Filósofos, periodistas, organizaciones convocan a la esperanza como un llamado a la acción y al compromiso por ayudara a construir un futuro más amable para todos.
Se entiende como un estado de ánimo, un deseo que se abriga con la ilusión de que algo bueno, general o particular, se materialice; por eso se asocia con el optimismo y con frecuencia se les llama ilusos a quienes verbalizan su esperanza. Pero la diferencia está en el fundamento, quien tiene esperanza basada en datos y con sentido de realidad, es una persona que puede ser más feliz y más útil a la sociedad en tanto aportará su energía y probablemente su empatía para que los sueños colectivos sean realidad.
Se tiene esperanza cuando se cree que lo que se añora es alcanzable, cuando se encaminan los pasos hacia la materialización de esos deseos, no cuando se espera que milagrosamente el paraíso nos toque, que otro realice nuestros sueños. Por supuesto no hacer realidad esos propósitos genera frustración; otro estado de ánimo que no necesariamente es proporcional al bien que esperábamos, sino tal vez al esfuerzo y la energía que le imprimimos a la empresa de buscarlo.
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De esperanza habló recientemente en Bogotá la filósofa española Adela Cortina, quien recibió un doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia. Aunque no pudo dictar su conferencia sobre el sentido de la ética, por cuenta de los disturbios en Ciudad Universitaria, cuando recibió el título les dijo a los jóvenes que es hora de que se involucren en lo público pero con respeto por la diferencia y por el otro. Recordó que vivir en paz un derecho de la sociedad, de las personas y de los pueblos, y por eso los llamó a no dejarse encantar por sueños ajenos. Les dijo también que respeten la diferencia entre un enemigo y un adversario y que no se dejen tentar por los discursos del odio, que son una manifestación nociva de la política.
En su tono de maestra recordó además que a los dictadores les gusta posar de demócratas y que la función de los políticos no es ofrecer felicidad, porque no está en su resorte que seamos felices, pero sí generar oportunidades, condiciones de vida digna para que cada persona pueda ser feliz de manera en que prefiera. Una mirada filosófica pero también pragmática que invita a la participación y a la ciudadanía activa, a una cotidianidad que se pregunta y que se confronta con el otro, no para destruirlo sino para entender que lo público no se puede dejar en manos de pocos porque nos concierne a todos y es responsabilidad compartida.
Pocos días después, el periodista y reportero gráfico Jesús Abad Colorado, quien acaba de recibir el Premio Gabo a la excelencia periodística, dijo también en un auditorio de la misma Universidad que todos tenemos derecho a la esperanza y que este país necesita “alzarse en almas” para construir un futuro más certero para todos. Dijo también que no es con capuchas ni papas bomba como se construye ni como se expresan las diferencias. El suyo fue un llamado a la participación, la tolerancia y el respeto. Con los ojos húmedos, recordó como suele hacerlo, a personas con nombre y apellido, huérfanos y viudas que a pesar del dolor mantienen la esperanza de que el mañana sea menos ruin, menos azaroso.
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Y vivimos la esperanza, casi como doctrina, cuando dedicamos una semana a pensar en el periodismo, no como una reunión social de periodistas sino en clave de reflexión y análisis, de mirar al detalle experiencias exitosas y con la convicción de que cuanto mejor sea el periodismo mejor será la sociedad a la que informa. Un esfuerzo que hace la Fundación Gabo y que celebramos como nos alegra la labor cotidiana del Club de la Prensa de Medellín y de encuentros como los de Entre Medios y Amigos de la Prensa, que además de tejer lazos entre iguales se ocupan por promover la formación, la cualificación y la reflexión permanente del oficio, con la esperanza de que buenas personas hagan mejor la función pública que necesita la sociedad.
Por su puesto también vivimos la esperanza a tres semanas de las elecciones locales y regionales. A pesar de las deformaciones de la realidad, los sinsabores y los intentos de manipulación, confiamos en que se impongan las mejores propuestas y que los próximos años no tengamos que lamentar la materialización de un sueño errado, de una mala elección. Bienvenida la esperanza, pero como un llamado a la acción, al respeto, a la solidaridad y a la empatía.