"Un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios, pronto pierde ambos".
En la Primera y Segunda guerras mundiales, en Corea, entre otras, Eisenhower, el general de cinco soles, que luego se convirtió en presidente de los Estados Unidos, entendió la miseria humana en la más desgarradora expresión. Él dijo una frase que me gusta mucho, la pongo siempre en la primera diapositiva a la hora de empezar a definir el camino para planear una ciudad: “Un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios, pronto pierde ambos”, una máxima que describía la realidad de las décadas más complejas que tuvimos a raíz de muchos enfrentamientos que mantuvieron en guerra al mundo por más de 30 años. Sin embargo, las ciudades, las pequeñas unidades territoriales, eran las que concretamente tenían el dato de cómo había sido de devastador, o no, el paso de la guerra por cada país, por cada continente. Y es que es verdad que todo lo que ocurra en las ciudades impacta a sus países, pero no hay que olvidar que principalmente afecta a las personas que en ellas viven, trabajan, consumen. Por eso, el gobierno de cada ciudad debe crear propuestas que transformen e incentiven a sus ciudadanos para que enérgica y decididamente participen en la construcción del desarrollo, sea lo que sea que eso signifique; en todo caso pensar en los demás suma mucho para que ese tan anhelado desarrollo llegue. Si logramos asimilar que lo bueno o lo malo que hagamos o dejemos de hacer afectará a ese camino, será muy simple.
La célula es la ciudad, es la unidad territorial que conforma todo, por eso el objeto de la planificación estratégica tiene que ser la ciudad, que adicionalmente es donde hoy define la calidad de vida de las personas, no sólo porque una gran parte de ellas viven en las ciudades, sino porque el modo de vida humano de alguna manera ha devenido en un modo de vida urbano, incluso en aquellas sociedades todavía más ruralizadas, en aquellas sociedades en que la ciudad aún no han tomado forma como espacio predominante; todo está dispuesto como si fuera una. Las relaciones humanas, las relaciones económicas, las relaciones sociales, muchas de las conversaciones, se basan en modos de vida urbanos, por lo tanto todo lo que trabajemos sobre la mejora de la calidad de vida relacionada con estos modos de vida urbanos van a ser fundamental para el bienestar de las personas. Un ejemplo de este proceso es la inversión en educación que se hace para transformar todos estos modos urbanos a unos de mejor comportamiento, entonces, si las condiciones laborales que ofrece este nuevo ciudadano formado son indignas, generarán un efecto contrario al esperado, por el contrario si se declara públicamente que paga lo justo, ni más, ni menos para contrarrestar lo que venían haciendo con él y para contribuir a la construcción de ciudad, todos los esfuerzos hechos valieron la pena, pero nadie puede saber el desenlace de un ciudadano al que se le proporcionaron todos los recursos para estudiar, pueden ser como el primero, pueden ser como el segundo.
En síntesis, irresponsablemente parafraseando al general Eisenhower, hay que definir como prioridad el principio, cacofónicamente pronunciado y reiterado en muchas de mis columnas: el principio es el principio, si no se trabaja hacia esa dirección, todo lo que se haga es un privilegio que no se puede tener, en otras palabras una infraestructura urbana sin la infraestructura humana no es estratégica. La definición de prioridades para las ciudades de los países en vía de desarrollo está necesariamente concentrada en la satisfacción de las condiciones mínimas vitales, a partir de ahí, la generación de propuestas para un modo de vida urbano donde nadie pase por encima del otro, ese es el fundamento de #CiudadaníaAntesQueCiudad