No creo equivocamos cuando pensamos que leer con seriedad, capacidad selectiva, reflexión y conciencia crítica es amar la lectura y convertirla en nuestra amiga y maestra. Invito a seguir leyendo para seguir desarrollando y fortaleciendo nuestra competencia lectora.
Es un libro testimonio de vidas, épocas y situaciones. Irónica y tajantemente, el autor, Octavio Amórtegui, presenta unos tipos humanos que todos podemos verlos por la calle, de “incógnitos en la vida”, enfrentando las diarias amarguras.
Hago memoria de este exclusivo libro, al cumplirse cincuenta años de su primera edición, por la Sociedad Editora de los Andes para su colección Libros del Cóndor. Bogotá. Octavio Amórtegui, fue la única Medalla Olímpica de Oro que ganó Colombia en México, en el Certamen Cultural de ese entonces.
Quizás este libro no sea una “serie de cuentos”, como lo catalogaron en su época. Porque, cuento es, ante todo, según la teoría literaria, un tema; es un relato sin localización en el tiempo o en el espacio. Según el filósofo Alain, “el cuento hace olvidar completamente la experiencia real por el poder de las palabras”.
En el cuento, el héroe se encuentra con obstáculos o enemigos, a los que vence casi siempre. El crítico belga Roger Pinon dice: “El cuento es épico, novelesco, subjetivo, complejo, irreal, indiferente en el sentido moral, literariamente un todo labrado con energía, y realza el arte por el arte”.
En este puñado de relatos de Amórtegui, no importa tanto el tema como la forma. Es en la manera de exponer, de narrar en la que se manifiestan las características de su prosa. Cada acontecimiento y cada personaje son localizables. Los relatos de Amórtegui no hacen olvidar; al contrario, re-crean nuestras experiencias, agudizan nuestra sensibilidad, alertan nuestras sutilezas de pensamiento y de deseo.
Frente a ¡tan gran poeta!, que lo es Amórtegui, en obras como: Ultramar; Escrito en la arena; Horas sin tiempo; Cuando regresan los caminos y otros más, el lector vuelve a tener fuertemente la certeza de que el poeta, como cualquier escritor, como cualquier ser humano, puede detenerse en el umbral de la angustia y de las frustraciones propias y ajenas, a pensar, a sentir y a expresarse con excelente propiedad, en otras manifestaciones literarias. De ello dan cuenta obras como Estampas de bruma; El demonio interior; Fray Simplicio, etc.
El prólogo del libro De incógnito en la vida, es también un trabajo narrativo, testimonio de que el autor es un escritor de gran madurez literaria y humana. Al lado de los personajes brillantemente retratados, se destacan los comentarios marginales de Amórtegui sobre la vida, la muerte, la existencia….
Buen comienzo la presentación de sí mismo. Leamos: “¿El decurso de mi vida? El mismo de todas: una parábola que se curva por un instante, bajo la luz, entre dos cavernas de sombra, el nacimiento y la muerte […]. Es preciso amar cuanto pueda enseñarnos a bien morir….. ¿Qué, fuera de gitano, hubiese querido ser? […]. Un piadoso ´remendón´. Remendón de lo que fuese. Un reconstructor de ruinas, en hombres, moradas y muebles. Ayudar a vivir es más que crear, como que es re-crear”.
En el relato El cuento está contado, Amórtegui relata su vida, Afirma que: “Hay opiniones que son crímenes. La culpa es un error. Quien yerra es un delincuente. Hay que odiar el crimen. Hay que odiar cuanto hemos hecho porque todo es un asco”. […]. “No pudimos explicarnos jamás el mundo. Un mundo en donde para los unos es un beneficio la guerra y para los otros es un negocio la paz”.
Hay una ironía corrosiva en el relato Zampanjuita. Quizá esa ironía nos alcance a todos, pero nuestros defectos de construcción moral no nos permiten entenderla y aceptarla.
En La bolsa de oro, una beata, como las que había en algunos pueblos, encarna esa ya conocida tergiversación de la religión, del espíritu cristiano; creen por siempre que la Iglesia, la Religión, Jesús, son solamente correr detrás de un sacerdote en especial, porque sus misas y sus palabras son las únicas valederas y santificadoras; en este punto, la ironía se desborda hasta hacerse sarcasmo.
Es notable también esa acuarela preciosa de Villafranca, su transparencia y limpieza: un pueblo que vive estrenando alcalde, dizque porque alcalde nuevo acaba con los perros callejeros; un pueblo en donde las señoras se divierten criticando, porque la “crítica es una de las formas de la frustración”.
Estos relatos son una obra de valía en nuestra literatura colombiana; obra para leer despacio; hay que captar los matices, los inesperados cambios semánticos de palabras y frases. El autor es un ejemplo maestro de la manera de manejar en el estilo, el lenguaje connotativo.
Octavio Amórtegui (1901-1990)
La narración El deudo desconocido se inicia con un epígrafe de José Ingenieros: “Cruzan el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles esa osadía de existir en vano, como contrabandistas de la vida” (p. 139).
