La Casa Blanca de Trump – La cuestión de Jerusalén

Autor: Darío Valencia Restrepo
16 enero de 2018 - 12:10 AM

En esencia el libro de Wolff no presenta nada nuevo para los conocedores. Su gran éxito de ventas, el mayor después de los libros sobre Harry Potter, puede deberse a que muchos no están al tanto de lo que pasa en el interior de la Casa Blanca

UN LIBRO SOBRE TRUMP Y SU ENTORNO. En la página 185 de la edición digital, el libro se refiere a un presidente que no lee, ni siquiera un memorándum de una página o un breve documento sobre política. Alguien que, en medio de una reunión con líderes mundiales, se levanta porque está aburrido. Y en la página 113 señala que Trump no escucha pues siempre quiere ser quien habla. Además, que su capacidad de concentración es muy limitada, incluso cuando el tema le parece importante. A pesar de su ignorancia, confía plenamente en sus opiniones viscerales, aunque ellas cambien con frecuencia.

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En otros pasajes de la publicación, se muestra que al presidente no le interesan las discusiones con los supuestos asesores pues dice que él es asesor de sí mismo. Cuando se puso en duda su estabilidad mental, Trump declaró que se encontraba en perfecto estado y que se consideraba un genio. El libro Fire and Fury – Inside the Trump White House, de Michael Wolff, detalla el caos existente en la mansión presidencial, en especial la guerra, plena de deslealtades y filtraciones, entre dos facciones que desean influir sobre el mandatario: por una parte, su familia conformada por la hija Ivanka y el esposo de ésta, Jared Kushner, ocasionalmente apoyada por gentes de Goldman Sachs que han aprovechado la conocida puerta giratoria entre los negocios y el gobierno; y por la otra, un nefasto personaje llamado Steve Bannon, más extremista que el propio Trump, expulsado de la Casa Blanca como perdedor en el enfrentamiento con la familia.

Conocedores de gobiernos anteriores y de la marcha de las cosas en Washington, el pantano de que hablaba Trump y que se proponía liquidar, comentan que nunca se había visto que tan pocas e ignorantes personas decidieran asuntos tan cruciales como la emigración, el sistema de salud y el ambiente. Personas desconocedoras de la Constitución, la Ley y las regulaciones, la política internacional y la diplomacia, las relaciones con el congreso y un largo etcétera.

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Lo anterior sería un argumento para una telenovela de poca monta, si no fuera porque el impredecible y poderoso personaje puede crear situaciones de guerra cuando, por ejemplo, declara que su botón nuclear es más grande que el del presidente de Corea del Norte, y que está en condiciones de desatar sobre ese país fuego y furia como nunca los ha visto el mundo; se retira del Acuerdo de París sobre el cambio climático, a pesar de ser su país el mayor contaminador del mundo, pues declara que el calentamiento global es un cuento chino; su obsesión contra Irán pone en entredicho el acuerdo que impide a este país producir armas nucleares; su racismo está causando gran sufrimiento a inmigrantes y familiares provenientes de países musulmanes y latinos; su extremismo está alentando grupos que proclaman la supremacía blanca, entre ellos los relacionados con el Ku Klux Klan y los neonazis; y sus vulgares y racistas insultos a países centroamericanos y africanos llevan consigo políticas de exclusión y deportación.

Sin embargo, en esencia el libro de Wolff no presenta nada nuevo para los conocedores. Su gran éxito de ventas, el mayor después de los libros sobre Harry Potter, puede deberse a que muchos no están al tanto de lo que pasa en el interior de la Casa Blanca. Para terminar, es necesario señalar que la lectura de la publicación resulta pesada pues la misma abunda en detalles sin interés, incluye chismes y hace afirmaciones que han sido cuestionadas. Al parecer, Wolff no dio la talla para tratar un tema de tanto interés histórico.

LA CUESTIÓN DE JERUSALÉN. Mucho ha sido el histórico sufrimiento del pueblo judío, víctima de persecuciones y pogromos que culminaron con el monstruoso Holocausto, todo lo cual mueve a una solidaridad con una cultura a la cual mucho le debe la humanidad. Pero ello no impide rechazar el tratamiento que el Gobierno de Israel viene dando a los palestinos, sobre todo con sus abusivos e ilegales asentamientos en terrenos arrebatados a dicho pueblo.

Tal como señala la Resolución 2334 de 2016, emanada del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados desde 1967, incluyendo Jerusalén Este, no tienen validez legal y constituyen una flagrante violación del derecho internacional. Exige a Israel detener tales actividades y cumplir escrupulosamente las obligaciones y responsabilidades jurídicas que le incumben como “Poder ocupante” en virtud del Cuarto Convenio de Ginebra relativo a la Protección debida a las Personas Civiles en Tiempo de Guerra, del 12 de agosto de 1949.

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Violando el derecho internacional, el presidente Trump decide el pasado mes de diciembre reconocer a Jerusalén como capital de Israel y ordenar el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a la supuesta capital. De este modo, su Gobierno alienta los asentamientos y pasa de mediador en el conflicto del Medio Oriente a convertirse en incendiario parcializado del mismo. Dicha declaración fue rechazada por la Asamblea General de la ONU en reunión del mismo mes de diciembre, mediante una resolución aprobada por 128 votos, negada por nueve y con 35 abstenciones.

Debe aplaudirse la reacción del Gobierno colombiano que prontamente anunció que no trasladará su embajada. Ojalá ello fuera seguido por un reconocimiento de Palestina como un Estado soberano. Es lo que propone el gran pianista y director de orquesta Daniel Barenboim, auténtico heraldo de la paz en el Medio Oriente. Agrega que, si se acepta la solución de los dos Estados, entonces Jerusalén Oeste podría ser la capital de Israel y Jerusalén Este la de Palestina (ver https://tinyurl.com/DosEstados).

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