La ALIANZA ANTIOQUIA (Unión de medios, universidades y organizaciones sociales) fiel a sus propósitos fundadores, alienta la esperanza de que los mandatarios elegidos y sus equipos de gobierno honren la confianza que la ciudadanía depositó en ellos
Si los votos fueran solamente números, el resultado global de las elecciones regionales no permitirían deducir un cambio significativo en la opinión política que se manifestó. Los grandes partidos cada vez más débiles y las pymes electorales, algunas de ellas familiares o eclesiales, mantuvieron su cauda, su cola. Pero explicar así el resultado es apenas un consuelo postizo.
Algo cambió que los números no dicen. Tanto, que a pesar de los números hay despechos y desolaciones en un lado pero esperanza e ilusión en muchos otros. Y los triunfos más significativos estuvieron de este lado, el de la esperanza, no solo porque se dieron en territorios políticos de gran influencia nacional sino porque además se lograron con base en temas políticos que sin ser nuevos fueron publicitados de manera más creíble por movimientos y líderes que sin ser revolucionarios se presentaron como alternativas.
El cambio fue cualitativo. Y el resultado no podría interpretarse sino como un duro regaño, por no decir una muenda, para la clase política en general y para el gobierno y su partido de gobierno en especial. Si los números les parecen caricias el resultado simbólico es una paliza. Y ese resultado es rubricado por el voto en blanco cuyo crecimiento global no parece muy expresivo pero que en territorios específicos resulta mucho más expresivo no solo como regaño y advertencia sino como desilusión y desencanto.
Pero no se trata solo un cambio de forma sino también de contenido. De la política como continuación de la guerra y del contrincante como enemigo absoluto, se abre, al menos la esperanza, de la política más amable, más solidaria y más libertaria. Y de los temas propios de la polarización que exacerba lo más vulgar y primario del ser humano, útil solo para el mercader de la política, se abre la discusión sobre temas más comunitarios, mas sociales. No es lo mismo la política girando en torno a la guerra que la política girando en torno a la desigualdad social. No es lo mismo la política que piensa en elecciones instrumentalizando el bienestar social que la que instrumentalización de la política para el bienestar social. No es lo mismo una sociedad que recurre a la política para solucionar sus problemas que una sociedad que recurre al conocimiento para lo mismo. Ese asomo es lo que se filtró por entre los votos de las pasadas elecciones. Y ahí es donde radica el cambio.
Como una cosa es llegar y otra es gobernar, hay que estar siempre pendientes para que no sumemos una nueva frustración. La agenda política tiene, por fortuna, un referente respecto del cual la ciudadanía puede medir si los gobernantes elegidos (gobernadores, alcaldes, diputados concejales y ediles) merecieron su confianza ya no con base en los equilibrios burocráticos sino con base en indicadores de bienestar social y de desarrollo equitativo y sostenible. Ese referente se encuentra en los siguientes 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y constituyen un reto para que los gobernantes los apliquen en específico:
El fin a la pobreza en todas sus formas, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible, garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades, garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas, garantizar la disponibilidad de agua y su ordenación sostenible y el saneamiento para todos, garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos, promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, construir infraestructura resiliente, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación, reducir la desigualdad, lograr que los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible, proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica, promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.
Es utópico pedir que se logren rápidamente y por completo, pero no lo es que nos vamos acercando con firmeza, sin pausa y sin retroceso. Por eso, abierta la esperanza, lo que sigue es cultivarla para poder cosechar. Y es en ese sentido en que la ALIANZA ANTIOQUIA (Unión de medios, universidades y organizaciones sociales) fiel a sus propósitos fundadores, alienta la esperanza de que los mandatarios elegidos y sus equipos de gobierno honren la confianza que la ciudadanía depositó en ellos y por eso mantendrá toda su capacidad y su voluntad dispuesta para que la ciudadanía haga valer su mandato.