La perspectiva ciudadanizante del grupo que se ha propuesto reavivar el proceso No Matarás  ha convertido en promesa de una amplia conversación ciudadana lo que hace tres semanas era una irreverente protesta simbólica, no ausente de visos vandálicos, contra el aumento de homicidios en la ciudad y la confusión en las políticas municipales en defensa de la vida y la seguridad.

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El 29 de julio, los activistas tiñeron con anilina vegetal roja representativas fuentes de agua en el centro de Medellín. Tenían el propósito de alertar por el crecimiento de la violencia homicida. Su gesto fue recriminado por el secretario de seguridad, encargado, y por el alcalde Federico Gutiérrez, que amenazaron con sancionarlos bajo parámetros del Código de Policía por haber dañado bienes públicos y ocasionado gastos en la limpieza de las aguas teñidas.

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La incapacidad de la actual Alcaldía para reconocer la crítica ciudadana como substancia de la vida pública y la calidad de la democracia y su negativa a dialogar con quienes disienten de ella, fueron aprovechadas por los jóvenes para desatar un interesante proceso, al que nos sumamos, de conversaciones públicas sobre el respeto y la protección a la vida en Medellín. Para impulsarlo anuncian que aprovecharán remanentes de las donaciones que recibieron para pagarle a la Alcaldía la inversión en limpieza de fuentes, así como el entusiasmo de la ciudadanía y la divulgación en medios de comunicación y redes sociales.

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El apoyo de la ciudadanía a este proyecto muestra a una sociedad que reclama volver a poner la vida como prioridad de una política de seguridad que esté enmarcada en criterios institucionalistas, los cuales incluyen el respeto a la Fiscalía, las autoridades de justicia, y que su desarrollo se cumpla en estricto respeto del marco legal.