La Basílica Metropolitana no escapa a las consecuencias del deterioro y la degradación humana que afectan todo el sector de Villanueva, en el Centro de Medellín.
Navaja en mano el hombre corrió por la nave central derecho hacia el altar, donde el Padre celebraba la eucaristía matinal. El miedo ahogó hasta los suspiros, porque todos, fieles, sacristán y demás ayudantes, pensaron lo peor.
Sereno y sin pronunciar palabra, el padre esperó esos segundos, que para los presentes fueron una eternidad. “Padre, Padre, ayúdeme que me van a matar”. Gritaba el hombre cuando al instante irrumpieron otros dos hombres armados con palos.
En su desespero, el hombre de la navaja corrió hacia la primera puerta que vio abierta, la Sacristía, y hasta allá lo siguieron los dos hombres. En ese sagrado lugar, tal vez el único espacio que nunca ha sido remodelado desde la fundación del templo (1931), donde se guardan todos los objetos que se utilizan en las celebraciones religiosas y además que parece vigilado por las miradas que desde los cuadros colgados en la pared proyectan los Obispos y Arzobispos que han morado allí, se armó la de Troya. Batalla campal, con golpes, taburetes que volaban y gritos que espantaban el silencio, aunque apenas unos segundos después ingresaron los agentes de la Policía para controlar la situación. Gresca que, de acuerdo al relato de los trágicos actores, se originó porque el de la navaja había atracado y herido a uno de los dos hombres que fueron tras él.
En medio de los nervios y la incredulidad, el padre pudo terminar la ofrenda.
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“Pero no es solamente esto, lamenta el sacristán, todos los días hay un evento de seguridad, dentro o fuera del tempo. Estamos en medio de una difícil situación, porque el deterioro del sector es inocultable debido a la proliferación de drogas, prostitución, consumidores y habitantes de calle”, complicaciones que desde hace más de tres décadas llegaron al sector, pero que hoy tienen más presencia que antes.
Y cuenta que “está la señora que se arrodilla a rezar y por detrás el habitante de calle o el cosquillero registrándole el bolso. Una señora que había retirado dinero del banco y para sentirse segura se vino para el tempo, pues aquí, junto al sagrario, se le arrimaron unas personas y la señora terminó con escopolamina y le robaron su platica. Está el que viene, saluda al padre, que es muy cercano a todos, entonces la gente cree que es conocido o de pronto un amigo del padre y luego el tipo se va a ofrecer cosas o servicios y resulta que es un estafador. Está el habitante de calle que en misa de 6 de la tarde se subió al altar y se desnudó delante de todo el mundo”.
Y no faltan los amigos de lo ajeno, “los que se llevaron la organeta de la Sacristía, el micrófono y todo lo que encuentran a su alcance. Últimamente se han dedicado por las noches a dañar las puertas arrancándoles pedazos de las láminas de cobre que las cubren, o a destrozar las escalas del atrio para llevarse los biseles metálicos”. Todo eso lo venden o lo cambian por drogas.
Pero no es lo peor, lo más triste es que hay trabajadoras sexuales que utilizan las últimas bancas como oficina para cuadrar sus clientes, y más infame aún, los que utilizan los confesionarios como escondite para tener sexo: “de allí hemos sacado al señor mayor que llega con un jovencito, a la muchacha que llega con su cliente, o al habitante de calle que quiere convertir el confesionario en su cuarto para dormir”. Increíble.
Todo eso pasa en la Catedral Metropolitana de Medellín, en pleno Centro de Medellín y en pleno Parque de Bolívar, por lo que cada vez son menos las personas que acuden a las celebraciones que se realizan en ese santuario, que no sólo es sagrado por su significado religioso, sino que es el principal templo de la Arquidiócesis de Medellín, un patrimonio cultural, arquitectónico y Monumento Nacional que merece el más grande respeto, como se deben respetar los templos y los sagrarios de todos los credos religiosos.
Y no se olviden los malos olores, los que generan con sus excrementos habitantes de calle y consumidores, que también en otras épocas raspaban los ladrillos del templo para aumentar el volumen de las sustancias que consumen, acelerando con ello el inevitable deterioro de esas paredes carcomidas y debilitadas por el tiempo y la humedad.
¡Qué tragedia, Señor¡ La desdicha humana que acecha la Catedral y atropella hasta la oración.
Historia de la Catedral
Nombre oficial: Catedral Basílica Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María.
1890 inicio de la construcción diseñada por el arquitecto francés Charles Émile Carré.
1931 Inauguración y primera celebración de una Eucaristía.
1’120.000 ladrillos se utilizaron en su construcción.
1921 se instalan en los muros laterales los vitrales traídos de España, verdaderas obras artísticas.
1928 se instalan las actuales bancas de madera, obra del Maestro Luis Eduardo Arenas.
1952 se instalan los actuales confesionarios, cada uno de tres cuerpos, de 3,45 mt. de alto y 2,50 de ancho.
1952 se instalan las trece lámparas que hoy sirven de luminarias, incluida la más grande, detrás del altar.
1952 se instalan las cuatro campanas, fundidas en Alemania, en bronce, cobre, estaño y plomo.
1982 el 12 de marzo fue declarada Monumento Nacional de Colombia.
1995 se construye el Museo de arte religioso, en el que se encuentran obras pictóricas de los siglos XVII, XVIII y XIX, además de esculturas de siglos XVIII y XIX.