La pandemia es una buena oportunidad para hacer valer los mejores principios: justicia, solidaridad, equidad, transparencia y reciprocidad, y la pospandemia la gran oportunidad para mantenerlos siempre vigentes
“Si la moral nos da raíces, la ética nos da alas. Ambos se requieren el arraigo y el vuelo. La ética desde el desconcierto y la incertidumbre nos impulsa a concebir un mundo mejor para todos, una realidad distinta donde los principios universales de la convivencia, basados en la dignidad del ser humano, vayan haciéndose realidad, aunque sabemos que esta nunca será plena. Con razón el principio Esperanza ha sido considerado el principio de la ética.” Beatriz Restrepo Gallego.
La pandemia nos ha traído a mirar de frente y enfrentar la incertidumbre que se nos ha hecho presente en lo científico, no se conoce a fondo la estructura del coronavirus, su genoma, mutaciones, comportamiento; en lo social, dudas sobre cuál es la mejor manera de afrontarla, cómo conjugar el dilema entre salud y economía, hacia qué realidad nos conduce este obligado confinamiento, retornaremos a la actual o conquistaremos una nueva; en lo personal, decidir si imponemos y privilegiamos la autonomía y libertad para eludir el confinamiento o asumimos la responsabilidad solidaria por el bien común.
Esa incertidumbre, también es un especial campo de la moral. La incertidumbre, dice Victoria Camps, es condición de la moralidad; un rasgo propio del sujeto moral en cuanto es definido como libre. La incertidumbre esta? en todos los niveles, y no desaparece por firme y fiable que sea la investigación y las pruebas de que se disponen. Es difícil, entender, aceptar, dudar de la incertidumbre científica, pero la duda no es tanto científica, sino que también es moral en la medida que somos siempre libres de elegir entre distintas alternativas.
La ética en su reflexión de hoy se enfrenta a un futuro incierto una “cultura del riesgo”, como se ha llamado, con problemas éticos nuevos. La ética que ahora representa el modo de pensar y vivir no es propiamente ética del deber o de las consecuencias, es una que recoge lo mejor de ambas y se conoce como ética de la responsabilidad, anclada en la responsabilidad de las personas, en la necesidad de compartir responsabilidades y tener una actitud bien dispuesta hacia la aplicación y cumplimiento correcto de la norma, la ley y su interpretación.
Hoy la responsabilidad moral no mira preferentemente al pasado, sino al futuro, porque el futuro es justo el contexto de la ética. Si algo quiere promover y realizar la ética es futuro. La ética nos indica el futuro como la brújula el norte. Ese futuro es el que visibilizamos como pospandemia y plantea una dicotomía entre un retorno a esta realidad actual en la cual reinan la inequidad y la injusticia, o una nueva realidad donde se abran campo y avancen con pie firme la equidad, la justicia y la paz, grandiosos valores morales.
La autonomía, que en la pandemia se esgrime para objetar y desobedecer las limitaciones a la libertad en el confinamiento, no quiere decir libertad negativa, libertad de, sino libertad positiva, libertad para vivir conforme a unas reglas y normas que me voy dando, pero que me voy dando colectivamente, porque no tiene sentido que las reglas sirvan sólo para una persona. La auténtica autonomía es responsable, eso significa que lo que se haga de algún modo influye en la sociedad del futuro y, por lo tanto, que se tiene una responsabilidad frente a la sociedad en la toma de decisiones.
En la pandemia sí que se hace necesaria la fuerza moral, carácter, energía, fuerza vital, que asumamos nosotros moralizándonos colectivamente, con el fin que el individuo logre la capacidad suficiente para ensamblar en su conciencia autonomía, solidaridad y responsabilidad. Nadie puede cargar íntegramente con esta responsabilidad, colectiva en la crisis, cuyas consecuencias lo sobrepasan sin recibir el apoyo moral de sus semejantes, es decir, nunca se prescinde de la solidaridad, como participación en la fuerza moral, que, controlando las pretensiones de autonomía, distingue el individualismo de la auténtica convivencia.
Esa solidaridad que ahora se ha manifestado al enfrentarnos juntos al gran problema común de la pandemia, debemos mantenerla en la pospandemia y en el futuro como nueva realidad, de tal manera que no se olvide y arrincone. No se nos puede borrar de la memoria y conciencia que la enorme crisis de salud y socioeconómica, nacional, mundial, global, no afecta a todos por igual y que con la responsabilidad solidaria debemos rescatar a millones de personas que, en la inequidad, han perdido tanto o todo.
La pandemia es una buena oportunidad para hacer valer los mejores principios: justicia, solidaridad, equidad, transparencia y reciprocidad, y la pospandemia la gran oportunidad para mantenerlos siempre vigentes.
@hernanmiraf