La desinformación deliberadamente crea ambigüedad sobre un hecho doloroso como el de Bojayá en cuya ceremonia religiosa manifiestamente se ha olvidado hacer referencia necesaria a los victimarios
Ha llegado el momento en que cuando leo ciertos periódicos o escucho ciertos telediarios me entran unos deseos firmes de no volver a leer periódicos ni a escuchar los noticieros de t.v pues es tal la manipulación que hacen de la información que ni siquiera ya la sección deportiva se escapa de estas perversiones políticas o comerciales. Jean Baudrillard analizó casi que exhaustivamente estas mutaciones de la comunicación desde cuando los medios de comunicación tenían en cuenta el debido respeto al lector o el televidente para crear opinión pública respecto a los grandes problemas nacionales o para ilustrar debidamente los conflictos internacionales que incidían de manera directa en nuestra sociedad tal como sucedió con la Guerra Civil española o con la Segunda Guerra Mundial con la guerra de Corea, con las guerras africanas, hasta cuando Baudrillard llegó a una única y palmaria conclusión: la muerte de la verdad, la conversión de los hechos en noticia de consumo y no de reflexión y por supuesto lo que supone hoy la sociedad, la cultura, la política del simulacro, el grado Xerox de la escritura en una sociedad definida por lo líquido. El periódico pasó de ser el portador de ideas esenciales sobre la libertad, sobre la defensa de la sociedad, o la condena de cualquier tipo de violencia que pero que al convertirse en una mera empresa comercial adoptó la línea más fácil: suplantar las páginas de opinión, de la crónica por una información taquigráfica, incolora e insabora propicia al fake news, a la llamada verdad posmoderna o sea a una terrible ausencia de responsabilidad ética. En Colombia la información crítica sobre los acontecimientos internacionales no pasa de tener un tiempo mínimo ante las secciones de frivolización de la vida política y de información sobre la vida de farándula lo que permite que el desconocimiento de la verdad sobre Venezuela o Nicaragua o Chile se convierta en un vacío informativo fácil de manipular. Cristian Salmón notable pensador de quien hace algunos años reseñé un texto muy importante: Storytelling o sea el relato que cada gran empresa comercial o política construye mentirosamente para imponer su imagen, para dar credibilidad a los mensajes que emite tal como se hizo evidente en el relato que sobre el proceso de Paz construyó oficialmente el santismo a través de los diversos medios de comunicación. Como aclara Salmon el Storytelling llevó la política al terreno de la teatralización, al entretenimiento y la irracionalidad de los afectos, a formatear las mentes, adueñarse de la opinión pública, de las prácticas sociales y la memoria de individuo. Un elemento de persuasión y dominio. Pero sucede que como lo demuestra la publicidad, la proliferación de relatos termina por caer en la saturación, por anular su eficacia difamatoria y como señala Salmon: “Hoy vivimos de narradores no confiables y ante este descrédito se recurre a la transgresión, a la provocación”.
La desinformación deliberadamente crea ambigüedad sobre un hecho doloroso como el de Bojayá en cuya ceremonia religiosa manifiestamente se ha olvidado hacer referencia necesaria a los victimarios cuyo nombre todos conocemos, todos sabemos dónde están ahora. Supuestamente entonces nadie de las Farc arrojó el cilindro de gas que al estallar asesinó a cien personas, treinta niños entre ellos. Es además dice Salmón la nueva información donde se acorta el tiempo en las noticias: antes era el informe de 24 horas, después de 24 minutos y ahora de 24 segundos, un flash que evita recordar las responsabilidades éticas personales. En una reciente entrevista con El País, Salmon es muy claro. “Una sociedad pilotada por la comunicación falsificadora y por las medias verdades va directa al abismo”.