El covid-19 nos deja varias lecciones: hemos explorado el teletrabajo y en muchos casos ha sido eficiente, lo que evita millones de desplazamientos diarios y la disminución de CO2 en el entorno sin afectar la productividad.
Einstein aseguró que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progresos”. Este sacudón del covid-19 nos da más tiempo para reflexionar y vivir más lento, nos permite cuestionarnos las relaciones que hemos construido con los otros y con el entorno.
Durante estos días de cuarentena la naturaleza se ha dado un respiro: el aire de Medellín nunca reportó mejores condiciones desde hace cuatro años, el sonido de los pájaros es más evidente y en el Caribe colombiano se ha vuelto más común avistar delfines.
El impacto ambiental más fuerte para el planeta somos nosotros mismos; como humanos hemos tenido una visión antropocéntrica, en la cual creemos (o creíamos) que la naturaleza es un objeto, en lugar de entender que somos parte de un ecosistema y que la relación debe ser de respeto.
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El nivel de sobrepoblación agudiza este fenómeno, en 40 años hemos pasado de tener una población de 4 mil millones de habitantes a cerca de 8 mil millones, según cifras del Banco Mundial, eso implica que más personas demandan alimentos, empleo, energía, agua, vivienda. Entonces, ¿cómo lograr un equilibro entre ambiente e igualdad social?
El covid-19 nos deja varias lecciones: hemos explorado el teletrabajo y en muchos casos ha sido eficiente, lo que evita millones de desplazamientos diarios y la disminución de CO2 en el entorno sin afectar la productividad. Un método que puede implementarse masivamente en las organizaciones que por objeto no requieren la presencia física de sus empleados, sino que es suficiente con tener conexión a internet; asimismo aplica para la educación básica y universitaria.
También nos hemos dado cuenta de la importancia de coexistir entre las distintas actividades y de ser éticos ambientalmente: es tan importante la agricultura para producir los alimentos, como las hidroeléctricas y la minería para tener energía y tomar agua de los grifos por mencionar algunos sectores económicos.
Por eso no deja de sorprender que haya personas que cuestionen las ayudas que requieren millones de personas, que si es de una empresa privada dicen que aprovechó la necesidad para ganar licencia social y poniendo publicidad, que si un banquero donó, fue por cuenta de lo que le ha robado al país, que si un congresista anuncia apoyo, que es muy poquito. Esa no debe ser la actitud, menos cuando “pasamos de una crisis de salud pública a una crisis humanitaria y económica” como lo aseguró esta semana el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla.
Tampoco aplica “lo que dé tu mano derecha que no lo sepa tu izquierda”, por supuesto que hay que anunciar las ayudas para que la mayoría de las personas que no tienen cómo sobrellevar estos días puedan tranquilizarse y no llenarse de zozobra.
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Sorprenden comentarios egoístas como los de la directora de la Mesa Técnica del Suroeste en Twitter, donde afirma que “los jubilados quieren volver al Suroeste de Antioquia a cultivar una mata de plátano (…) Volver a lo simple” queriendo cercenar el futuro y las oportunidades para los jóvenes que viven en la subregión y que hoy más que nunca las requieren, como se lo mencionó Carlos Augusto Giraldo, presidente del Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño y dos veces alcalde de Jericó: “Los NO jubilados del Suroeste queremos producir conservando y conservar produciendo para poder alcanzar pensión”.
No hay que generar condiciones para un grupo poblacional sino para todos, por eso celebro que, desde el mismo Suroeste y puntualmente desde Jericó, Sebastián Salinas, un joven emprendedor, haya visto esta coyuntura para implementar una aplicación móvil de domicilios, al estilo de Rappi, que impacta positivamente a los comerciantes y desincentiva el contacto social, tan vital para superar la pandemia. Es con ese tipo de actitudes, de construir y proponer, que saldremos más fortalecidos y seremos una mejor sociedad. La crítica por sí sola, no es suficiente.