Una acotación final cierra el círculo virtuoso de la vida del señor Zuluaga. Se dice que otro factor imprescindible es que aquellos que son sujetos de misericordia deben ser, ellos mismos, muy misericordiosos
La palabra misericordia ha tenido mucha resonancia por estos días y es bueno profundizar en su significado. Pareciera, para empezar, que está asociada a la “amabilidad” y a la “consideración”, según se desprende de las lecturas bíblicas, pues era “misericordia” lo que los cautivos clamaban a sus captores. Dijéramos que esta es la versión “terrestre” de esta virtud porque en palabras mayores, la misericordia es uno de los “atributos divinos”.
En esta perspectiva, se trata de una palabra tan “carnuda” que supera de lejos a expresiones más terrígenas como “compasión” o “lástima”. El tío Google, que todo lo sabe, hace una precisión: “Tradicionalmente, la religión cristiana ha enseñado la necesidad de, imitando la misericordia divina, llevar a cabo esta actitud en forma de obras, tanto espirituales como corporales”.
El catolicismo, que es experto en el temor divino, hace una advertencia: “los que desean la misericordia de Dios deben buscarla con una buena predisposición de corazón y abandonando sus malos caminos y pensamientos perjudiciales, no solo es preciso, sino propio, que le teman y le muestren aprecio por sus preceptos justos”.
Es muy probable, para no ser malpensados, que cuando el gobernador Luis Pérez Gutiérrez convocó a la ciudadanía a que tuviésemos misericordia con el pobre del excontralor Sergio Zuluaga, fugazmente detenido a propósito de sus trapisondas, hacía referencia a que le estaba recomendando que abandonara sus malos caminos y pensamientos perjudiciales.
Tiene que haber sido muy grande su misericordia porque el milagro se hizo: al tipo lo soltaron. El Juez 42 Penal Municipal, inspirado por el Espíritu Santo, decidió no dictar medida de aseguramiento por considerar que no existen suficientes pruebas en su contra. ¡Los caminos de Dios son insondables! Mire usted los prodigios de la buena predisposición del corazón.
Cuando se dice de la misericordia que es también la disposición a compadecerse de los sufrimientos y las miserias ajenas, entonces la brújula parece descomponerse, porque el excontralor Sergio Zuluaga, por el contrario, y gracias a su enorme capacidad, fue fugazmente atrapado en medio de una vida de opulencia casi desmedida. El hombre vive en la prosperidad.
A decir verdad, esa prosperidad material está también acompañada de otras pequeñeces tales como el placer de mirarse en el espejo y sentir que con la ayuda de Dios y del cirujano plástico, ha surtido los arreglos necesarios para contar con una autoestima sólida en torno a su figura. El tema de los métodos para estos logros es un problema secundario – dirá él-.
Una acotación final cierra el círculo virtuoso de la vida del señor Zuluaga. Se dice que otro factor imprescindible es que aquellos que son sujetos de misericordia deben ser, ellos mismos, muy misericordiosos. El ex contralor lo hace con generosidad. Mire usted a los alcaldes y funcionarios que fueron detenidos con él y a quienes él ha servido con esmerada atención. También puede escuchar su misericordia (amabilidad/ consideración) con el gobernador, expresada nítidamente en los audios probatorios de sus fechorías.
Todo en estas personas son actos de coherencia con una manera de pensar y de actuar que hace parte ya del paisaje de la corrupción nacional. El Señor sabe bien como hace sus cosas…