La crisis en Oxfam no puede minar el humanitarismo

Autor: Dirección
21 febrero de 2018 - 12:00 AM

A pensadores y expertos les exigirá recordar que el valor y ejercicio de la solidaridad forman sociedades equitativas e incluyentes, contrarrestando el oportunismo de extremistas que cabalgan en el escándalo para atacar el humanitarismo.

En 2006 en Chad y Sudán del Sur, así como en 2011 en Haití, funcionarios europeos de Oxfam contrataron a prostitutas de esos países, usando, según acusaciones publicadas en medios de comunicación, recursos de la organización. Con esos actos, en los que observadores encuentran brotes de racismo, violaron su dignidad de cooperantes humanitarios en las luchas contra la pobreza y por la recuperación del país tras el devastador terremoto. También fueron más allá, pues minaron la confianza de donantes, aliados y receptores de ayuda en la prestigiosa institución, salpicando también la que han conquistado los organismos de ayuda humanitaria.

Oxfam es una ONG fundada en 1995, con sede jurídica en los Países Bajos y administrativa en Gran Bretaña. Para su creación, en Oxford, reunió a veinte organizaciones expertas en la lucha contra la pobreza instituidas desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Por el trabajo heredado de sus fundadoras y el realizado, Oxfam adquirió gran prestigio internacional como cooperante y como analista de los problemas asociados a la pobreza, al punto de que sus estudios y pronunciamientos se han convertido en referencia para académicos y medios de comunicación.

Lea también: Cuando las cifras ocultan

Hoy, la confianza del mundo en Oxfam comienza a resquebrajarse. Algunos embajadores de buena voluntad declinaron sus nombramientos; gobiernos como el británico, uno de sus grandes aliados, así como un importante número de donantes, le han quitado su ayuda, y en los medios se discute más el escándalo que, como hasta ahora, su gestión. Ante la crisis, sus directivos han presentado disculpas en medios de comunicación y ante organismos como el Parlamento Británico, y además anuncian un plan de acción para fortalecer los proyectos de protección, mejorar su selección y consolidar la cultura interna, correctivos que podrían evitar la reedición de estas vergüenzas, pero que, al mismo tiempo, sus cooperadores tendrán que controlar, a fin de garantizar las buenas prácticas que garantizarán la supervivencia de una institución que ha hecho al mundo más humano.

El escándalo que ha rodeado a Oxfam ha propiciado la reapertura de discusiones nunca cerradas sobre las metodologías de la cooperación internacional para el desarrollo, como la que brinda esa entidad luchando contra la pobreza, así como la emergencia de radicales contradictores de la ayuda humanitaria, estos provenientes de extremos ideológicos. Ya las ONG y otros organismos de cooperación definirán si el modelo de ayuda enviada a países que no son invitados a participar de la gestión que en ellos se cumple, está perdiendo credibilidad y disminuyendo su eficacia. Otra cosa, y muy seria, es la pretensión de desprestigiar la ayuda humanitaria con fines de erradicarla.

Tanto desde la extrema izquierda como desde la extrema derecha, algunos opinadores han aprovechado esta situación para una campaña de desprestigio a la ayuda humanitaria por los derechos humanos o para el desarrollo. A más de oportunistas, estas necias palabras desvirtúan el valor de la solidaridad, uno de los más importantes en la formación de sociedad, y su potencia transformadora de realidades, que sería difícil enfrentar por otros medios. Para las palabras contra Oxfam y contra el humanitarismo, es preciso tener oídos sordos.

Vea además: Protección, verdad y justicia para los Embera Dóbida de Chocó

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