Los avances de la Universidad de Oxford para producir una vacuna contra el virus que produce la covid-19 y la alianza liderada por Cepi y el gobierno británico, para garantizar su producción y distribución equitativa, explicados por la científica Gloria Sánchez, de la Universidad de Antioquia.
De 28 proyectos de investigación que buscan una vacuna que proteja a la población del contagio del virus sars-COV-2, seis están listos a iniciar la tercera fase de ensayos, la que se hace en humanos, que permitiría su producción entre finales de 2020, para situaciones críticas, y comienzos de 2021, en general, (ver gráficos).
Una de las vacunas que entra a tercera fase es la que está desarrollando la universidad de Oxford, que se prepara para las pruebas con 30.000 humanos, incluyendo las aplicaciones pediátricas. Para tales procesos, los investigadores deben contar con la aprobación de personas sanas para que se les aplique el producto y se haga su exposición al virus. Este último paso, explica la PhD. Gloria Sánchez, investigadora de la Universidad de Antioquia, permite conocer el impacto de la vacuna en humanos y verificar la seguridad clínica del producto.
Realizado ese proceso, las vacunas pueden obtener patente y ser entregadas a “los pocos laboratorios del mundo con capacidad de producirlas”, ninguno de ellos ubicado en Colombia, a pesar de que en el pasado el país tuvo capacidades para la producción de sus propias vacunas, un potencial al que renunció.
Del hallazgo a la vacunación masiva
Esa posibilidad de tener una vacuna próximamente es uno de los avances que la humanidad espera para derrotar la covid-19. Sin embargo, no satisface los requerimientos de vacunación masiva que hoy tiene la humanidad, explica la doctora Gloria Sánchez, investigadora de la Universidad de Antioquia. Y es la posibilidad de que la vacuna de Oxford sea producida y aplicada masivamente, lo que la hace esperanzadora.
Investigadora PhD Gloria Sánchez
La transformación del actual estado de riesgo generalizado de contagio y amplio de fallecimiento a uno que permita proteger a la mayoría de las personas, en particular a las que tienen mayor labilidad frente al virus, exige tener una vacuna que inmunice de por vida a quien le es aplicada, explica la doctora Gloria Sánchez.
Sin embargo, después de ser producida, la vacuna necesita de un complicado y costoso proceso de definición de la licencia, producción masiva y distribución equitativa del inmunizante. Es en él donde se juega la posibilidad de que quienes la necesitan reciban su dosis de protección o, por el contrario, que esta se concentre sólo en algunas sociedades o grupos de personas.
En ese contexto, los líderes de la investigación que desarrolla la universidad de Oxford con financiación del gobierno británico y la Alianza Cepi -Coalición para innovaciones en preparación y prevención de epidemias-, han anunciado que mientras perdure la amenaza global por la covid-19, su vacuna será “de bien común”, o sea que no se cobrarán derechos de patente para su producción y reproducción.
Ese paso valioso para la humanidad se complementa con el anuncio de la biofarmacéutica Astra Zeneca sobre sus avances en la formación de una alianza de creadores, financiadores, fabricantes-entre ellos esa compañía- y distribuidores, para producir vacunas y entregarlas equitativamente a las sociedades que la necesitan.
En la constitución de la coalición global para la producción inicial de por lo menos 400 millones de dosis de vacunas se cuenta ya con participación del Departamento de Salud de Estados Unidos, la Alianza Gavi -organización fundada en el año 2000 para impulsar la vacunación en el mundo- y la OMS.
Una perspectiva global
Las alianzas de fondo común, como esta propuesta, ya tienen avances en los que han logrado “coberturas de vacunación en países con menores ingresos, gracias a que las compañías productoras las venden a menor costo, y la alianza las distribuye de manera equitativa, con parámetros de equidad, de manera gratuita o a bajo costo”, explica la doctora Sánchez.
En esa perspectiva, Pascal Soriot, presidente de Astra Zeneca declaró que la compañía propende por esta alianza que busca una producción global de la vacuna porque “necesitamos derrotar juntos este virus, o él va a seguir infligiendo gran sufrimiento a las personas, y su mayor duración dejará severas cicatrices económicas y sociales alrededor del mundo” (ver anuncio en: https://bit.ly/2Ml9Rzb).
“Que en la alianza esté la OMS -asegura la doctora Sánchez- asegura que haya una distribución equitativa de las vacunas y convence a los gobiernos y donantes para acelerar la producción”. Tal actuación sería un límite a lo que ya el mundo vivió con los ventiladores y las pruebas, que es el acaparamiento en manos de unos cuantos países que producen las vacunas y otros pocos que podrían pagarlas si su propiedad se patentara.
El proceso, sin duda, deja preguntas sobre las renuncias de Colombia a acompañar investigaciones posibles, no fantasiosas, sobre nuevas vacunas, así como acerca de su nula participación en las cadenas de producción de inmunizantes.