Julio Vives Guerra, cronista mayor, que veo tristemente un tanto olvidado, no obstante que debería ser de lectura y análisis obligados para los estudiantes de periodismo, y los escritores en ciernes que aspiren a llegar lejos.
Siempre ha sido una aventura deliciosa el entrar a una biblioteca (en este caso, a mi biblioteca personal), porque ella está llena de amigos de todos los países, las culturas, las ideologías, los estilos y las épocas, y, en todo caso, uno puede entablar con el autor o la autora, una conversación amena, casi filial, que siempre resultará edificante y deliciosa, por donde se la mire, siempre y cuando dispongamos de una capacidad cognitiva apropiada y una competencia lingüística suficiente y necesaria, para comprender al escritor o la escritora. Así, provoca risa el escuchar comentarios necios y autoacusadores, como: “ese autor no me gusta”. Por decir: “no tengo la competencia para leer a ese autor”.
Aventura deliciosa resultó para mí, retomar (pues ya lo había leído) de uno de los anaqueles de mi biblioteca, un volumen, algo añejo ya, cuyo título, Crónicas, de suyo atractivo, se hizo más entrañable al comprobar el nombre de su autor, el muy admirado Julio Vives Guerra, seudónimo de mi paisano José Velásquez García, nacido en 1874, y fallecido en Bogotá, en 1950.
Para incitación a la lectura de este cronista extraordinario, honra de mi querida Santa Fe de Antioquia, transcribo párrafos iniciales de una de las cientos de sus crónicas, titulada, La bella y el español: “doña Dolores Morales de Osorio, a quien todos sus conocidos llamaban Lola Morales, era una altísima dama bogotana, nieta de don Antonio Morales, el de la legendaria trompada al español Llorente, porque éste se negó a prestarle el no menos legendario florero; negativa y puñetazo que dieron origen a la independencia colombiana.
A propósito, y por vía de digresión, vi en estos días en un periódico de provincia esta pregunta, no recuerdo si con las mismas palabras, pero ese es el hueso de la aceituna: ¿Cuál fue el fin del español Llorente el de la trompada del 20 de julio? Y con mucho gusto le informo a ese periódico que don José González Llorente, cuando el triunfo patriota en Boyacá, huyo con su familia y se radicó en la isla de Trinidad, y allí murió a mediados del siglo pasado. Volviendo a la señora Morales de Osorio, he de anotar que fue una bellísima mujer, y a su hermosura sumaba un claro talento, mucho ingenio y facilidad para improvisar versos. Estando muy joven la señora Morales de Osorio…”.
La relectura de este magnífico cronista (para mi gusto, de los más grandes, al lado de Luis Tejada), me obliga a recomendar a nuestros lectores, y en especial a los jóvenes periodistas a este antioqueño que supo dominar con su estilo, su guasa y donosura a la prensa capitalina de su época.
La crónica histórica y literaria, lo señala como activo trabajador de la prensa escrita, a más que humorista y poeta que escribía tanto en verso como en prosa. Y agrega que “amó el periodismo desde niño y cuando llegó a la sana Medellín de entonces, se dedicó a este oficio mientras vivía de su sueldo de empleado público -como siempre lo fue en cargos administrativos y de contabilidad y finalmente en Bogotá como jefe de Correos Nacionales-. En Medellín fundó, dirigió y redactó, con otros jóvenes aventureros, El Dúo (1895), La Bohemia Alegre (1896), El Cirirí y El Aviso (1898), Pierrot (1906), El Medellín, y El Bateo. En Bogotá, escribió en El Tiempo y una columna de correcciones de lenguaje en El Espectador. Fue jefe de redacción de las revistas Cromos y El Gráfico, y colaboró con las revistas de humor de la época. Era uno de los más leídos cronistas por la amenidad de su prosa abundante en leyendas regionales, anécdotas históricas, domésticas y románticas, lo mismo que se destacaba por sus poesías de corte folclórico”.
Julio Vives Guerra, cronista mayor, que veo tristemente un tanto olvidado, no obstante que debería ser de lectura y análisis obligados para los estudiantes de periodismo, y los escritores en ciernes que aspiren a llegar lejos.