La economía naranja todavía está verde

Autor: Guillermo Maya Muñoz
9 julio de 2018 - 12:06 AM

La economía naranja es un negocio. Los productos creativos dan lugar a derechos de propiedad intelectual, y estos derechos hay que protegerlos para favorecer su desarrollo.

 

La Economía Naranja, una Oportunidad Infinita es el libro que el presidente electo 2018-2022, Iván Duque y su coautor Felipe Buitrago publicaron bajo los auspicios del BID en 2013, y que ha recibido numerosas menciones laudatorias, de campaña política, sin ninguna mirada crítica.

Este libro, pero que no es tal, tiene el formato de una exposición larga en power point, el programa más usado para exposiciones y conferencias, que ayuda a visualizar conceptos, estadísticas y gráficas y que facilita la exposición del conferenciante.

¿Qué se entiende por economía naranja? Según los autores, “la economía creativa, en adelante la Economía Naranja, representa una riqueza enorme basada en el talento, la propiedad intelectual, la conectividad y por supuesto, la herencia cultural de nuestra región”. ¿por qué naranja? Porque el color naranja simboliza la creatividad.

Los autores Duque y Buitrago afirman que: “Este manual puede o no leerse de corrido. Cada letra y cada símbolo han sido cuidadosamente ubicados para compartir ideas y generar conocimiento. Presenta ideas en lugar de párrafos. Información en lugar de datos. Tiene conceptos en lugar de imágenes”.

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Este es un párrafo poco afortunado para empezar: Tiene ideas y no párrafos. Es como decir que los párrafos en los libros no presentan ideas. Información y no datos. Bueno, los datos son una información cuantitativa, y este libro hace un uso abusivo (demasiados números) de los mismos desde el principio. También tiene más imágenes que conceptos.

La economía naranja incluye los bienes y los servicios creativos. En cuanto a los bienes, están: “las artes visuales y `performativas´ (artes escénicas, las actuaciones y presentaciones), la artesanía, el audiovisual, diseño?y nuevos medios. En cuanto a los servicios creativos: arquitectura, cultura y recreación, Investigación y desarrollo, y la publicidad”.

El acuñamiento del concepto de “economía creativa o “naranja”, reconocen los autores, se debe a John Howkins, autor del libro La economía creativa (2001), quien tiene como su principal interés el uso de patentes para proteger la propiedad intelectual, como instrumento y apoyo de la economía creativa (http://www.creativeeconomy.com/john.htm). Y este también es el propósito de Duque-Buitrago. La economía naranja es un negocio. Los productos creativos dan lugar a derechos de propiedad intelectual, y estos derechos hay que protegerlos para favorecer su desarrollo.

Sobre estos planteamientos se podría hacer varias observaciones criticas. En primer lugar, la amplitud del concepto. Tantas cosas y tan variadas en su propósito como en su contenido metidas en el saco de economía “naranja” no permite distinguir la naturaleza de cada una de ellas, para diferenciar su importancia así como el tipo de política que habría que hacer para estimularlas. No es lo mismo la literatura, el teatro o la trova paisa que las actividades de investigación y desarrollo tecnológico (C&T), y las prioridades son diferentes.

En segundo lugar, los mayores obtentores de patentes son los países desarrollados con una fuerte inversión de los gobiernos que corren los riesgos en las nuevas tecnologías, como el GPS, la pantalla táctil, el desarrollo de internet, etc. Estas innovaciones fueron el resultado de la inversión pública mientras las empresas privadas las incorporan en su productos, como en el caso de Apple, y que se privatizan en formas de patentes y nuevos productos, como ha señalado Mariana a Mazzucato. Es decir el estado tiene un papel importantísimo en la innovación científico-tecnológica. No es cierta, entonces, la pregunta ¿Cómo se explica, entonces, que la Economía Naranja reciba tan poca atención (…) de los gobiernos en particular?” (Duque-Buitrago). En Latinoamérica sí, Asia es otra cosa con China, India y Corea.

En consecuencia, los países desarrollados tienen el mayor porcentaje de patentes; es decir, tienen el monopolio de las mismas que se convierten en una vía para apropiarse recursos de los países atrasados que son compradores netos de tecnología, situación que a su vez bloquea sus propios sistemas de I&D porque es más fácil comprar que hacer innovaciones propias.

Lea: Estructuras económicas determinan atraso político

En tercer lugar, internet se ha convertido en un medio que hace cada vez mas difícil el reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual sobre los bienes culturales, libros, música, imágenes, medios, etc., y también productos científicos, libros y revistas, en su forma digital, porque internet da libre acceso a estos bienes a un costo marginal cero, gratis, mientras los derechos de propiedad intelectual se han erosionado vertiginosamente (Paul Mason, 2015, Post-capitalismo: una guía para nuestro futuro). Aunque, en muchos casos, los ingresos por publicidad compensan los ingresos por derechos intelectuales.

En consecuencia, en cuarto lugar, el entramado institucional internacional está estructurado para el beneficio de los países desarrollados que han utilizado los llamados TLC (Tratado de Libre Comercio) para imponer los derechos de propiedad intelectual de las transnacionales sobre las naciones atrasadas al mismo tiempo que reciben en contraprestación licencia de corso para patentar la flora y la fauna nacional para propósitos comerciales. Además, tratan de privatizar y controlar a internet.

Sin embargo, los países desarrollados para alcanzar ese estado de desarrollo no siempre respetaron la propiedad intelectual. Este es el caso histórico de los países desarrollados y EE. UU., en particular. Según el profesor Doron Ben-Atar, director del departamento de historia de la U. de Fordham (EE. UU.), autor del libro Trade Secrets: Intellectual Piracy and the Origins of American Industrial Power (Yale UP, 2004) “el cumplimiento laxo de las leyes de propiedad intelectual fue uno de los principales factores del progreso económico de EE. UU., (…) Por lo demás, lo que hizo EE. UU. fue también práctica común para las demás naciones avanzadas. ¿Qué lección nos deja esta historia a los países pobres y de ingresos medios? ¿Es la piratería inevitable y una necesidad?” (GM, El gran pirata intelectual, elmundo.com, junio 4-2007).

Estas asimetrías “creativas” entre países desarrollados y países atrasados ¿qué opción le dejan a estos últimos? ¿Significa esto que se deben dedicar a las actividades creativas de “herencia cultural”, y abandonar el campo de la C&T para los países desarrollados? Ese es el camino del atraso, aunque se tenga la última tecnología en teléfonos y conectividad en el bolsillo. La clave de la tecnología no es consumirla sino producirla.

Sin duda, hay que promover el talento nacional, artístico y científico, pero las fuerzas del mercado no lo harán por sí solas, es necesario un gasto creciente para su promoción, en el marco de un sistema nacional de innovación.

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