El toque terrible frente a esos sacrificios impuestos o asumidos es la ausencia de toda austeridad y altruismo de los lideres marxistas que compiten en lujos con los oligarcas
Aún resuena en mis oídos la expresión del rector del colegio en el cual hice un año de mi bachillerato: “la juventud no se hizo para el placer sino para el sacrificio”. Estábamos en total desacuerdo, éramos hedonistas cabales y también se nos escapaba el sentido cristiano de esa afirmación. Aunque no lo sabíamos nuestro marxismo juvenil y emocional ya nos estaba preparando para entrar en materia y profundizar en el sentido del sacrificio propio en beneficio del grupo. Una actitud bien cristiana, por cierto.
Efectivamente el rector provenía de una comunidad cristiana y esa visión la imprimía en todos los actos. El tema de la autoinmolación siempre ha sido impactante y no solamente en el conjunto de la tradición judeo-cristiana occidental. Fue actitud muy impresionante en el comportamiento de los pilotos de guerra japoneses que al ser impactados por la artillería antiaérea dirigían el avión contra el objetivo que recibiera un mayor daño. Los pilotos kamikazes y sus naves no son un único ejemplo, hay también en muchas culturas ejemplos de prácticas que podríamos denominar también suicidios altruistas y es cuando un elemento de un grupo pone en juego su vida para salvar otras. Eso lo llamamos en la tradición grecorromana y occidental heroísmo.
El activismo de izquierda ha vuelto a poner en el horizonte esa forma de la autodestrucción que llamamos de esta variedad de maneras ya mencionadas. Incluso en el Manifiesto Comunista, Marx se refiere al proletario como aquel que no tiene ya nada más que perder y por eso le cabe el sacrificio. Marx es bastante más cristiano de lo que los marxistas están dispuestos a reconocer y por supuesto más hegeliano de lo que él mismo estuviera dispuesto a aceptar. Y ese elemento de la autoinmolación es un componente indiscutible de las luchas sociales durante todo el siglo veinte y lo que estamos viendo en este siglo actual como esfuerzo para lograr la justicia y el bien común. Se trata no solamente de la autoinmolación sino del sacrificio de grandes cantidades de población; para los dirigentes bolcheviques una muerte cuenta, pero millones de muertes son justificables. Un genocidio como el venezolano se ha puesto en marcha con ideas parecidas y por ello el desplazamiento de millones de venezolanos también es visto con irrespeto por Maduro y su camarilla y es cruel por la indiferencia frente al dolor de esa terrible realidad.
Ciertamente hay una gran distancia, entre el sentido de la dignidad humana que la tradición grecorromana afirma y que también confirma el cristianismo reconociéndole al individuo su dignidad, con esa otra idea de heroísmo como evanescencia o inmolación, pues este último es como una suerte de negación de la propia dignidad de la vida, como si se entrara en un callejón sin salida.
En la universidad donde trabajo hace cuarenta años he asistido a múltiples ejemplos de adoctrinamiento de jóvenes insertándolos en el auto sacrificio como valor mayor. Por alguna razón arquetipal a la adolescencia le es inherente cierta dimensión titánica y heroica que lleva a ir más allá de los límites. Pero es la pregunta por el sentido de la vida lo que puede redimir a los jóvenes de falso dilemas.Encapucharse ya es borrar el rostro y prepararse para la pérdida de la vida una suerte de derrota frente a la infinita posibilidad de una vida que comienza.Y el toque terrible frente a esos sacrificios impuestos o asumidos es la ausencia de toda austeridad y altruismo de los lideres marxistas que compiten en lujos con los oligarcas más hedonistas y adictos al derroche suntuario.