La membresía en la Coalición de redes de sitios de conciencia no puede conducir a la imposición de un director para Centro nacional de memoria histórica, y la orientación de ese organismo estatal no puede responder a la instauración de una verdad oficial.
Al iniciar una semana importante para el proceso de construcción de la memoria histórica del conflicto interno y las violencias en Colombia, y para la representación de las víctimas, la organización privada Coalición de redes de sitios de conciencia, le notificó al estatal Centro nacional de memoria histórica de Colombia y a exfuncionarios de éste, la suspensión de su membresía, aduciendo incompatibilidad de los objetivos de la Coalición y opiniones expresadas por el director del Centro, en su calidad de académico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, columnista y ensayista, no como funcionario público.
El aviso de la Coalición alentó a algunos militantes políticos y medios de comunicación para reavivar su debate contra el director Darío Acevedo Carmona, uno de los colombianos más calificados para orientar el Centro nacional de memoria histórica, en tanto es PhD en Historia de la Universidad de Huelva, donde se graduó con máximos honores, y profesor emérito, la máxima distinción para su carrera, de la Universidad Nacional de Colombia. Con sus calidades, es quien puede ofrecer “total profesionalismo” para cumplir las obligaciones del Centro con la memoria, las víctimas y la verdad.
A raíz del debate nacional, desde otro extremo político-ideológico el concejal Alfredo Ramos Maya reclamó eliminar en el museo Casa de la memoria de Medellín toda alusión al conflicto armado, pretendiendo así negar que esa institución, también estatal y nacida bajo la Ley de víctimas, debe construir y representar la memoria del conflicto armado y la violencia de la ciudad. Con su desaguisada intervención, pretende el cabildante recoger y legitimar la narrativa parcializada que impulsó el anterior gobierno sobre las violencias que desde los años ochenta han afectado a la ciudad.
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Con ambas intervenciones, quienes se creen distantes se encuentran en su afán de imponer sus visiones unilaterales como verdades unívocas sobre un extenso período de la historia nacional, así como regional y local, en el que se superpusieron y entrecruzaron el conflicto armado, la violencia asociada a las rentas criminales y la amenaza terrorista, todas responsables de distintas victimizaciones para las que se necesitan instituciones que procuren reconocimiento, verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
En el caso del Centro nacional de memoria histórica y el profesor Acevedo Carmona, no encontramos razones objetivas para la arremetida de sus malquerientes. Durante el año largo en que ha dirigido la institución ha orientado la construcción de cerca de treinta procesos de memoria trabajando con las víctimas. La identificación, entrega y sepultura de los asesinados en Bojayá; la entrega a la comunidad del documental El Tigre no es como lo pintan, sobre la masacre paramilitar de 1989 en el valle del Guamuez, Putumayo; la construcción de la memoria con las Madres de Soacha, víctimas de falsos positivos del Ejército; la construcción de la memoria de las víctimas de la Corporación Rosa Blanca; y la recuperación de la memoria del atentado del Eln en Machuca, son algunas de las más representativas acciones. La dolorosa diversidad de las víctimas de Colombia, la clara existencia de múltiples agentes victimarios, y el entrecruzamiento de factores desencadenantes del conflicto y la violencia están expresadas en estos proyectos.
En medio de la tormenta desatada en contra de su líder, el Centro nacional de memoria histórica avanzó esta semana en dos grandes propósitos que deben contribuir a representar a las víctimas, su dolor, su realidad y también su resiliencia, así como a conocer los hechos del conflicto, sus causas y responsables; daños directos e indirectos, e impactos. Con la construcción del Museo nacional de la memoria (ver gráfico) los hechos y su contexto serán conocidos, y también discutidos, por quienes los vivieron pero también por aquellos que sólo han conocido el conflicto y la violencia como relato. Y con la convocatoria, junto al Ministerio de Ciencia, para la presentación de proyectos de investigación sobre el conflicto armado, la memoria de las víctimas y la reconciliación, promueve nuevos estudios, con la virtud de la independencia y el peso de la academia, necesarios para entender la historia de una violencia que persiste.
La membresía en la Coalición de redes de sitios de conciencia no puede conducir a la imposición de un director para Centro nacional de memoria histórica, y la orientación de ese organismo estatal no puede responder a la instauración de una verdad oficial y única sobre la violencia y el conflicto en Colombia. Pluralidad, respeto, reconocimiento de múltiples visiones y realidades, son necesarias hoy para que nuestra nación pueda empezar a comprender su pasado y actuar para contener la continuación de la violencia, como hoy se vive, y la repetición de los peores dolores.