Sería por ello enteramente deseable que historiadores plegados e intelectuales facilistas no siguieran poniendo su poder de opinión al servicio de los mismos poderosos
Si los nobles perros leyeran habría que empezar con una disculpa. La Secta del Perro era la denominación que recibieron los cínicos y obtuvieron ese nombre por su actitud crítica a la cultura dominante; la imagen de Diógenes viviendo en un tonel, rodeado de perros callejeros, cuestionando a sus contemporáneos, saliendo con una lámpara a la luz del día a buscar un ciudadano correcto, ofrece una visión que la iconografía de occidente ha consagrado. Pero con los deslizamientos semánticos llamamos cínicos ahora a quienes quieren ocultar el sol con las manos y sirven a sus dueños y señores en servidumbre voluntaria, sin pago o por monedas, y por ello mismo se les llama perros guardianes por su lealtad ciega. Sí fuera posible deberíamos retornar esta palabra a su sentido poderoso que ya Ambrose Bierce consagró: cínico es el canalla que ve las cosas como son y no como deberían ser. Sería devolverle el sentido correcto a un término que usamos como insulto.
Lamentablemente el mundo de la opinión pública está plagado de cínicos en el segundo sentido, mentirosos serviles que distorsionan la verdad, utilizan el miedo y movilizan las más bajas pasiones para defender lo que no tiene defensa. Deberíamos también ser capaces de responder, si es que queda un ápice de justicia: ¿Quién ha ofendido a quién? ¿Quién ha excluido a los humillados del planeta? ¿Quién en nuestra nación inició la senda del oprobio?
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Es un gran error que historiadores calificados inculpen a Marx y a los marxistas, incluida la torpe guerrilla colombiana, de usar la “combinación de las formas de lucha” para llegar al poder, como si eso fuera un crimen. Y si lo fuera, en democracia, recordemos que las clases dominantes del planeta (aristocracia, burguesía, terratenientes etc.) la han usado sin piedad ni cuartel contra los desposeídos.
Las diversas formas de lucha son la política, la económica, la militar y la ideológica, simplifico seguramente. En particular la burguesía ha sido especialmente cruda, cruel y eficaz en poner el aparato de estado, las fuerzas militares, la ideología y las estrategias económicas a su servicio. Por su capacidad revolucionaria para desarticular el poder de la aristocracia feudal el propio Marx la elogió. Pero lo que fue la tragedia para la aristocracia rentista se volvió luego la farsa de las “revoluciones” socialistas: ninguna ha sido real. Ni la rusa, ni la china, ni las cercanas del Caribe. Todas han tenido un origen militarista y un beneficio innegable para los amos del planeta. Sería por ello enteramente deseable que historiadores plegados e intelectuales facilistas no siguieran poniendo su poder de opinión al servicio de los mismos poderosos que han destruido las naciones con su sed insaciable de riqueza generando un cambio climático irreversible, guerras, injusticias. Hasta los grandes avances de la ciencia como la informática o la inteligencia artificial han terminado por reforzar la desigualdad y la muerte por hambre en un planeta opulento con capacidad de alimentar a toda la población.
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Por todo ello es pertinente hacer un llamado a la búsqueda de la justicia. Un lugar muy importante en esta batalla tiene la lucha ideológica, que es ruda y honda, pues la usan los poderosos insaciables el miedo atroz para inmovilizar a las mayorías ya empobrecidas, hambrientas y así sembrar el terror entre seres que solo tienen hilachas de una vida tan precaria que bien se la pueden apostar a quien anuncie un mendrugo de bienestar en medio de un desierto que crece.