La plenaria del cabildo municipal de Medellín es un muy buen ejemplo para analizar la conformación personal política y social de los 21 integrantes que toman grandes decisiones sobre el futuro de la ciudad.
Una clara mezcla de veteranos y jóvenes, de diferentes posturas ideológicas y de intereses políticos, de visión de la sociedad, de polos opuestos, de hombres y mujeres, de disparidad en las formaciones culturales, de callados y briosos, de protagonistas y prudentes conforman el cosmos político de la plenaria del Concejo de Medellín y que arrojó su elección en los comicios de octubre del 2019.
Desde las tribunas del Cabildo Municipal se observa y palpa ese universo de 21 personas de diferentes temperamentos, tallas, edades, gustos y tendencias, elegidas por más de 800.000 sufragantes, pero que deciden la cotidianidad de los 2.5 millones de ciudadanos que residen en la capital de Antioquia.
Desde esas gradas, las cuales gran parte del año están solitarias, pese a los debates y decisiones que pueden cambiar la vida de los hogares medellinenses, se confirma contundentemente la conformación política del Concejo y los resultados de las urnas.
Desde lo alto es inocultable comprobar en el ala derecha del pleno el éxito electoral de los uribistas del Centro Democrático, al ocupar ocho de las 21 curules del redondel edilicio, igual a sus compañeros diputados en la vecina Duma seccional, y apoderarse así de casi la mitad del semicírculo de la también conocida como la junta directiva y política de la ciudad.
Vale precisar que la curiosa coincidencia de los uribistas en la Asamblea y en el Concejo de la capital regional es que ambas bancadas están integradas por ocho corporados. Con respecto al periodo pasado del 2016 – 2019, en la Duma crecieron en un diputado, pero en el Concejo la dicha fue mayor y producto de los llamativos 166.000 votos de la lista del CD, se dispararon en dos escaños más.
Cinco hombres y tres mujeres constituyen la bancada de ese partido de centro derecha, que a pesar de no gozar de las mayorías, influye sobre manera en las determinaciones y debates del Cabildo.
Tres de los ocho lograron ratificar su presencia en este escenario democrático y el otro quinteto de primíparos lo configura un exitoso empresario costeño de la salud, un peludo educador, un heredero de un emporio político, una meritoria chica y abogada que acaba de cumplir su sueño muy batallado de ser concejal y un alcalde frustrado. En su orden, Gabriel Did, Albert Corredor, Santiago López, Lina García y Alfredo Ramos, quienes conviven con sus correligionarios y ya muy identificados en la política de Medellín, la descrestante y hermosa de los 20.000 votos Nataly Vélez, la estudiosa fiscalizadora Paulina Aguinaga y Simón Molina cada vez más maduro y lejano al peladito que metió a la política su muy político familiar el Gomita Hernán Gómez.
Girando y avanzando de derecha a izquierda por las curules figuran los tres sobrevivientes conservadores, dos de ellos los más curtidos y longevos concejales, como son los casos del economista John Jaime Moncada y el eterno concejal en dos épocas, Carlos Zuluaga, primero en los 90 y desde el periodo pasado otra vez en la corporación tras su fuerte champú legislativo por la Cámara.
La novedad en las filas azules es la ausencia de la siempre estimada figura de El Pilarico en su silla de ruedas, hoy en la diputación, y ahora sustituido por otro animalista, Juan Ramón Jiménez, quien por ahora es uno de los búhos del concejo, porque pone mucha atención, pero no ha despegado oralmente, igual de callado a dos vecinos de curules, los dos pastores de tendencias religiosas Luis Carlos Hernández, del hoyismo del Partido de la U y al de Mira, Juan F. Betancur, quien logró llegar a la corporación en la coalición con Cambio Radical, partido víctima de su propio invento, pues se quemaron sus candidatos favoritos Ricardo Yépez y Roberto Cardona, quienes habían sido corporados.
Los concejales Hernández y Betancur hacen parte del grupo de corporados de Medellín conocidos como los “unos” y del cual hacen parte también la intensa feminista Dora Saldarriaga y el reelegido Daniel Carvalho, todos vecinos de escaños y que le van dando forma al semicírculo de plenarias del Cabildo.
El comentario generalizado dentro del Concejo es el fuerte apego de género de la concejal y hoy vicepresidente de Estamos Listas, que exigió hasta conductor mujer, oficio que ninguna de ellas prestaba en el Cabildo. Entre tanto, Carvalho con su pinta a lo Bob Marley sólo se escucha cuando los debates entran al terreno del desarrollo urbano de las ciudades.
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Tres duplas
Ya en la otra ala, contraria a los uribistas, en el costado izquierdo mirando desde las graderías, aparecen tres dupletas muy interesantes y con bastante influencia en el trabajo de los concejales.
Como un polo totalmente opuesto a la concepción de la política, del país, de la ciudad y hasta del mundo de los uribistas, de frente a ellos y mirándose a los ojos está al acecho el fogoso cartagenero residente en Medellín, Alex Flórez, del Movimiento Independiente del alcalde, con una fuerte postura dialéctica contestaria, tirando hacia posiciones de izquierda democrática muy propias de su reciente legado y luchas como dirigente del movimiento estudiantil en el ámbito nacional.
Precisamente la confrontación ideológica en el pleno ha corrido por cuenta de los uribistas vs. Flórez, que le ha inyectado emoción política al recinto, pero que a veces ha sido dura, saliendo a relucir la fractura que hoy divide a los colombianos.
Su compañero de bancada es el actual presidente del Concejo Luis Bernardo Vélez, quien consciente de esa mezcla entre sus colegas, ha manejado la situación con acertada democracia, pensando posiblemente en ser alternativa en el 2023.
Los verdes presentan en esta temporada al siempre sereno Jaime Cuartas, quien solito ratificó su tercer periodo en el Concejo y sigue madurado su aspiración para una candidatura a la Alcaldía. La novedad verde es un joven sabelotodo, hablantinoso y muy protagonista como todos los de Eafit, Daniel Duque, que es la típica mezcla del fajardismo - claudialopista.
Y en el epílogo del recorrido por las curules aparece la pareja de sobrevivientes liberales, el médico y todo un perito de la política Fabio Rivera y la contadora Aura Marleny Arcila, a quien le ha ido muy bien burocráticamente con apetecidos cargos en el Concejo, pero a quien se le nota un poco apagada, a lo mejor por el trance que altera por estos días a su amada U. de M.