Recordemos que las actitudes de Jesús de compasión y solidaridad con los pobres, cuando las repetimos nosotros como experiencias propias se llaman seguimiento de Jesús
Sin duda alguna es más fácil durante la pandemia estar bien informados por los medios de comunicación, a quienes solo interesa la noticia, que encontrar a alguien para explicarnos acerca de los desiertos exteriores que estamos trasegando efectos de otros tantos, pero interiores. De lo contrario sólo vamos a saber que fue lo que nos pasó, el diagnóstico, pero no las causas de lo que nos ocurrió y las correcciones que debemos hacer desde nuestro interior. Es imposible que le sigamos endilgando la culpa al virus y su pandemia que por no ser humanos carecen de discernimiento y mucho menos de soluciones.
De la multiplicación de los panes para una multitud empobrecida nos habla el resucitado y lo registra Marcos con una economía extrema de palabras. Recordemos que las actitudes de Jesús de compasión y solidaridad con los pobres, cuando las repetimos nosotros como experiencias propias se llaman seguimiento de Jesús, voluntad de Dios, ser humanos que nos hace creyentes.
Pudo haber sido por el impacto de la muerte de Juan Bautista que Jesús se retiró a un lugar despoblado y solitario encontrándose con una multitud que lo compadeció, y curó a los que estaban enfermos. Por la lejanía, la hora y sus escasas provisiones, cinco panes y dos peces, los discípulos, la iglesia del momento le insinuó a Jesús: “despídelos para que vayan a comprar comida” (evangelio). No compartir porque no tenemos ni nos alcanza con lo poco que tenemos como dijeron los discípulos la Iglesia a Jesús, sigue siendo un rodeo capcioso ya que pudieron o pueden compartir lo que les es propio, “cinco panes y dos peces” (evangelio). Otro tanto ocurrió con el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano dando un rodeo despectivo para no caer en cuenta del herido. Puede ser que con los pobres tenemos más distancias que acercamientos. Además, cuando los discípulos, la iglesia, proponen comprar con dinero es someterse al mismo factor que ha producido el hambre de la multitud. Para Jesús no hay que comprar, basta compartir, el. La multitud en la época de Jesús es signo del hambre que hoy aumenta en el mundo a nombre del capital, el dinero o el egoísmo que es lo mismo, revelado por la pandemia. Para Jesús compartir, la solidaridad es un proceso de personalización que implica varios momentos: El primero es sentarse en la hierba, “que se sienten por grupos de cincuenta” (Lc 9,14) para enfatizar la organización que requiere la solidaridad y el compartir como respeto a los que antes eran solo multitud y ahora permite un mejor desarrollo al don de la solidaridad haciéndola más humana y personal.
En el segundo momento Jesús da gracias a Dios Padre por lo que hay “Alzó la mirada al cielo, bendijo los cinco panes y dos peces” (frutos de la tierra y el trabajo del hombre). La acción de gracias a Dios por el pan, perdida por la mayoría de creyentes, es el inicio del milagro.
En el tercer momento “Los partió y se los dio a los discípulos y los discípulos, la gente y todos comieron y quedaron satisfechos. Después recogieron lo que sobró: Doce canastos llenos. Habían comido unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (evangelio). La versión religiosa de ser Jesús quien multiplicó los panes y los peces deja en cero la responsabilidad de la iglesia. La lectura profética se refiere a la multiplicación signo del compartir; y a los doce canastos llenos como sobrante para los que siendo pobres no estaban en la multitud. Jesús es quien sostiene y garantiza las futuras multiplicaciones; si se comparte no importa el número de pobres porque alcanzará para todos. El compartir el pan brota como una verificación del amor de Dios que remueve la compasión en nuestro corazón y nos permite repetir con Pablo: “Qué podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo: El hambre, la desnudez, las angustias, las tribulaciones. Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado sin permitir que nos apartemos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús. (2ª lectura)
El oráculo profético de la primera lectura hace eco en nosotros cuando dice: “¿por qué gastar tu dinero en lo que no es pan; tus salarios en lo que no te satisface?” Al mismo tiempo nos invita a mirar a Jesús quien puede colmar nuestros deseos más profundos, “Préstenme atención, escúchenme y verán que ustedes pueden tener vida… Yo hago con ustedes una alianza eterna, les cumpliré las promesas que por amor hice a David” (Primera lectura).
Lecturas del domingo 18º del tiempo ordinario - ciclo a, 2 de agosto de 2020
Primera lectura. Lectura del libro de Isaías (55,1-3)
Salmo: Sal. 144
Segunda lectura. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,35.37-39)
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer».
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo: «Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor