El poderoso ejemplo de la Fundación Insight Crime, es una especie de luz en medio de la oscuridad
Hay países en los que la disciplina del periodismo está adscrita a la sociología. En la mayoría de los otros está integrada al conjunto de las ciencias de la comunicación. Se trata de una profesión importante cuyo propósito es trascendental: que los ciudadanos podamos contar con información veraz y oportuna. Es necesario precisar que no se trata información inane, no. Es para hacer valer nuestros derechos ante la sociedad.
En un país como el nuestro, cooptado por la corrupción y el narcotráfico, es patético, por decir lo menos, el estado de postración en el que se encuentra el conjunto del periodismo, con excepciones notables desde luego. Una postración que es pública, desvergonzada, grosera.
El poderoso ejemplo de la Fundación Insight Crime, es una especie de luz en medio de la oscuridad. Es ejemplo desde su propósito de profundizar y enriquecer el debate sobre el crimen organizado en Latinoamérica y el caribe, con análisis profundos y de alta calidad, con investigaciones, talleres, en fin, en donde se analizan además los impactos que esta modalidad delincuencial tienen sobre los Derechos Humanos, los gobiernos y sus políticas. Pero es además un notable ejemplo de valentía, si se tiene en cuenta el objeto particular de sus investigaciones: El crimen organizado.
Para Insight Crime, su mecanismo de defensa imbatible es LA VERDAD, así, con mayúscula.
Fundada en el año 2010 por Jeremy McDermott y Steven Dudley, Insight Crime ha dado muestras de una seriedad a toda prueba, una coherencia conceptual irrefutable y un compromiso con sus principios que no admite la más mínima discusión.
Uno de sus trabajos más recientes: el sinuoso recorrido de “Memo Fantasma” y sus tentáculos siniestros, puso en evidencia la relación de “Hitos Urbanos” la empresa constructora de los esposos Álvaro Rincón y Marta Lucía Ramírez, con ese narcotraficante.
Asumiendo esa costumbre inveterada que enseñó Álvaro Uribe a sus discípulos, la vicepresidenta decidió defenderse, atacando. Anunció una demanda por difamación (¿?¡!) contra el periodista Jeremy McDermott.
Encaja la señora Marta Lucía Ramírez en esa definición que hace Nietzsche de las personas vulgares. Dice que, para adivinar de antemano su conducta, es necesario admitir que “siempre hacen el menor gasto de ingenio para librarse de una situación desagradable”.
Creyó que iba a intimidar a McDermott, cuyos documentos, conversaciones, pruebas de lo afirmado, eran de una solidez absoluta. En pocas horas se vio obligada a cambiar de opinión. Que no, que ya no. Y para mantenerse incólume en eso que Nietzsche llama su “vulgaridad”, decide retractarse haciendo una afirmación falsa: “luego de la aclaración de @jerrymcdermott ante diversos medios de comunicación sobre mi esposo, sus negocios y sobre mi, vamos a retirar la denuncia penal”.
Desde luego no hubo ninguna aclaración. No hubo nada. “No vamos a negar o rectificar cualquier cosa. Esto no es un rumor, esto es periodismo de investigación” respondió McDermott.
Es esa vocación de construir falacias narrativas, que se ha convertido en la impronta de la corrupción en el poder. Ese fiscal justificando el aberrante viaje a San Andrés con su familia, en un vuelo irregular, afirmando que antes que fiscal es padre de familia. Esos estribillos conocidos como el de “fue a mis espaldas”, o el de “apenas me entero”. El mismo cinismo rampante ante el que, ese periodismo cooptado, no pareciera tener nada que decir.
Nietzsche aporta un aforismo para tal aberración: “Nadie se muere hoy día de verdades mortales, hay demasiados contravenenos”.
¡No pasarán!