Cerca de cuatro semanas los Rohinyás comenzaron un éxodo desde Birmania a Bangladesh, ya son al rededor de 400.000 miembros de esta minoría musulmana los que están refugiados allí, mientras que en la ONU los líderes mundiales alzan la voz por solucionar este conflicto, otros acusan al gobierno birmano de eludir las responsabilidades.
El pasado martes la líder de Birmania (Myanmar), Aung San Suu Kyi, luego de ser acusada por líderes mundiales de esconderse ante este conflicto, condenó cualquier violación de derechos humanos que se haya podido cometer contra los musulmanes rohinyás y expresó su preocupación por el éxodo de cientos de miles de miembros de esta comunidad a Bangladesh.
"Sentimos profundamente el sufrimiento de todos los que se han visto afectados por el conflicto", señaló Suu Kyi, ganadora del premio Nobel de la Paz en 1991, en una conferencia en Naipyidó ante diplomáticos, autoridades y periodistas.
Sin embargo, precisó que aquellos que han tenido que huir de sus casas no son sólo musulmanes, sino también budistas y miembros de otras minorías en el estado Rakáin (oeste) afectados por el conflicto entre el Ejército y militantes rohinyás.
"A pesar de todos los esfuerzos, no hemos podido detener el conflicto (...) No es la intención del Gobierno eludir responsabilidades", señaló Suu Kyi, acusada por organizaciones humanitarias de no alzar su voz para defender a los rohinyás.
El mensaje a la nación de la líder birmana se produjo unos días después de que el secretario general de la ONU, António Guterres, calificara la crisis de los rohinyás de "limpieza étnica" y pidiera la suspensión de las acciones militares.
Sin embargo, el éxodo ha continuado después de esta fecha con la huida de unos 400.000 rohinyás -la mitad mujeres y niños- a la vecina Bangladesh, donde sufren carencias de alimentos, agua y asistencia sanitaria.
Los rohinyás han denunciado haber sufrido ataques y violaciones por parte de las fuerzas de seguridad, a las que también acusan de haber quemado sus casas.
Suu Kyi dijo que quiere conocer las razones por las que los rohinyás huyeron, pero también invitó a la comunidad internacional a visitar Rakáin y hablar con los musulmanes que han permanecido en sus aldeas.
La mandataria birmana, que llegó al poder en 2015, declaró que en Birmania hay muchas minorías con problemas y dijo que no ha querido responder a todas las acusaciones sobre los rohinyás porque está ocupada promoviendo la "armonía" entre las comunidades. El margen de maniobra de Suu Kyi está limitado por el Ejército, que controla los ministerios del Interior, Fronteras y Defensa, así como el 25% del Parlamento.
El jefe de Naciones Unidas se refirió a la crisis en un discurso ante los líderes reunidos en la sede de la organización, declarándose "impactado por la escalada dramática de las tensiones sectarias" en el país asiático.
"Un círculo vicioso de persecución, discriminación, radicalización y represión violenta ha llevado a más de 400.000 personas desesperadas a huir, poniendo la estabilidad regional en riesgo", apuntó.
Guterres dijo que "toma nota" del discurso hecho hoy por Suu Kyi y de su intención de implementar "cuanto antes" las recomendaciones de la comisión liderada por el ex secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan.
Un día antes de que rebrotara la violencia, ese grupo presentó 88 puntos con el objetivo de atajar los problemas sectarios en el occidental estado Rakáin (antiguo Arakán), entre los rohinyás y la mayoría budista.
Las autoridades de Birmania, país de mayoría budista, no reconocen la ciudadanía a los esta minoría musulmana, ya que los considera inmigrantes bengalíes, y les impone múltiples restricciones, incluida la privación de movimientos.
Los rohinyás son una minoría étnica musulmana de 1,1 millones de personas que viven en el estado de Rakáin, en Myanmar. La población rohinyá está principalmente concentrada en dos municipios de Rakáin limítrofes con Bangladesh.
Aunque viven en Myanmar desde hace generaciones, el gobierno de ese país insiste en que todos los rohinyás son inmigrantes ilegales de Bangladesh y, por tanto, no los reconoce como ciudadanos. Debido a la discriminación sistemática, esta población vive en condiciones deplorables, según el informe de Amnistía Internacional. No pueden circular libremente, cuentan con un acceso limitado a la asistencia médica, así como al estudio y el empleo. De la misma manera, tienen prohibido casarse, viajar sin permiso de las autoridades correspondientes, tener más de dos hijos, tampoco tienen derecho a poseer propiedades ni tierra.
De los 60 millones de habitantes de Myanmar, esta población minoritaria representa el 5%, sin embargo, el origen de dicho pueblo aún se debate.
Ellos mismos dicen ser indígenas de Rakáin (Arakan), pero hay quienes señalan que son musulmanes migrantes también de Bangladesh y que luego emigraron a Myanmar en el tiempo de la ocupación británica.
