Pero el país tiene que estar prevenido para evitar que caigamos en la satrapía de dejar que manos inexpertas manejen nuestro futuro y nuestro patrimonio.
Puede ser que el nombramiento de una persona sin el lleno de los requerimientos de un cargo sirva para hacer gala de poder o autoridad, pero señala una falta de respeto imperdonable hacia el país y sus gentes, además de que con ello se corre el peligro de las gestiones pobres y arbitrarias de la ignorancia. Aun si estuviera permitido, por ejemplo, no se podría encargar de la judicatura a alguien carente del manejo de los cánones jurídicos y sobre todo del concepto ético del valor de la norma. Es importante que quien toma las riendas sepa como conducir el destino de la entidad o institución que recibe, con pericia.
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Pero además está el componente actitudinal de los dirigentes. Si a una desgracia como la Hidroituango le agregamos el aspecto desgarrador del gerente de EPM, no podemos menos que sentir la llegada apocalíptica del fin. Esa noche se vio a un hombre asustado, inseguro, como si estuviera repitiendo el libreto que le habían escrito. Sin afeitar y ojeroso, el doctor Londoño parecía más un condenado que alguien a quien se le ha entregado, váyase a saber con que razones, el gran patrimonio de Medellín y una de las empresas más importantes de Colombia. Hubo desesperanza, parecía que todo estaba perdido.
Las causas de la gran tragedia que encarna Hidroituango tendrán que ser develadas y las responsabilidades, si las hay, debidamente atribuidas. Pero el país tiene que estar prevenido para evitar que caigamos en la satrapía de dejar que manos inexpertas manejen nuestro futuro y nuestro patrimonio. Es importante que desde la elección misma de presidente de la República manejemos el sentir de la necesidad de progreso y bienestar de nuestro país, no solo pensando en los colombianos, sino en el resto del subcontinente, del que somos una esperanza en medio de la decadencia y crisis de nuestros hermanos sudamericanos.
No se puede elegir presidente atendiendo las dolorosas campañas de odio en que caímos los colombianos, ni defendiendo esquemas mafiosos de gobierno. Hay que pensar en grande, verdaderamente en grande, haciéndonos guiar por alguien que este suficientemente preparado para ser luz y guía de todos. Para esto necesitamos a alguien que sepa como y para que funciona el País, con las luces de asesores probos, pero sin influencias maliciosas. De los candidatos solo hay dos que pueden llamarse estadistas: los doctores Delacalle y Vargas Lleras, lo demás es oportunismo, odio y testaferrato político.
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Y si de prosapia se trata, nadie la tiene mayor que German Vargas. Nieto de uno de los grandes liberales de Colombia, autor de grandes ideas que fueron ejecutadas durante su inolvidable mandato, pero borradas a raptos de odio y egolatría por sus sucesores. Es además bisnieto de Federico Lleras Acosta y sobrino de Alberto Lleras. Ojalá no nos equivoquemos con demenciales propuestas. Ojalá no repitamos la equivocación de 1978, cuando desechamos al doctor Carlos Lleras Restrepo, para elegir a otro señor que pensaba, y así lo expresaba, que la corrupción tenía justas proporciones.