La madurez de los antiguos revolucionarios que dieron su vida por una causa se ha transformado entonces en la recocha de la llamada oposición que día a día cae en la necedad y en el nihilismo más peligroso
Encabezados por Noam Chomsky, ciento cincuenta prestigiosos intelectuales de habla inglesa han emitido un enérgico comunicado llamando la atención sobre la peligrosa deriva que han ido tomando los llamados movimientos izquierdistas que combaten el racismo en la sociedad norteamericana a partir de la muerte de George Floyd y que se dedican hoy a derribar estatuas de “esclavistas” como Juan Junípero Serra –defensor de los indios- o de Colón por el hecho de haber descubierto a América. Esta nueva versión de la Cultura de la Queja ha explotado ahora buscando presentándose una vez más como victimarios y mediante una nueva policía del lenguaje a quienes supuestamente no están recurriendo al lenguaje correcto para referirse a esta problemática social y racial. Y esta virulenta persecución de enemigos ha expandido su condena a profesores, periodistas, historiadores que no recurran a las citas bibliográficas “correctas” lo que como se señala en la carta de los intelectuales ha conducido a que en las universidades : “el libre intercambio de ideas sea cada día más limitado” y se imponga el veto y el señalamiento “a quienes se aparten de estas normas”. “El fascismo de extrema izquierda que pide lealtad absoluta si no hablas su idioma, practicas sus rituales y rectos sentimientos y sigues sus mandamientos, pecados por los cuales serás confinado, perseguido y castigado” Lo que hace veinte años se llamó en Colombia el fascismo de izquierdas precisamente - y que ha seguido actuando en las sombras- imponiendo dogmáticamente sobrepasado textos revolucionarios y la expresa condena de autores y músicos “extranjeros” como Cervantes, Shekaspeare, Camus, Santo Tomás, Mozart, Bach, Beethoven, Vivaldi y sobre todo con el señalamiento y el linchamiento de aquellos a quienes consideran de derechas o sea a quienes los critican. Fue la perversa imposición del identatarismo y del igualatarismo mediante los cuales una canasta artesanal tenía el mismo valor estético que la Monalisa y el conocimiento de un científico era igual a la ignorancia de uno de estos apóstoles de la nueva barbarie. Lo que Simón May llama “la idiotez social” y que ahora toma nuevos perfiles en su incapacidad para estructurar el discurso de sus supuestos reclamos pero disimulando agresivamente su distanciación respecto a las clases campesinas y trabajadoras, el miedo a abandonar la universidad para enfrentar los sufrimientos que una era histórica tan difícil les presenta. Unas trifulcas alentadas por iconoclastas aquejados de esa enfermedad psicológica llamada el peterpanismo o sea el miedo a enfrentar el reto de la madurez para quedarse en esa infancia inventada de los llamados niños grandes. La madurez de los antiguos revolucionarios que dieron su vida por una causa se ha transformado entonces en la recocha de la llamada oposición que día a día cae en la necedad y en el nihilismo más peligroso, preámbulo del verdadero fascismo.
Lo que llama la atención es que esta carta la encabece Noam Chomsky un grandioso lingüista y un pésimo político que alentó siempre a las guerrillas y contó con el fervor de los intelectuales progresistas colombianos a quienes, seguramente, va a desconcertar este llamado a hacer de la tolerancia la única vía de la verdadera defensa de la Universidad. Pero lo acompañan entre otros Greil Marcus, Jean Buruma, Marck Lilla, Martin Amis, Jhon Banville, Michael Ignatieff, Margaret Atwood, Salman Rusdhdie: “Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias funestas” Ocho años de ideología farc-santista han sido una experiencia de una atosigante uniformidad política, de censura velada pero certera a la cultura y desconocimiento del significado de la opinión pública. Banderas, consignas, marchas, huelgas inmotivadas, violencia peterpanesca cuyo secreta consigna es no volver a estudiar