La Cuarta Revolución Industrial y una deuda pendiente…

Autor: Luis Fernando González Gaviria
18 enero de 2020 - 12:03 AM

La Cuarta Revolución Industrial ha traído consigo una deuda pendiente, una que se está agudizando a pasos agigantados: ¿Qué ser humano necesita Medellín en el siglo XXI? Referentes ha tenido para construirse, unos de gran valor, otros de miseria y decadencia.

Medellín

Pensar en Medellín es pensar en una ciudad abierta al mundo. Las últimas administraciones han hecho visible este emblemático Valle a nivel global desde otra perspectiva. Mostrar que más allá de los estigmas y tabúes que se ciernen sobre él, hay toda una realidad profunda que toma forma en los rostros concretos de los que habitamos esta tierra.

La Cuarta Revolución Industrial, para muchas personas que viven en la ciudad bautizada así por extranjeros y dirigentes, es extraña, no saben qué es. En palabras del señor Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, es lo siguiente: “Combinación de sistemas digitales, físicos y biológicos en pro de la transformación de la humanidad”. Medellín quiere ser en el siglo XXI sinónimo de tecnología, desarrollo y ciencia.

Según el diccionario de la Real Academia Española, revolución significa: “Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”. Toda revolución implica siempre una orientación radical hacia otra cosa, y en este cambio profundo el ser humano no vuelve a ser el mismo. Por esta razón, Yuval Noah Harari (2014) en su libro: De animales a dioses, expresa lo siguiente: “Tres revoluciones importantes conformaron el curso de la historia: la revolución cognitiva marcó el inicio de la historia hace unos 70.000 años. La revolución agrícola la aceleró hace unos 12.000 años. La revolución científica, que se puso en marcha hace solo 500 años, bien pudiera poner fin a la historia e iniciar algo completamente diferente” (p.15). En Medellín se ha puesto en marcha la Cuarta Revolución Industrial, ¿qué surgirá de allí?  

Ahora bien, más allá de todos estos elementos distintivos que se han encargado de visibilizar la ciudad, y que serán de gran beneficio para un sector de esta, la Cuarta Revolución Industrial ha traído consigo una deuda pendiente, una que se está agudizando a pasos agigantados: ¿Qué ser humano necesita Medellín en el siglo XXI? Referentes ha tenido para construirse, unos de gran valor, otros de miseria y decadencia. La tarea sigue pendiente, y hoy más que nunca necesita ser resuelta.

La ciudad se construye a partir de sus habitantes y sus realidades. La ciudad construida desde el escritorio es proyección irreal y absurda. Es desde la persona donde el nombre de Medellín no es un conjunto de letras abstractas y vacías, sino una realidad existente donde el acontecimiento vital se expresa en plural. Pretender una ciudad que se ponga al nivel de las llamadas “ciudades de primer mundo”, es entrar en un juego muy peligroso, uno que lleva lentamente al exclusivismo y a la marginación. Todo lo que no corresponda al ideal que se debe alcanzar es mejor ocultarlo, o como en otros tiempos se hizo aquí, asesinarlo y desaparecerlo.

 Con base en lo anterior, todo parece estar girando en orden a esta demanda que se estableció en Medellín. Las universidades entraron por el camino de responder a los retos de la Cuarta Revolución Industrial, no obstante, las carreras que vayan en esta vía son las más apetecibles y rentables al mercado laboral. No importa si eres feliz y apasionado en tu opción académica, hay que inclinarse ante lo nuevo, lo demás no interesa. Este ejemplo, de muchos otros que abundan en las calles de esta ciudad, son la prueba de que el centro no es el ser humano, sino el mercado y el dinero al cual hay que responderle sin importar las consecuencias. 

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Sin una clara antropología, la tecnología se convierte en dictadura. La deuda pendiente que tiene Medellín y el siglo XXI en general, es no saber qué significa ser humanos. La posmodernidad rompió con tres grandes mitos que en la modernidad eran absolutos: la razón, la ciencia y el progreso. La razón no nos está humanizando y dignificando; la ciencia especula, pero no es capaz de decir hacia dónde y cómo orientar la vida (sentido) y el progreso no está siendo sinónimo de felicidad y equidad para todos. Si el ser humano no sabe quién es, le toca hipotecar su construcción vendiéndose a una realidad heterónoma que se convierte en moda. Aquí se da el fenómeno de la insatisfacción existencial, tener vida y no saber para qué.

Volver a la pregunta original por el ser humano es la tarea que no se puede abandonar desde ninguna institución de ciudad. Aquí es donde, esta hora de la historia nos reclama a todos la capacidad de profundizar y proponer una antropología seria y a la altura de estos tiempos. Es una construcción que se hace en plural, pues la verdad siempre escapa a nuestros torpes y frágiles conceptos. Renunciar al dogmatismo, cualquiera que sea, que atropella e inhibe las búsquedas más hondas de la persona, es empezar a hacernos conscientes de una coexistencia que permite encontrarnos sin descartarnos y excluirnos, pues en el yo-otro es donde crece la respuesta. Esa capacidad de relación es un potencial capaz de generar una auténtica revolución, por ende, “la evolución favoreció a los que eran capaces de crear lazos sociales fuertes” (Harari, 2014, p. 22).

La Cuarta Revolución Industrial es una oportunidad perfecta para establecer una clara postura de construcción antropológica y social para nuestra ciudad, en la cual nos impliquemos todos como actores protagónicos. La verdadera revolución empieza por entendernos como seres humanos capaces de relación en medio de la diversidad natural. El campo de las humanidades siempre será fundamental en este objetivo para resemantizar la pregunta por el sentido humano. La ciencia y la tecnología que se encumbran sobre sí mismas, pretendiendo tener las verdaderas respuestas a todo, terminan siendo una falacia. Se necesita el diálogo fecundo capaz de hacernos ver más allá, pues como dicen los ancianos en la tribu de Samburu, Kenia: “Para llegar rápido es mejor ir sólo. Para llegar lejos es mejor estar acompañado”. El diálogo plural sobre el ser humano nos permitirá llegar lejos, así haremos consciente que “el hombre mismo es ese claro donde se da la manifestación más primera y esencial del ser mismo, y olvidar esto es olvidar el ser mismo del hombre” (Carlos Arboleda, 2013. El giro teológico: nuevos caminos de la filosofía. p. 25).

 

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