Y en la página 141 se juntan la poesía, la cruda realidad, el punzante desencanto, el demoledor desprecio: “Tenía tierna la mirada, infantil la sonrisa, fácil el llanto…..; apenas un ligero sacudimiento de los hombros traicionaba la tempestad interior. Comprendía demasiado a la humanidad para preocuparse por ella. El prójimo es un ser que siempre pide algo. Que siempre quiere quedarse con algo nuestro”.
2. Casi toda la verdad. Periodismo y poder
Interesante la lectura del libro Casi toda la verdad. Periodismo y poder, escrito por la abogada y periodista María Isabel Rueda. Una obra editada en noviembre de 2010, merecedora del Premio de Periodismo Planeta 2010, y cuyo valioso contenido son las conversaciones – dice - con “los cinco grandes de mi generación sobre los acontecimientos que han estremecido a Colombia en los últimos 25 años”.
En el prólogo, ella cuenta que su editor Juan Leonel Giraldo, fue un gran impulsor del libro frente a sus variadas inquietudes para elaborarlo; al final, él le dijo las palabras mágicas y decisivas: “Mezcle las dos cosas que a usted más le gustan: escriba sobre periodismo y poder”.
Es un libro interesante por:
* Lo anecdótico. Hay sobriedad y credibilidad en este aspecto.
* Lo histórico. Su contenido añade valiosos aportes para continuar tejiendo la historia de Colombia, que está muy distante -en la obra citada- del país que fue, primero una “patria boba”; y luego, se llenó de sabios y filósofos, dueños exclusivos de la verdad científica, literaria, religiosa, artística, etc.
Este país que presenta María Isabel Rueda, se tambalea entre el bien y el mal, entre el miedo y el arrojo, entre la seducción del dinero y del poder y la urgente necesidad de conservar la integridad.
* La dignidad de todos los personajes, quienes, aunque ponen en claro casi toda la verdad de los aconteceres colombianos, especialmente de los ocurridos entre telones, lo hacen con sobriedad, respeto, sin estridencias ni crueles apasionamientos.
* El acierto en las preguntas de la entrevistadora y en los comentarios que ella trae al caso, para sustentar ciertas afirmaciones y algunos hechos.
* El estilo. Excelente el manejo de la palabra, lo que demuestra que en periodismo también se debe y se puede escribir con corrección, claridad, elegancia, y sin tener que inventar literaturas para llenar los escritos de melindres literarios.
Casi toda la verdad. Periodismo y poder, de la periodista María Isabel Rueda, recoge una serie de conversaciones sobre Colombia, entre reconocidos periodistas.
Algunas opiniones de los “grandes personajes”:
Enrique Santos Calderón confiesa: “Yo vengo de una familia liberal. Los monstruos eran los godos, con Laureano a la cabeza; luego los militares, con Rojas Pinilla. Ya en la universidad con todo lo que significaron los años sesenta como ruptura en diferentes ámbitos – cultural, intelectual, político, musical – comencé a tomar distancia de esas influencias”.
Juan Gossaín, frente a la pregunta relacionada con una posible alcaldía de Cartagena, responde sin rodeos: “No sería capaz de lidiar con la clase política de Cartagena. Le tengo terror porque la conozco. No es posible gobernar a una ciudad que se tiene que defender de sus propios concejales. Pero lo peor es la clase alta, económica, cultural y social. El día de las elecciones los pobres venden el voto y la clase alta se va para las islas del Rosario…. Al día siguiente aparecen todos, pobres y ricos, hablando mal de los que eligieron”.
A Álvaro Gómez Hurtado, el Movimiento 19 de abril, lo secuestró el 29 de julio 1988. Entre los miembros “exponentes del régimen oligárquico”, los secuestradores lo escogieron a él y le dieron la siguiente explicación: “Lo escogimos a usted porque los demás se cuidan más y van menos a misa”.
Yamid Amat, en relación con alguno de sus escritos, explica: “[…] quería lanzar un grito de rebeldía contra el manejo omnipotente del teatro, del cine, de la televisión…. Me molestaba que no se diera oportunidad a otras generaciones; que fueran siempre las mismas voces, las mismas personas, el mismo poder….”.
Felipe López Caballero habla de su revista: “Cuando decidí fundar una revista, pensé que ese nombre (“Semana”) tenía una recordación favorable por el prestigio que se había ganado cuando la dirigió Alberto Lleras [….]. Años más tarde, Alberto Lleras comentaba que le llamaba la atención el éxito de Semana, pues no creía que se fuera a convertir en lo que se convirtió”.
Podría pensarse que Casi toda la verdad es un texto que debe leerse y analizarse con cuidado en todas las facultades de Periodismo. También es un texto que merece un buen sitio en las bibliotecas, por cuenta de su contenido testimonial, su seriedad en las consideraciones y su estilo apropiado, limpio y correcto.
María Isabel Rueda es periodista y abogada. Ha realizado serios trabajos en la revista Semana, en el diario El Tiempo; es comentarista del programa de W radio. Entre sus reconocimientos cuenta con el Premio Nacional Simón Bolívar de periodismo.