Una carretera no sólo reduce distancias sino que nos enfrenta a las preguntas que aparecen al encuentro de una diversidad social que nos era desconocida
Comunicados de prensa, noticias ambiguas, declaraciones escuetas de escuetos funcionarios: lógicamente todas estas piruetas tienen una sola finalidad, negarnos la verdad de los hechos sobre un grave percance que los habitantes de una región han comenzado a vivir. La realidad, diría Baudrillard, es tratada de anular hasta de los mismos imaginarios de las gentes con fines eminentemente políticos para que la opinión pública carezca de los elementos de juicio indispensables a la hora de señalar responsabilidades. ¿En qué lugar del mapa queda situado finalmente Ituango? Cobro conciencia del problema cuando propongo hacer un viaje por carretera hasta Tolú para revivir recuerdos ya que esta carretera ha sido el escenario de mi vida y de la de millones de antioqueños desde hace sesenta años pero me indican que no ha pasado el peligro de que se rompa la presa y se desaten sus aguas cubriendo a cerca de 150.000 personas con sus viviendas, sus negocios y la carretera a la Costa ha sido cerrada e incluso ya se habla por parte de las autoridades de construir una nueva carretera. Y esto se dice sin medir lo que sentimentalmente significaría borrar lo que suponen miles de imágenes atesoradas a lo largo de los años como un patrimonio personal y colectivo tan intangible como la sombra que los muertos arrojan sobre los aleros de las modestas casas a lo largo de los distintos tramos entre el vaho poderoso del agua que por todas partes nos rodea. Imágenes de adioses en silencio, imágenes de encuentros inesperados con familiares que un día debieron abandonar su hogar huyendo de la pobreza y la violencia para buscar nuevas fronteras y recordarnos que la patria no es un territorio acotado por los intereses políticos sino el encuentro con lo que nos acoge y que finalmente se convierte en un crisol de experiencias comunes. ¿No fueron los chilapos cordobeses los primeros colonos del territorio de Urabá? Bajar de las tierras dominadas sempiternamente por la neblina, por el barbecho y la intolerancia para buscar después de Puerto Valdivia las sabanas luminosas de Córdoba y Sucre, el mar sublime o sea la libertad, un hábitat espiritual.
Lea también: Paso habilitado para vehículos livianos en troncal a la Costa Atlántica
Traspasar esa frontera nos ayudó a dejar atrás las lacras de un dañino regionalismo pues también la Costa invadió nuestra endogamia con sus gestualidades, con su música y hoy hace parte decisiva de lo que somos y anhelamos ser. Una carretera no sólo reduce distancias sino que nos enfrenta a las preguntas que aparecen al encuentro de una diversidad social que nos era desconocida; pero ¿Quién traza el programa de carreteras, los contratistas o la lógica de los habitantes de las regiones que desean salir del aislamiento y hacer reconocer su territorio? Veintiséis billones de dólares recuerda Mumford se despilfarraron en Estados Unidos en programas mal concebidos de carreteras, destrucción del medio ambiente. ¿Cuántos miles y miles de millones despilfarraron los contratistas corruptos en el proyecto de nuestras grandes vías nacionales en el gobierno de Santos? Recuperar el país consiste en replantear el concepto de Obras Públicas fuente de corrupción en manos de la burocracia. El gobierno necesita a partir de esta nueva Presidencia hacer un close up sobre cualquier lugar de nuestro territorio para descubrir lo que significan el esfuerzo y la creatividad de ese ciudadano desconocido a partir del cual debe nacer hoy la Colombia real.
Lea también: Destruyendo una región