Julio Monsalve en la Alianza Francesa

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
17 mayo de 2018 - 12:10 AM

Julio Monsalve le quiere conferir a la pintura un lugar en el cuál la pincelada, el despliegue del color exploren sin sacrificarse en el altar de la forma

Hoy jueves 17 de mayo se inaugura la exposición de Julio Monsalve en la Alianza Francesa. Monsalve es un artista que ha dedicado casi toda su vida al arte plástico y eso entre nosotros no es usual. Aunque la ciudad de Medellín ha tenido momentos de brillo propio, con acontecimientos como las Bienales de Arte en los años sesentas y más recientemente recibió un legado importante del mundialmente reconocido artista Fernando Botero, la tradición cultural aquí no ha sido especialmente amable con los creadores que dedican su vida al arte. Hay algunas excepciones, es verdad. El signo ha sido cierta indiferencia y un toque de crueldad. Siendo desde su origen una ciudad rica formada como una “tacita de plata” por la riqueza de la minería, el comercio, el desarrollo de la cultura cafetera y luego la naciente industria colombiana en el siglo XX, eso no se ha correspondido con un lugar de honor para sus artistas. Hay ejemplos incluso dolorosos. El poeta de la raza y autor del himno antioqueño Epifanio Mejía pasó los años finales de su vida en un nosocomio delirando con la llegada de mercancías que podrían permitirle atender a su familia. Y el Maestro Francisco Cano, aunque recibió una beca para formarse en el exterior, vio sus días menguar con cierta amargura pues no recibió el reconocimiento que le permitiera que su trabajo fuera la base de la vida que merecía.

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Parte de las paradojas de la mentalidad paisa es esa mezquindad con sus artistas que muchas veces tienen que emigrar y en contraste observamos el derroche algo frívolo y tocado de xenofilia con el cual se acogen los artistas extranjeros. Fértil y bien pagada fue la obra arquitectónica de un Charles Carré o un Agustín Goovaerts. En contraste miles de artistas, sin reconocimiento, se dedican con entereza y sin sosiego a desarrollar sus posibilidades en un medio incomprensivo, poco estimulante, que ha juzgado duramente y distinguido crudamente “talento del bueno y del malo”. El segundo es el que despilfarran los artistas y tantos intelectuales sin obtener lucro, el “bueno” es el que permite enriquecerse.

Esa distinción no le permite observar sino a unos pocos el genuino talento creativo de muchos artistas en todos los campos. Julio Monsalve es uno de ellos y lleva muchos años dedicado a la pintura, buscando un lenguaje propio, empezando como lo hace casi todo pintor desde el dibujo y la representación para encaminarse luego por el terreno más complejo del juego con color, la pincelada libre, la pintura que toma distancia frente a la figuración y empieza un camino propio de búsqueda sin límites.

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Ya hace más de un siglo que la pintura en el mundo occidental se esfuerza por encontrar senderos que la separen de lo que la fotografía logró en pocos años. El camino del arte occidental en los dos últimos siglos ha estado marcado por esa distancia que se reinventa frente a lo que alguna vez se llamaron artes representativas. La incomprensión que sufrieron los primeros impresionistas fue el costo de entrar en nuevos tratos con la luz y asumir riesgos con la forma. Pintores como el peruano Fernando de Szyszlo y su obra vienen a reflejar bien los logros de una batalla que no termina. La pintura de Julio Monsalve se inscribe en esa batalla interminable que le quiere conferir a la pintura un lugar en el cuál la pincelada, el despliegue del color exploren sin sacrificarse en el altar de la forma y nuestra pintura, por el desarrollo propio, se despliega en el terreno de la figuración. De allí el valor, el riesgo fascinante y la complejidad del trabajo de Julio Monsalve que invito a observar en el espacio de la Alianza Francesa.

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