“…Es algo así como crear un entorno consciente de las obligaciones que implica vivir en un gran conglomerado social, y en esa proporción de cumplimiento, exigir los derechos…”
Hoy en el mundo entero el tema fundamentalísimo es definir el rumbo de las ciudades, en eso se trabaja desesperadamente, unos hablan con mucha propiedad y hasta con un tono fuerte del derecho a la ciudad, apoyados por todo el despliegue que la ONU Hábitat ha generado al respecto. Otros, en contraste a esa tendencia de reclamar derechos, vienen en una oleada que cada vez más se posiciona: trabajar por la construcción de una ética urbana. Es algo así como crear un entorno consciente de las obligaciones que implica vivir en un gran conglomerado social, y en esa proporción de cumplimiento, exigir los derechos. Ya de por sí, hablar de ética suena como a poesía en estos tiempos, ahora, si le adicionamos a ese valor tan inconmensurable la palabra ciudad, se nos forma una expresión urgente de implementar: Ciudad Ética. Ahí les mando esta gran propuesta para las tesis que las universidades ponen como requisito de grado, a los mismos que van a gobernar y se burlan de las normas, a los ingenieros que se les caen los edificios, pero pudieron comprar su carro, a los médicos que ordenan exámenes innecesarios porque ganan por paciente remitido, en fin, a los que en nombre de la ética juran en vano cuando se gradúan y ni Dios, ni la Patría dicen nada. Lo complejo es que toda esa amplia gama de profesionales viven en las ciudades, pero compiten entre ellos, no construyen juntos. Por eso los que piensan que la ética se puede ubicar en las oportunidades que ofrecen los procesos de urbanización y que así se van a reducir las brechas sociales, están construyendo ciudades cosméticas, sin fondo, sin futuro, invirtiendo en lo accesorio y olvidándose de lo principal.
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Incentivar el cumplimiento de las obligaciones, para reducir las vulneraciones a los derechos es una definición muy precisa de ciudad ética. Lo pongo en estos términos porque, luego de escuchar al profesor Mauricio Correa Casanova de la Universidad de Chile hablar de la necesidad de diseñar y construir ciudades éticas, se me vinieron a la cabeza muchas cosas sobre las que hemos trabajado para que nunca más pasen en estos años en toda América Latina, una de ellas: i) la estrategia de la desinformación, versus el afán de popularidad; Medellín, como el ejemplo bandera. Lo otro es: ii) la retórica del discurso urbano, donde hay un par de palabras claves para que parezca técnico el relato, pero no pasa de ahí, sigue siendo intención, no acción. Una ciudad ética enseña al ciudadano de los temas de la administración, no lo entretiene con fiestas insulsas, lo pone a producir, le pone tareas y le hace seguimiento al cumplimiento. Trabaja a largo plazo, no es cortoplacista.
La población responde con una gran carga de regionalismo a la pegunta: ¿Le parece que las cosas van bien en su ciudad? Pero luego de la respuesta, hay una interminable lista de desacuerdos. La razón; el que gobierna lo hace para los que lo eligieron, no para la inmensa mayoría que no lo hizo, entonces, vuelve y aparecen dos expresiones con la palabra clave: 1) la ética del bien y el interés común 2) la ética profesional. De la primera tengo que decir, en concordancia con el i) del párrafo anterior, que términos como: paticipación, sostenibilidad, ciclorutas, espacios públicos, movilidad, entre otros, son dogmas de fe, la gente cree ciegamente en eso, aun sin ver que resuelvan algo, además son asuntos que no se planean, pero bien articulados hacen un discurso absolutamente convincente para cualquiera, pero que nadie sabe para donde van esos conceptos de cara al bien y al interés común. Mejor dicho, hay que elaborar esas propuestas con los que las van a usar, no se puede imponer un significado, se construye casi que micro territorialmente. Eso es en términos simples una ética del bien y el interés común. De la ética profesional, tan desmejorada en estos días, somos víctimas todos, porque los semáforos en rojo también nos los pasamos, porque las filas nos las evitamos por un “ladito”, porque somos amigos de los que son, porque copiamos los exámenes, porque tomamos lo que no es nuestro, y así un sin número de faltas que parecen simples, pero que en forma generalizada, son los comportamietos de millones de personas en la ciudad y ya parecen normales, y la ética profesional se convirtió en un sueño que nos hace buenos profesionales, pero no integros. Por eso la ciudad ética, es un llamado urgente para tener futuro, una necesidad que nos obliga a constrir #CiudadaníaAntesQueCiudad