Creamos en los jóvenes, no los limitemos con nuestros prejuicios. No basta con que los dejemos ser, contribuyamos también, desde la escuela, desde el hogar, desde donde podamos, a que exploten todo su potencial.
Johanna Blanco Barreto*
Uno de los maestros nominados al Premio Compartir 2017, en la ceremonia de premiación, lanzó la siguiente afirmación: “Cuando un profe cree en los estudiantes, está creyendo en el país”.
A mi mente vienen aquellos maestros e iniciativas juveniles que he tenido la fortuna de conocer, las reflexiones que han surgido de conversaciones con amigos y familiares en las que se quejan de “los jóvenes de hoy en día” y los enormes retos que debe asumir la juventud del país y del mundo actual.
Parafraseando a Luis Peña, fundador de la Red de Líderes Unidos por los Jóvenes –Redlujo- en Ciénaga, al hablar de la juventud nos referimos a un conglomerado heterogéneo, con ideas innovadoras, con una capacidad increíble de transformación y de sobreponerse a cualquier tipo de barrera o suceso. Sin embargo, es en esta etapa de la vida donde se concentran las mayores problemáticas sociales y donde la exclusión, la falta de oportunidades y el riesgo de muertes violentas abundan.
A pesar de esta dura realidad, viene a mí la palabra esperanza. Puedo decir que los jóvenes del territorio colombiano han sabido apropiarse del rol protagónico que la historia les ha adjudicado. Con gran emoción, he sido testigo de experiencias de jóvenes que dan grandes lecciones a los adultos respecto a la capacidad de trabajo en equipo, el reconocimiento del otro, la posibilidad de tomar posición sin fanatismos y sin anular a su interlocutor y la creencia casi mágica de que todo es posible, de que aún vale la pena soñar, arriesgarse y argumentar limpiamente sus ideas.
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Aquí comparto algunas a manera de inspiración -perdón por todas las que quedan por fuera-, para que sigamos creyendo en los jóvenes que cuentan con conciencia cada vez mayor sobre sí mismos y sobre el impacto que pueden tener en otros.
•Medellín: Academia de arte Unión Latina. Que a los chicos les guste bailar no es nada novedoso, pero que lo hagan en un contexto tan adverso como lo es el barrio Manrique es un acto de resiliencia y una celebración de la vida a ritmo de tango y salsa.
•Ciénaga: Red de Personeros y Monitores Estudiantiles. Crearon la escuela de liderazgo para la construcción de agentes de cambio, hacen desafíos juveniles, rumba terapia, conversatorios, foros y recorridos a partir del patrimonio histórico del municipio.
•Yopal (Casanare): Veeduría Social Juvenil a los Servicios de Salud Amigables para Adolescentes y Jóvenes. Promueven derechos sexuales y reproductivos en instituciones educativas y colaboran con el diseño mismo de las políticas públicas en su departamento.
•Bogotá: Grupo Scout 33 Antonio Nariño. 24 líderes fortalecen sus habilidades psicosociales para ser voluntarios del programa Héroes (Fundación 33 Sueños), que se implementa en Cazucá, contribuyendo a la formación en valores éticos, en el marco del perdón, la reconciliación y la paz.
Retomando la invitación que nos hace el docente, la escuela que se busca es la que permite, efectivamente, reconocer al estudiante como un sujeto “real” de derechos y no como un objeto de intervención; la que valora el conocimiento, la experiencia, los sueños con los que llegan día a día; la que genera posibilidades dentro y fuera del aula para que todos desarrollen su pensamiento creativo y crítico; y la que asume su responsabilidad ética de formar ciudadanos que comprendan que, como seres sociales e históricos, no solo son responsables de sí mismos, sino de las generaciones presentes y futuras.
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Creamos en los jóvenes, no los limitemos con nuestros prejuicios. No basta con que los dejemos ser, contribuyamos también, desde la escuela, desde el hogar, desde donde podamos, a que exploten todo su potencial. Al adolescente no le falta nada, ¡Tiene TODO para ser y para hacer!
* Asesora en la Fundación Empresarios por la Educación.