Niños, Niñas y Adolescentes tienen derecho a expresarse y a ser escuchados, no sólo cuando son víctimas de violencias.
“La violencia contra la niñez es lo más grave que le puede ocurrir a una sociedad”, escribió hace ya seis años María Inés Cuadros en el informe La huella de la niñez en los medios de comunicación colombianos, que cada año elabora la Agencia de Comunicaciones Pandi.
En esa violencia a la que se refiere la escritora están incluidas todas las formas de maltrato, abusos y vulneraciones contra Niños, Niñas y Adolescentes (NNA), desde el castigo físico y verbal, pasando por la violencia intrafamiliar, la intimidación y la falta de protección, hasta el abuso sexual y el reclutamiento forzado por parte de los grupos armados.
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Y más lamentable es que mientras esas cifras crecen afrentosamente, ni la familia, ni el Estado ni la sociedad reaccionan como tendrían que hacerlo ante esta clase de agresiones que dañan el presente y el futuro del país.
Una deuda histórica que crece ante el silencio cómplice de todos y la insensibilidad de los medios de comunicación, que muy poco o nada se preocupan por el tema, cuando es una de sus primeras y principales responsabilidades: “Difundir y fortalecer los derechos de la infancia, alentando a los gobiernos, el público y la sociedad civil a que pongan en marcha los cambios necesarios para garantizar cada vez más el bienestar de NNA”, destaca Unicef invocando la Convención sobre los Derechos del Niño.
Pero eso no pasa. Aunque hay un marco normativo que establece principios y una ética para la relación de los medios con la niñez, olímpicamente eso se olvida o se pasa por alto. Prevalece en los medios la avidez por la noticia escandalosa, esa que llama mucho la atención de una sociedad que se engancha rápidamente a cualquier tragedia, especialmente si la víctima es un niño o una niña. Basta con revisar la triste historia de Yuliana Samboní, un rostro que el país nunca olvidará, por el ultraje y la infamia de que fue víctima, y mucho más por la indolente explotación de las imágenes que desplegaron algunos medios de comunicación.
“Para los medios de comunicación los temas de la niñez no son un asunto importante o a los que quieran ponerle más énfasis. Incluso es una tendencia que en la mayoría de ellos se le encarga a los reporteros más jóvenes el cubrimiento de los temas de infancia, porque los periodistas más reconocidos o importantes son los de política, económicas u otras áreas, pero es difícil que un medio quiera dedicarle sus mejores profesionales al tema de la niñez, como realmente lo amerita, porque la niñez es la base de la sociedad”, comenta Ximena Norato, directora de la agencia Pandi.
“La violencia contra niños y niñas no es un tema nuevo en el país y por ende es imposible apartarlo del registro noticioso, mucho menos cuando son ellos y ellas las principales víctimas”, dice en el mismo informe Gloria Morad, productora de noticias de Señal Radio Colombia: “En el país faltan aún políticas gubernamentales claras que los favorezcan y carecemos de organizaciones que verdaderamente evidencien la realidad que ellos viven”, señala.
Responsabilidad profesional
Y es que en el ejercicio de un periodismo comprometido, los medios de comunicación y los profesionales del área tienen una responsabilidad inmensa con la niñez, sobre lo que se publica y cómo se pública, y en cuanto a cuáles son las fuentes que se consultan, porque eso que se le cuenta a la gente es lo que casi siempre se cree. Y las investigaciones lo demuestran, la gente habla de lo que hablan los medios de comunicación.
“Y los medios de comunicación y los periodistas no podemos excluirnos de esta realidad. Sabemos que habitualmente la gente habla sobre un tema con el enfoque que los medios de comunicación se lo han presentado. Por lo tanto, si nosotros hablamos por ejemplo de la niñez con un enfoque de derechos, si mostramos las situaciones por las que pasan NNA, pero además llamamos la atención sobre las causas, las consecuencias, las posibles soluciones y las obligaciones que no estamos cumpliendo como Estado, como sociedad y como familia, va a haber una presión política, comercial, empresarial y moral para que se tomen verdaderas acciones que permitan corregir estas problemáticas. Es nuestro deber”, argumenta Norato.
