Esas actuaciones dudosas en relación con el grado del senador Bedoya ponen en riesgo la acreditación institucional, lo cual sería un retroceso en los avances académicos y científicos de la Universidad
Es una hora buena para la Universidad de Medellín gracias a la renuncia del rector Néstor Hincapié Vargas del claustro universitario.
En toda la historia de la Universidad, desde que tengo memoria, nuestra alma mater nunca había estado en el ojo del huracán por escándalos de corrupción como estuvo bajo la rectoría del señor Hincapié Vargas.
Cuando llegó a la rectoría Hincapié Vargas escribí en este espacio el artículo “se cuecen habas en la U de M” sobre la extraña salida del entonces rector Jorge Mario Ortiz Abad, y 20 años después las habas se cocieron con un hedor de podredumbre que deja mal parada a la Institución.
La dupla conformada por Hincapié y la concejala Aura Marleny Arcila, quién también fungía como presidenta de la Consiliatura de la Universidad, llevaron a que la U de M estuviese en la sociedad colombiana de boca en boca por supuestos actos indebidos y condicionamientos, como me los manifestaron varios de mis profesores, que denunciaron que los presionaban para poner votos a favor de Aura Marleny o que para ser nombrados como docentes les pedían cuota de votantes. Cual vulgar práctica en los mejores tiempos del clientelismo politiquero. También se dice en los corrillos que a Carlos Mario Mejía, “el Flaco” se le embolató la curul para el Concejo de la ciudad en las urnas ubicadas en esa institución. El tema está en los estrados judiciales.
La tapa del congolo fue el tema del senador liberal Julián Bedoya, a quien de manera dudosa y express lo titularon de abogado, “entre noviembre de 2018 y febrero de 2019, Bedoya presentó exámenes de suficiencia de diez materias, cinco exámenes preparatorios de grado, certificó el dominio de una segunda lengua y participó como auxiliar en un trabajo de investigación” (El Colombiano, 16/12/2019), a ese tiempo se le debe descontar el período vacacional de diciembre., para ajustar los tiempos para graduarse, o ¿será qué los preparatorios los presentó entre navidad y año nuevo?
El senador Julián Bedoya y la concejala Aura Marleny Arcila deberían pedir una licencia no remunerada en sus respectivas corporaciones o ¿por qué no?, renunciar a ellas y dejar que la investigación puede seguir su curso normal y todo se aclare bajo los preceptos de legalidad. O podrán salirse por la fácil y expresar “todo fue a mis espaldas” manera como los altos directivos de las organizaciones involucradas en actos de dudoso comportamiento salen a defenderse.
Pero más allá del resultado de las investigaciones disciplinarias y penales esas actuaciones dudosas en relación con el grado del senador Bedoya ponen en riesgo la acreditación institucional, lo cual sería un retroceso en los avances académicos y científicos de la Universidad y su credibilidad como centro académico, como ya se evidencia por comentarios qué he recibido en relación con el bajo número de nuevos estudiantes para el primer semestre académico del 2020, argumentando que no estudiarían en una universidad que “regala títulos”. Lo anterior entra en el ámbito del “beneficio de inventario”, pero si las piedras suenan, por algo será, dado que, el fenómeno de bajas inscripciones en las universidades privadas es nacional.
La renuncia de Hincapié Vargas debió ser aceptada por los miembros de la Conciliatura de ipso facto, para evitar manipulaciones internas que conduzcan a “tapar” las embarradas de la administración saliente. Dicen por ahí piensa mal y acertarás.
Buenos vientos para la nueva administración y que la Universidad recupere su dignidad.