Tres escapularios permite ver el conflicto armado en Colombia desde la mirada de uno de los actores anónimos, los guerrilleros rasos, los que siguen las órdenes de un grupo de cabecillas.
Felipe Aljure regresará a la pantalla grande con Tres escapularios, la historia de un par de combatientes de un grupo ideológico, a los que se le da un rostro, una voz para que dejen de ser anónimos y poco a poco irán “descubriendo que más allá de ser combatientes pueden ser cualquier ser humano, un vecino, un hermano, un amigo; quienes nacieron en una geografía en donde les tocó ser, de alguna manera, eso”, relató el director. Su estreno nacional será este jueves 23 de agosto.
La idea de este largometraje surgió de la sensación de lejanía que le generó a Aljure su visita a un festival de cine en Pasto, lo que él definió como uno de los círculos de la Divina comedia. Un par de días después de regresar de su viaje, ya tenía un guión para ser producido, sin embargo, le preocupaba la luz de Pasto, que fuera muy nublada y opaca y como no tenía un gran presupuesto para hacer esta película, decidió grabarla en Santa Marta, Cartagena y Tierra Bomba (isla cartagenera en el mar Caribe), ya que entre estos lugares también se daba esa relación, de la grandeza de una con el olvido de la otra.
Dentro de esta producción hay dos elementos de gran importancia, los escapularios y el número tres. El primero representa esa cultura católica del país y su relación con un trabajo, como el de los protagonistas enfocado en el sicariato ideológico y la guerra, y esa necesidad de un apego y las protecciones imaginarias, “es llevar el agüero a los niveles más altos, porque tienen más seguridad y el escapulario tiene esa conexión con los dioses, con Jesucristo, con la Virgen”, indicó Aljure.
Por su parte, el tres, representa los diversos triángulos que se dan en la película, una pareja buscando una víctima, un hombre que sufre una traición amorosa, una mujer que pierde su novio y este a su vez deja otra mujer embarazada, “en esa relación de tres siempre se pueden aliar dos y enfrentarse al tercero, o romperse los tres, o aliarse los tres y muchas más posibilidades dramáticas”, explicó el director. También se le atribuye al significado del tres el que este es su tercer largometraje.
“Matar es malo, pero cuando lo haces por una noble causa te engrandece”, ese es el eslogan de Tres escapularios; con esto, según su director, lo que se quiere evidenciar es una postura irónica frente a cualquier argumento que quiera justificar el hecho de matar, porque al final de la película queda planteado que las muertes y ejecuciones no tienen ningún tipo de relevancia diferente al deterioro de la vida y las relaciones personales.
“Yo creo que uno siempre acaba haciendo la misma película, algunos a eso le llaman estilo”, resaltó Aljure, para hablar sobre eso que permite reconocerlo a él en sus producciones, como lo es el humor que de alguna manera ayudan a llevar de una forma más amena la crueldad de la realidad. Asimismo, la exploración de los encuadres desde el desequilibrio y los desenfoques, como es posible apreciarlo en El colombian dream y La gente del universal.
Tres escapularios se escribió y grabó en el 2015, cuando aún no se firmaba el acuerdo de paz, no obstante, y aunque Aljure reconoció que es mejor tener 7.000 combatientes y armas menos, quiso hacer esta película a modo de reflexión, porque este tema se va a tener por mucho tiempo más, ya sea con otro nombre y con otros “ropajes”.
Se cuenta desde los combatientes porque son los anónimos, ya que los comandantes son siempre los conocidos, “los guerrilleros en ese nivel de tropa están tan atrapados como el resto del país en el tema del conflicto, están desde el olvido, desde la lejanía geográfica, desde los modos de reclutamiento, desde las oportunidades de vida, es decir, su geopolítica es tan adversa que casi que se vuelve esto una oportunidad, lo cual no justifica las acciones”, expuso finalmente.
¿Por qué usar una cámara fotográfica?
Usamos una Canon, que tiene sistema para hacer cine, pero es mucho más económica que otro equipo, entonces eso nos permitió, por primera vez, hacer una película y no quedar endeudados.
¿Por qué el uso de la pantalla partida?
Porque la pantalla partida es otro triángulo, el espectador tiene una sola posición y está acostumbrado a ver una sola imagen y eso hace que tenga una relación con la acción.
Cuando partes la pantalla tú sigues siendo un espectador pero tienes dos posiciones, es decir, estás viendo la pantalla y la acción en la pantalla, pero la acción, como tiene distintos ángulos da la sensación de que tiene perspectivas distintas, de que estás en dos sitios y eso es inquietante.
Pero también se genera un rompimiento interior, una especie de don de ubicuidad en el que el espectador se rompe en dos perspectivas frente a una sola pantalla, digamos que esa es la explicación intelectual y profunda. Estéticamente nos posibilita ir narrando y ver al mismo tiempo las acciones, los diálogos y las reacciones que esas acciones y diálogos tienen al tiempo, sin necesidad de forzarnos a escoger como en la narrativa clásica un sólo ángulo.
¿Y los desenfoques?
Como nos fuimos con una cámara de fotos, trabajamos como lo que es, una cámara fotográfica, con planos quietos. Claramente queríamos también desafiar la sensación de quietud y la profundidad era un recurso muy viable y muy lógico para utilizar; entonces usar los focos de una manera creativa, de una manera inédita, pues logramos darle profundidad a ese plano quieto y que la gente tuviera la sensación de que lo que está pasando frente a ellos, está pasando en 3D y si a eso le sumas el hecho de romper los focos de la manera que lo rompimos, de golpe en un plano dejarlo en un close up de la cara fuera de foco y el foco en la nuca del que está sobre el hombro, pues se vuelve perturbador y quita un poco las tildes de la narrativa clásica y explora otras maneras de hacerlo. Usando el mismo encuadre que es básicamente en lo que consiste esa ironía, en última lo que estamos diciendo es que hay otras maneras de mirar el mundo y mirar la misma realidad.