El fervor por el mundial y el triunfo en los juegos Suramericanos nos deben motivar para apoyar más el deporte y exigir del Estado más que aplausos y declaraciones. Talento tenemos de sobra.
Aunque a veces parece que el deporte nacional es el chisme o criticar a otros, mientras disfrutamos del Mundial de Rusia vale enfatizar que es la hora del deporte en Colombia y que su afianzamiento a futuro dependerá de los esfuerzos estatales que se hagan en los próximos cuatro años. Ambos candidatos presidenciales tienen en sus programas la promesa de alentar la actividad física como parte de la formación escolar y cada vez hay mejor ambiente para la creación de un ministerio del deporte.
Más que una estructura burocrática pesada, el deporte requiere de programas y acciones concretas para su fortalecimiento. Decisión política como la que tuvo el gobierno Santos y que bien reconoció el editorial de El Mundo recientemente al valorar las acciones coordinadas de Ligas, Federaciones, Coldeportes y el Comité Olímpico Colombiano que consiguieron el triunfo en los Juegos Suramericanos de Cochabamba Bolivia hace apenas unos días. Lo que se reclama es consistencia, que vivamos a profundidad la emoción del momento y la adrenalina del éxito, como la alegría inmensa de un gol, el triunfo en una etapa, el himno en un podio o la felicidad con la que llevamos la camiseta tricolor a cualquier lugar, pero que no nos quedemos en eso. Que cuando no haya transmisiones, micrófonos, ni vueltas olímpicas también nos sintamos orgullosos de nuestros deportistas y los apoyemos.
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Ganar en Cochabamba, o en Santa Marta como ocurrió en los Bolivarianos del año pasado, no es producto del azar ni tiene que ver con la fortuna. Es el resultado de tener una meta clara y haber superado un cierto complejo que nos acompañó por años y que nos hacía pensar que nuestros deportistas eran buenos animadores de las competencias mundiales, pero siempre nos faltaban “los cinco para el peso”.Por eso es tan valioso que el deporte se fortalezca desde la etapa escolar con escenarios, entrenadores y apoyos sicológicos para que nuestros jóvenes desarrollen su talento y su mentalidad ganadora. Solo por esa vía conseguiremos que cada vez sean menos esporádicos los triunfos y que quienes los alcancen estén preparados suficientemente “para la catástrofe emocional que acompaña a toda derrota, y a las no menos trágicas consecuencias que resultan de toda victoria” como dijo Jorge Valdano.
Hasta la época de Cochise o Pambelé nuestra alternativa era hacerles fuerza a los deportistas latinoamericanos. Ellos nos mostraron que un colombiano podía ganar. Luego vinieron otros como Juan Pablo Montoya que nos demostró con creses que no bastaba con ir a las más importantes competencias mundiales, sino que había que pelear cada título. Las medallas de Mariana y Catherine son vivo ejemplo de ello. Después de décadas de celebrar un empate mundialista o el 5-0 frente a Argentina, contra todo pronóstico, un muchacho colombiano se erigió como figura y goleador de un mundial, con su sonrisa aún infantil James ha desfilado por los más importantes estadios del mundo y ha sido escogido en el once ideal de los más importantes torneos. Nairo, Rigo, Bernal, Chaves y Gaviria nos han puesto a soñar desde las más encumbradas cimas y Sofía Gómez nos ha descrestado desde lo más profundo de su capacidad, pulmonar y emocional. Tenemos talentos de sobra, debemos corresponderles con un apoyo que supere las palmas.
Hace 40 años, cuando Medellín fue sede de los juegos Centroamericanos y del Caribe, las 68 medallas, apenas 8 de oro, no le alcanzaron a Colombia para estar en el podio. En 2010 cuando se lograron los primeros Suramericanos, también en Medellín, se dijo que el triunfo era por tener mayor número de competidores. Pero el cara a cara reciente con Brasil demuestra que ya no podemos tener complejos, ni cuando perdemos ni cuando ganamos. Confiamos en que los Centroamericanos del mes entrante en Barranquilla revalidaremos el buen momento del deporte nacional. Entre tanto estaremos con James, Falcao y el resto de la plantilla, pendientes de una memorable actuación en Rusia.
Para la Selección de fútbol y todos nuestros deportistas, el apoyo emocional como aficionados y ojalá el respaldo como sociedad y desde el Estado. El proceso olímpico que se puso en marcha desde Londres 2012 no se puede detener y va siendo hora de que los políticos no solo se pongan la camiseta en las elecciones y cuando algún atleta se destaca. Hay que lograr que cada vez sean más y sus logros más importantes, que la actividad física sea una alternativa eficiente para quienes necesitan más que fama y aplausos, que el fervor nos alcance para los momentos aciagos y que con ministerio o no, el deporte no dependa de las querencias políticas.
@HenryHoracio