Pero advierte que en realidad “estamos fallando desde la misma academia. Nosotros hemos realizado más de 100 encuentros con periodistas donde se les pregunta siempre si a ellos les enseñaron en la universidad el manejo de la información y las consideraciones diferenciadas que hay que conocer cuando los sujetos de la información son menores de edad, y la respuesta generalizada es no. Y quiérase o no, el manejo de los temas de la niñez es diferente porque a los NNA los cobija otro tipo de legislación, otro tipo de protección”.
Indiferencia mediática que, desafortunadamente, también se evidencia en el hecho de que la mayoría de las noticias sobre niñez son cuando ellos son víctimas de algún tipo de violencia, pero hay pocos registros cuando NNA son protagonistas como personas que pueden opinar.
“Esa es la deuda que tienen los medios y los periodistas con la infancia”, considera la comunicadora Norato: “Tener a NNA como protagonistas de las noticas que no sean de violencia, en las que sean protagonistas como ciudadanos que piensan, que opinan, que transforman, que aportan propuestas desde sus colegios, en sus comunidades. No podemos seguir tomando decisiones por ellos, no podemos hacer los trabajos por ellos, hay que hacerlos con ellos”.
Incluso cuando los NNA son los autores de acciones punibles, es mayor el compromiso de los medios de comunicación, sostiene Ximena, “porque los niños no nacen malos, los hace malos la sociedad. Son víctimas de los adultos, y en esos casos primero tendríamos que preguntarnos quién es su familia, qué nos faltó como Estado. Preguntarnos si es un menor de edad desescolarizado, por qué el Estado no va casa por casa, así como los reclutadores van casa por casa para vincularlos. Así mismo el Estado tiene que reclutar niños para la escuela, para la paz, reclutar niños para el sistema de salud, que estén afiliados a un club deportivo, artístico, cultural, de canto, baile, pintura o cualquier otra activad pedagógica e instructiva. Pero si la delincuencia nos gana en el reclutamiento, no habrá esfuerzo que valga…”
Respetando los derechos de la niñez
En su articulado, con más de 44 apartados, el Código de la infancia y la adolescencia de Colombia (Ley 1098 de 2006) establece pautas claras que nadie debe olvidar, y que los medios y los comunicadores también deben tener en cuenta a la hora de su ejercicio profesional.
El Artículo 1° dice que el código tiene por finalidad garantizar a los niños, a las niñas y a los adolescentes su pleno y armonioso desarrollo para que crezcan en el seno de la familia y de la comunidad, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión, prevaleciendo el reconocimiento a la igualdad y la dignidad humana, sin discriminación alguna.
El segundo capítulo hace énfasis en que “el código tiene por objeto establecer normas sustantivas y procesales para la protección integral de los niños, las niñas y los adolescentes, garantizar el ejercicio de sus derechos y libertades consagrados en los instrumentos internacionales de Derechos Humanos, en la Constitución Política y en las leyes, así como su restablecimiento. Dicha garantía y protección será obligación de la familia, la sociedad y el Estado”.
Y a partir de allí se enumeran esas garantías que es recomendable no olvidar en el ejercicio periodístico, por ejemplo: que todas las personas menores de 18 años son sujetos titulares de derechos, y que existe un interés superior de los niños, las niñas y los adolescentes, que se entiende como el imperativo que obliga a todas las personas a garantizar la satisfacción integral y simultánea de todos sus Derechos Humanos; la prevalencia de esos derechos, que significa que en todo acto, decisión o medida administrativa, judicial o de cualquier naturaleza que deba adoptarse en relación con los niños, las niñas y los adolescentes, prevalecerán los derechos de estos, en especial si existe conflicto entre sus derechos fundamentales con los de cualquier otra persona.
Además está el tema de la corresponsabilidad, es decir que la familia, la sociedad y el Estado son corresponsables en atención, cuidado y protección de NNA; así como los derechos a la rehabilitación y la resocialización, a tener una familia y a no ser separado de ella, a los alimentos, la identidad, la salud, la educación, al desarrollo integral en la primera infancia, a la recreación y participación en la vida cultural y en las artes y, muy especialmente, en el Artículo 34 se les consagra el derecho a la información, es decir que los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a buscar, recibir y difundir información e ideas a través de los distintos medios de comunicación de que dispongan.
Y según Unicef -Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia- “los medios de comunicación pueden contribuir directamente a la realización de esos derechos de la infancia, solicitando los puntos de vista de los niños y niñas y abordando temas desde su punto de vista, así como prestando apoyo a su capacidad para mostrarse participantes activos de sus vidas”.