La joven Universidad Nacional: 150 años

Autor: Guillermo Maya Muñoz
18 septiembre de 2017 - 12:08 AM

Los gobiernos colombianos sin ningún interés genuino por el país, menosprecian la universidad pública, a sus profesores y científicos

En estos últimos 150 años, los servicios y aportes de la Universidad Nacional de Colombia (UN) a la sociedad colombiana han sido inmensos, aunque siempre no bien financiada por parte del estado.

Esta celebración es la oportunidad para que la UN reexamine sus políticas académicas en términos de los desafíos futuros, enmarcando la reflexión en su misión como universidad nacional, es decir, de la nación, de todos los colombianos y no de algunos sectores económicos o de privilegiados.

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El ingeniero antioqueño Alejandro López (1876-1940), descendiente de una familia de artesanos liberales -cuando el liberalismo colombiano tenía ideólogos y no meros empresarios electorales-burocráticos y era popular-, egresado de la Facultad de Minas, le señala la misión a la universidad colombiana: “una Universidad nacional, completa y ricamente dotada (…), que inculque en la juventud el espíritu de empresa y de investigación científica” (Idearium Liberal 1931, en: Escritos Escogidos, Biblioteca Básica Colcultura, 1976). Es decir, una universidad de investigación articulada a las necesidades del desarrollo nacional.

Sin embargo, los gobiernos colombianos sin ningún interés genuino por el país, menosprecian la universidad pública, a sus profesores y científicos, cuando el gasto en ciencia y tecnología creciente en los países desarrollados es parte de una política industrial oculta para apoyar a sus sectores productivos. Es decir, para construir ventajas productivas sobre otros países. Al contrario, en Colombia, las élites optaron por las “loterías” de los recursos naturales, entregados a las multinacionales, como estrategia fácil que no aprecia el trabajo y esfuerzo nacional.

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Por otro lado, si como planteaba Alejandro López en su escrito El Desarme de la usura (1933) los países industriales “con sus teorías ha venido estorbando la industrialización del mundo colonial (...) todo ello al amparo de doctrinas que (…) fórmula(n) para el consumo de los estudiantes del mundo colonial”, entonces, la U. colombiana tiene una tarea pendiente, y no solo frente a la industrialización y desarrollo económico nacional, que incluye la formación de científicos y técnicos, sino también con la formación del pensamiento crítico de los estudiantes colombianos para que revisen y debatan las teorías económicas, políticas y sociales, que no en pocos casos son funcionales a los intereses de los países desarrollados, y que aquí se adoptan como si fueran la expresión de leyes universales incuestionables, válidas para todo tiempo y lugar.

¿Qué ha hecho la UN para enfrentar la “colonización” intelectual de los estudiantes? A pesar del progreso de los posgrados y las publicaciones, en los currículos de los programas o carreras, la formación humanística crítica tiene menos peso, tanto en cursos como en intensidad horaria, como parte de la reforma académica introducida por Antanas Mockus y rectores sucesivos, si se compara el hecho de que los ingenieros de la Facultad de Minas, tomaban un curso semestral obligatorio de humanidades, economía, antropología, historia, lingüística, etc, mientras ahora no sucede así, y las humanidades son cursos electivos. Adicionalmente, el exrector Marcos Palacios redujo el trabajo de grado escrito, calificado por profesores y presentado ante un auditorio, a una simple pasantía o trabajo escrito bajo la dirección de un profesor, sin ninguna socialización. “Se enseña demasiado” en los pregrados, decía Palacios.

Por otro lado, agrega López, la obligación de la universidad es “que forme servidores del público y no explotadores del público”. Entonces, ¿cómo explicar que los abogados como jueces y magistrados intercambian fallos judiciales por plata o que a los ingenieros se les caigan los edificios por ahorrar materiales? Algo no funciona, no solo en las universidades sino también en la sociedad, que ha aceptado que el dinero es la medida de todas las cosas y de los hombres y mujeres.

Por su parte, el abogado, investigador social e ideólogo Antonio García Nossa (1912-1982), nacido en Cundinamarca, quien fue profesor y más tarde Vicerrector General de la Unal, es muy duro con la universidad colombiana porque no ha estado a la altura de las circunstancias: “ni en el desarrollo de la nación, ni en sus dramas, ni en su riqueza, ni en su pobreza, la Universidad ha estado presente. ‘Ha formado’ la capa dirigente de la burocracia de los partidos y el Estado y, sin embargo, no ha tocado su sentido de responsabilidad, ni su conciencia política, ni su pensamiento, ni su formación técnica (…) La Nación ha estado ausente de la Universidad porque la Universidad ha estado ausente de la Nación” (De la República Señorial a la Nueva Sociedad, Escritos económicos selectos, Contraloría General de La República, 2006).

Por último, la UN en la celebración de sus 150 años debe repensar su pasado y recoger los aportes de su profesores e investigadores, para continuar en la construcción de un futuro mejor para todos los colombianos, pero esto no se podrá hacer sin la decidida voluntad de las elites colombianas, que lastimosamente andan sin rumbo nacional, a no ser que así disfracen los intereses privados.

CODA: La UN sede de Medellín que hace parte de la UN desde hace 80 años, con sus Facultades iniciales, Minas y Agronomía, a las que se agregaron Arquitectura, Ciencias y Ciencias Humanas y Económicas, también ha contribuido de manera sobresaliente a al patrimonio nacional. El artista, ingeniero, arquitecto y urbanista Pedro Nel Gómez y el ingeniero y pensador Alejandro López son de lejos los mejores exponentes de la primera; mientras que Francisco Luis Gallego (Agrónomo entomólogo), y Jorge Ignacio Del Valle Arango (Ingeniero Forestal), conjuntamente con Fernando Suárez de Castro, Carlos Garcés Orejuela, Manuel del Llano y Enrique Blair Vélez, se destacan en las ciencias agrarias, en opinión del sobresaliente profesor e ingeniero forestal Norberto Vélez.

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