Durante los dos últimos años la desforestación se está concentrando en la Amazonía y en el pacífico nariñense, principalmente por causa del incremento de los cultivos ilícitos.
Quiero rematar los temas de la sedimentación de embalses y de la protección del recurso agua, tratados en anteriores columnas, con un bosquejo del estado de la erosión de los suelos en nuestro país, que es la causa de los mayores problemas ambientales relacionados con los embalses y de los desastres naturales por avenidas torrenciales e inundaciones, así como de la destrucción de suelos aptos para la agricultura y de las afectaciones a las obras de infraestructura.
Tal como lo tituló el periodista Javier Silva un artículo publicado en el 2015 en Periódico El Tiempo, “Colombia se queda sin piel: la erosión afecta a casi medio país” y aclara que el suelo es la piel de la tierra (y los árboles su vestido). En efecto, el primer Mapa de Degradación de Suelos por Erosión publicado en 2015 el Ideam muestra la siguiente preocupante situación:
Ahora miremos lo que sucede con la tala de los bosques, es decir con la pérdida del vestido que cubre la piel de nuestro territorio. Como bien se sabe, la función del follaje boscoso es esencial para la conservación de los horizontes más superficiales del suelo, ya que amortigua el impacto de las gotas de lluvia.
Según el Ministerio del Ambiente, en el período 1990-2015 Colombia perdió 6 millones de hectáreas originalmente cubiertas de bosque y, por otro aspecto, durante los dos últimos años la desforestación se está concentrando en la Amazonía y en el pacífico nariñense, principalmente por causa del incremento de los cultivos ilícitos.
De acuerdo con el profesor León Sicard, de la Universidad Nacional, una de las regiones más afectadas por erosión en Colombia es la promisoria Orinoquía y el proyecto agroindustrial de la altillanura, esto por causa de la fragilidad de sus suelos, que los hace vulnerables a procesos erosivos de origen natural.
En la macro cuenca hidrográfica Magdalena-Cauca, donde se concentra la mayor cantidad de la población colombiana, un 73% de su superficie está afectada con algún grado de erosión, en el cual se incluyen 2 millones de ha (7,5% de área total de la macro cuenca) con afectaciones de severas a muy severas. Según Enrique Forero, actual presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el río Magdalena pasó de transportar anualmente 144 millones de toneladas de sedimentos entre los años 70 y 2000, a 188 millones de toneladas/año hoy; de este total, 9,5 millones de toneladas se depositan en la bahía de Cartagena. Uno de los graves efectos de esta sedimentación es la muerte de los corales, hasta el punto que Parques Nacionales Naturales calcula que el arrecife coralino se ha reducido en más del 35%.
Otra de las causas que están agravando los procesos de erosión es la minería ilegal, tal como sucede en las cuencas de los ríos Porce y Nechi en el Departamento de Antioquia, igual que en varias zonas del Departamento del Chocó.
Según la ONU, América Latina tiene las reservas de tierra cultivable más grandes del mundo, por lo que el cuidado y preservación de sus suelos es fundamental para que la región alcance su meta de erradicar el hambre y mantenga sus reservas de biodiversidad, “El hecho de que los suelos no sean un recurso renovable, hace que su preservación sea un reto todavía más urgente", dice Eve Crowley, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Esperemos que la llegada del colega geólogo Ricardo Lozano al Ministerio del Ambiente, un especialista en Cambio Climático y conocedor de la situación de deterioro de los suelos por efecto de la erosión, signifique la implementación de acciones urgentes en las siguientes directrices: 1.Control de la tala de bosques en la Amazonia, para lo cual se requiere un decidido apoyo de nuestras fuerzas armadas. 2. Control de la erosión de los suelos en la Orinoquia, que incluya también planes de manejo de la cuenca alta del río Meta situada en la zona cordillerana y 3. Un gran plan de manejo de la macrocuenca Magdalena-Cauca, donde además de la mayor parte del parque de generación hidroeléctrica nacional se tiene el proyecto de navegabilidad del río Magdalena e Hidroituango, temas estos a los cuales me he referido en anteriores columnas. Todo esto tiene que estar acompañado por programas de educación ambiental, extensivos a todos los niveles de nuestra población.