sectores de la economía cercados por la incomunicación de dos regiones claves, que están quedando prácticamente aisladas por tierra y por la ambición oportunista de algunas aerolíneas. ¿En qué consiste la reciprocidad con un país que les ha permitido multiplicar sus fortunas? Los usuarios han denunciado costos hasta de 800.000 pesos por trayecto.
Seguramente el presidente Duque tendrá que declarar la emergencia económica, solicitada por 7 departamentos. Los gremios calculan las pérdidas en 1.6 billones de pesos. ¿Qué pasará con las 14.000 toneladas de alimentos que se mueven por esta vía? Los arroceros tiemblan de incertidumbre ante la subida de los precios de transporte, para la próxima cosecha. Y, ¿qué decir del sector hotelero? De 20.000 camas, sólo 500 están ocupadas. Y si del Meta sale el 60 por ciento del petróleo que abastece al país ¿cuál es el panorama que se vislumbra? Los cálculos más optimistas prevén tres meses de cierre de la vía.
Y cuando se cuantifiquen los costos de este desastre ambiental y humano, la carga no puede ser trasladada al desocupado bolsillo de los ciudadanos. En ese momento tendremos que escuchar con atención a los geólogos como William Valencia, el presidente de la Sociedad de Mineros del Meta, quien afirmó: “Lo sucedido es el reflejo de los malos diseños, de subestimar la montaña y no haber realizado mayores estudios de suelo y de geología”. Más grave aún lo aseverado en un informe de la Gobernación de Cundinamarca, que atribuye algunos de los deslizamientos “probablemente” a “las vibraciones producidas por las explosiones al interior de la montaña durante la excavación del túnel”.
Por ahora se requiere, sobre todo, cabeza fría. Cuando esté solucionada la emergencia, ya habrá tiempo para analizar lo ocurrido sin la presión de las largas filas de vehículos atorados. Esta crisis, que nos duele y nos concierne a todos, debería ser un punto de encuentro para los dirigentes políticos, de todas las vertientes de izquierda, derecha y centro, porque lo que le pase al Llano, nos pasa a todos los colombianos.
Es una crisis que debemos convertir en una oportunidad.