Hábiles en la mentira, los Néstor Humberto y los Uribe tratan de crear falacias narrativas, cuentos que justifiquen o maticen sus prontuarios criminales.
La bomba noticiosa de la semana fue la renuncia del fiscal, un granuja en el estricto sentido de la palabra, cuyos torcidos e incoherencias son más que evidentes, comprometido hasta los huesos con la colosal estafa de Odebrecht y cuyos torvos negociados atraviesan las fronteras.
El muy ladino de Néstor Humberto no se sonroja cuando dice en la renuncia que su “conciencia” y su “devoción” al estado de derecho le impiden aceptar la decisión de la JEP de no extraditar a a. santrich.
Lo dice el mismo Néstor Humberto el malabarista de la ley, que se pasa a diario los códigos por la faja.
Todos a una, las figuras más representativas del Centro Democrático, hacen coro a la “denuncia” del senador Uribe, su inefable patrón: “La sentencia de la JEP demuestra que, en La Habana, pactaron un cogobierno con el narcotráfico”. Y también el senador lo afirma sin rubor, él, que ejerció la presidencia en el más vergonzoso contubernio con el crimen organizado, que chuzó a las altas Cortes, que se hizo reelegir con las argucias más perversas, él que fue el instigador de los “falsos positivos”.
Y buena parte del país, confundido por los heraldos de la guerra, asume como “verdad” que la Justicia Especial para la Paz es entonces una construcción al servicio de las Farc.
¿Por qué hay personas decentes que aceptan sin chistar estas versiones, por qué se indignan y asumen que es cierto lo que difunden los corifeos de la corrupción?
Lo explica muy bien George Lakoff en su texto No pienses en un elefante (Ediciones Península. 2016).
Las personas que asumen como ciertas ese tipo de historias “no es que sean tontas, tienen un marco y solo aceptan los hechos que encajan con su marco”. Ese marco hace referencia a un concepto que estructura nuestra manera de pensar (por ejemplo: el sexo es pecado, el comunismo es malo, las mujeres son inferiores), esos conceptos están incrustados en la sinapsis de nuestro cerebro y, si los hechos no encajan con lo que está en la sinapsis, los hechos rebotan, no se escuchan, no se aceptan.
Así las cosas, hechos tan contundentes como que ya hay en la JEP MIL NOVECIENTOS CATORCE (1.914) militares y policías de los cuales 5 SON GENERALES Y 20 SON CORONELES, entre ellos el General Mario Montoya excomandante general del ejército, no cuenta, no los ven, no piensan en ello.
Tienen enormes dificultades para entender que esos militares y los 478 civiles que están haciendo fila para ser incluidos en la JEP, entre ellos personajes connotados del uribismo como el exministro Diego Palacio, el exministro Sabas Pretelt y el exsecretario Jurídico de la presidencia de Uribe Alberto Velásquez, tienen dificultades – digo – para entender que no son agentes de las Farc.
Tienen dificultades para entender que todas esas personas lo que demuestran es que la guerra lo envilece todo y que no existen bandos buenos o bandos malos, porque en nombre de ideologías contrarias se cometieron crímenes atroces, TODOS cometieron crímenes atroces.
Hábiles en la mentira, los Néstor Humberto y los Uribe tratan de crear falacias narrativas, cuentos que justifiquen o maticen sus prontuarios criminales.
Uribe y sus secuaces le tienen pánico a la JEP porque precisamente a través de esos militares y civiles se sabrá la verdad completa, y su participación en los crímenes de la guerra.
Aferrados al pasado, asumen que basta con que la gran prensa titule en consecuencia con sus intenciones, pero todo ese andamiaje se desbarata con el peso de sus propias atrocidades y la gente terminará entendiendo.
Es un hecho inexorable. Si fueran infalibles sus métodos, si cambiar el pensamiento no fuera posible, viviríamos todavía en los tiempos oscuros del régimen feudal…