La ciudad plantea siempre la necesidad de saber leerla adecuadamente y estos son los retos que de inmediato debe enfrentar nuestro nuevo alcalde.
Estamos los ciudadanos a la espera de un nuevo alcalde, de un nuevo gabinete de gobierno y de un nuevo Concejo: en medio del infernal tráfico donde perdemos el humor, la cordura y por unos instantes somos ganados por la histeria ante esta locura de miles de motocicletas que se atraviesan descaradamente subiéndose a las aceras, golpeando los espejos retrovisores, cruzando en rojo en una abierto desafío al intento de racionalizar el flujo vehicular, de humanizar las calles, de rescatar el cumplimiento de los horarios laborales, educativos, con el temor de que aparezca la pareja de fleteros. ¿Laboralmente cuántas horas perdidas? ¿Cuánto desequilibrio psicológico? Porque detrás está la pregunta necesaria: ¿Cuáles soluciones a esta problemática fundamental se intentaron plantear durante los cuatro años de esta Alcaldía y porqué en este momento el caos vial se ha disparado? Comencemos por recordar que al continuar inmersa en este delirio vehicular que afecta hondamente la vida de la ciudad, de los ciudadanos, la ciudad se hace cada vez menos sostenible, que este shock permanente destruye cada vez más las posibilidades de ejercer por parte de la ciudadanía una conducta cívica ya que la guerra declarada entre pequeños vehículos y descomunales vehículos, entre motocicletas circulando sin ley alguna que pueda regularizar su tránsito, conduce, como en una novela de Ballard, a una tácita declaratoria de guerra con muchos muertos tal como lo demuestran las cifras de accidentes, de víctimas. ¿Quiénes se están beneficiando de esta confusión? ¿Qué economía puede resistir estas continuas agresiones? La falta de imaginación tecnológica de nuestros planificadores - ¿o el gravísimo daño creado al sustituir al especialista por un bisoño funcionario, cuota de algún político?- llevó a que las respuestas de nuevas vías para hacer frente al aumento del parque automotor no fueran planificadas a su debido tiempo pues la desaparición de la planificación de los territorios desapareció y a cambio ha llegado la improvisación en manos de funcionarios bisoños. Se planifica lo que comienza a presentarse como un problema de crecimiento, de desplazamientos, de fracturación del espacio urbano, el shock que supone cada día la llegada de nuevos invasores. El diseño urbano parte de estas consideraciones verificadas in situ pero ¿hace cuantas décadas, vuelvo y repito, se nos ha olvidado construir una calle, una avenida?, ¿hace cuántos años se había olvidado la presencia del árbol, del jardín como necesidad estética para la vista del peatón y respiro para el medio ambiente?, ¿quién ha planteado la urgencia de renovar el sistema de iluminación de la ciudad? El Medellín de hoy no es el de hace seis años pues debemos referirnos a tres, cuatro ciudades definidas por los nuevos habitantes, por las nuevas culturas, o sea por nuevos usos del espacio, autonomías que señalan la planificación urgente de estas complejas territorialidades. Para el populismo la belleza en el espacio urbano fue curiosamente un gasto innecesario o “un capricho burgués”. Resalto con entusiasmo por lo tanto los corredores verdes, logro de valor ambiental y sobre todo estético ejemplar.
¿Pero, cómo puedo calificar de diseño el “urbanismo” de esas materitas, de muchas de las ciclovías diseñadas para colocar en peligro a vehículos y transeúntes?, ¿la presencia de miles de bicicletas presupone la existencia de una cultura específica alrededor de una filosofía de recorridos enriquecidos visualmente o lo que en la mayoría de los casos se encubre son grandes contratos disfrazados de una supuesta “guerra contra el vehículo particular”? La ciudad plantea siempre la necesidad de saber leerla adecuadamente y estos son los retos que de inmediato debe enfrentar nuestro nuevo alcalde, no solo el Medellín reconocido sino los otros Medellín incorporados con vías integradoras, con otros espacios para el intercambio social pues la ciudad que no se puede recorrer a pie no existe y la tarea primordial del gobernante es incorporar más ciudadanos.