Los rohinyás, que hablan un idioma similar a un dialecto bengalí, aseguran que llevan generaciones en Birmania y, en cualquier caso, no son reconocidos como nacionales de Bangladésh.
Cuando el país se independizó en 1948, los rohinyás han sido víctimas de tortura, represión y negligencia. En los últimos años, luego de que el país fue gobernado por una junta militar durante más de 50 años y se vive una transición cercana a la democracia y una mejor sociedad que muchos han alabado, la situación no parece haber mejorado para dicha población.
En Rakáin, en 2012, durante los meses de junio y octubre, se levantaron dos olas de violencia que fueron dirigidas por grupos extremistas en su mayoría budistas, provocaron al rededor de 140 muertos, centenares de edificaciones y casas de los musulmanes destruidas, lo que generó también al menos 100.000 desplazados.
Aunque la última ola de refugiados en Bangladesh se vivió el pasado 25 de agosto de 2017 debido a una respuesta militar de Myanmar a un grupo armado de rohinyás que estaban en contra de la fuerza de seguridad, el gobierno de Myanmar asegura que han muerto más de 40.000 personas han muerto.
Entre tanto, los rohinyás siguen con el éxodo y ya son más de 400.000 los que han huido a Bangladesh.
La ONG Human Rigths Watch (HRW) denunció también el pasado martes la destrucción casi completa de 214 aldeas en el estado Rakáin, en el oeste de Birmania (Myanmar), y reclamó a la ONU que imponga sanciones al país por la "limpieza étnica" que los militares llevan a cabo de la minoría musulmana rohinyá.
"Los gobernantes del mundo reunidos en Naciones Unidas deben adoptar con carácter de urgente una resolución de la Asamblea General que condene la limpieza étnica de los militares, mientras que el Consejo de seguridad de la ONU debe imponer sanciones y el embargo de armas", dijo HRW en un comunicado.
Imágenes de satélite del 16 de septiembre revelaron, según la ONG, la destrucción de "decenas de miles de casas" o el 90% de 214 aldeas en las poblaciones de Maungdaw y Rathedaung de Rakáin (antiguo Arakan).
Tras escapar del Ejército birmano, huir durante días bajo la lluvia y llegar a otro país a vivir en donde pueden, los rohinyás sufren ahora la amenaza de la enfermedad, según organizaciones de salud y la ONU que alertan de que en los campos de refugiados puede haber una crisis sanitaria.
Más de tres semanas después del inicio del éxodo de rohinyás desde Birmania (Myanmar), los 412.000 refugiados que han llegado a Bangladesh huyendo de la violencia viven en unas condiciones que son insostenibles en el tiempo.
"No estoy seguro que el mundo sea consciente del nivel o de la gravedad de la crisis aquí", indicó a medios el coordinador de Emergencia de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), Robert Onus, a unos pocos metros de la entrada del campamento de Balukhali.
"Todo el mundo sabe que hay 400.000 personas que han llegado en un espacio de dos semanas, además de los que estaban aquí antes, pero quizá no sea obvio que las condiciones para esta gente aquí son muy difíciles", añadió.
Las condiciones meteorológicas no fueron esta última semana tan benevolentes como en los días anteriores y fuertes tormentas han servido de ensayo general de lo que se avecina si las condiciones empeoran.
Antes de que la crisis del pasado 25 de agosto hiciera erupción, entre 300.000 y 500.000 refugiados rohinyás ya se encontraban en territorio bangladesí, la mayoría en campos improvisados o temporales, no reconocidos por el Gobierno pero donde podían hacer su actividad agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales.
El responsable de MSF subrayó que las condiciones en los campamentos son "muy precarias", con tiendas montadas con "una lona de plástico y unos palos de bambú" y sobre todo sin acceso a agua limpia y a baños. "Cuando combinamos todo eso llegamos a una situación en la que una epidemia es algo que puede pasar fácilmente", dijo.
La opinión de Onus es compartida en los reportes de la ONU. El informe de situación del Grupo de Coordinación Intersectorial de hoy señala que las instalaciones sanitarias existentes registran entre un 150% y un 200% de incremento de los pacientes.
También afirmó que el sistema de vigilancia y los sistemas de alerta rápida necesitan ser "fortalecidos significativamente" fundamentalmente ante la falta de acceso a agua y saneamiento en los nuevos asentamientos, el hacinamiento y la posibilidad de que surjan epidemias.
Miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) trataron de llevar a cabo el pasado domingo un dispositivo de vacunación en los asentamientos espontáneos alrededor del campo de refugiados, pero la lluvia ha impedido que comenzara a tiempo, según indicó un funcionario de esa institución.
Desde el pasado sábado, este organismo junto con Unicef trata de inmunizar contra la rubeola, la varicela y el sarampión a los niños menores de 15 años, alrededor de 150.000 de acuerdo con el cómputo de los organismos de la ONU. Pero en los asentamientos que surgen como setas no es la vacunación lo que preocupa.