Por lo pronto ocupémonos de lo que la subversión ha puesto violentamente sobre el tapete y aplacemos las urgentes y reales necesidades de los colombianos.
Desde hace algunos años la subversión ha venido marcando, desde lo negativo, la agenda de los principales temas a consideración del pueblo colombiano. Incluso ha sido definitiva, por acción o por reacción, en la elección de algunos presidentes de la República. El encuentro Andrés Pastrana-Manuel Marulanda realizado entre la primera y la segunda vuelta en 1998 fue fundamental para el triunfo de Pastrana y la derrota de Horacio Serpa. La indignación contra las Farc por los incidentes del Caguán, el asesinato de Consuelo Araujo y otros actos violentos de ese grupo, catapultaron a la presidencia al doctor Álvaro Uribe. Finalmente, la anhelada paz con las Farc fue el factor determinante en el triunfo de Juan Manuel Santos sobre Óscar Ivan Zuluaga en el año 2010.
Cuando el pueblo colombiano creía superado ese negativo mangoneo de las fuerzas al margen de la ley y que serían otros acontecimientos las preocupaciones de esta dolorida nación (la corrupción, la enorme brecha entre ricos y pobres, el desempleo, la educación y la salud, para citar algunos ejemplos), viene el Eln, con su terrible e injusto atentado contra la Escuela de la Policía General Francisco de Paula Santander, a imponernos nuevamente el temario de lo que nos debemos ocupar Gobierno y ciudadanía y de paso le dio oxígeno a las fuerzas más reaccionarias de la derecha colombiana. Una vez más se comprueba que los extremos, sin proponérselo, se ayudan.
Indudablemente que la irrupción violenta del Eln en la Escuela de Cadetes de la Policía, fue más significativa que su propia capacidad militar. Los elenos tienen presencia, con relativa importancia, en Arauca, Chocó, Santander, Santander del Norte, Antioquia, Cauca y Nariño, es como lo decía recientemente un medio de comunicación: “Una guerrilla pequeña, pero peligrosa”. El hecho de que el acto terrorista fuere desproporcionado para su capacidad, lo hace más torpe e incomprensible políticamente. Las guerrillas colombianas, especialmente Farc y Eln jamás lograron o han logrado sintonizarse con el pueblo y obtener su respaldo. Si existe es producido por el temor a las armas.
El Gobierno tampoco ha sido muy hábil en el manejo de las actuales circunstancias. La discusión sobre el cumplimiento o no de los protocolos suscritos entre el Gobierno de Juan Manuel Santos, el Eln y los países garantes de ese proceso de paz, previendo el rompimiento de los diálogos, ha sido desgastante nacional e internacionalmente. Casi todos los catedráticos de Derecho Internacional consultados han coincidido en señalar que Colombia tiene que honrar la palabra empeñada so pena de hacer el ridículo y desvalorizar su capacidad de comprometerse en el futuro. Pareciera que el presidente Duque y su canciller, estuviesen más interesados en satisfacer a sus seguidores más recalcitrantes, que en cumplir la palabra empeñada por un Gobierno anterior.
Por lo pronto ocupémonos de lo que la subversión ha puesto violentamente sobre el tapete y aplacemos las urgentes y reales necesidades de los colombianos.