El “hombre nuevo” no es una utopía, es una realidad de la humanidad y son esos seres humanos que encarnan con propiedad y vigor esos valores que he señalado, altruismo, racionalidad, capacidad crítica, sentido del servicio.
Una de las prédicas persistentes en el ideario comunista es la de un hombre nuevo para una sociedad diferente. Esa idea ya la habían planteado los socialistas utópicos y es tan vieja como la de los esenios y las sectas pitagóricas y herméticas de la antigua Grecia. Contemporáneamente, y entre nosotros en Latinoamérica, fue el Che Guevara quién insistió en ella, coincidiendo con todos los cristianos que se fueron a las armas como forma de demostrar el amor y luchar contra la opresión. Confiaban todos ellos en la producción de un nuevo ser humano, dotado de altruismo, capacidad racional y de observación, sentido de la vida como servicio y convicciones adecuadas para construir una sociedad igualitaria y bondadosa.
El término Homo Novus fue utilizado expresamente en Roma para designar al ciudadano que era el primero de su familia, tenía los derechos de su mayoría de edad, acceso a cargos públicos, se distinguía teniendo una trascendencia de carácter estamental y política. Independiente de todas esas ideas podemos señalar el fracaso parcial en este proyecto de construir un ser humano diferente. Es el egoísmo persistente lo que parece dirigir la mayor parte de las acciones humanas.
Ninguno de todos los proyectos comunistas o socialistas del siglo 20 y 21 logró ningún éxito rotundo en la reconfiguración de la especie. Los seres humanos siguen naciendo con los defectos constitutivos: egoísmo a toda prueba, incapacidad parcial para percibir al otro, dificultad para coordinar acciones colectivas que permitan albergar esperanzas. Por ello la educación siempre recomienza y es necesidad universal. Además, los seres humanos sólo parecemos unirnos para cosas de utilidad inmediata y parecen predominar los móviles viles o ruines.
Y la idea de hombre nuevo va sufriendo su más grave derrota en el proyecto que lideró Hugo Chávez y qué ahora con mano torpe y firme conduce Maduro, con la ayuda visible del G2 cubano. Aun saliendo Maduro del poder, como parece querer buena parte del mundo contemporáneo, el destino de Venezuela está en manos del fanatismo más recalcitrante que hubiéramos presenciado. Igual que los jóvenes rusos de la actualidad se refieren Stalin como su padrecito o los cubanos en su mayoría le tienen reverencia a Fidel, en Venezuela el culto a Chávez se ha desarrollado para perseverar en errores elementales.
Esta vez una idea peregrina del hombre nuevo abruma, la líder del sistema carcelario, Iris Varela, no ha dudado en apoyarse, como el régimen chavista en general, en colectivos violentos y presos que están dispuestos a excarcelar para defender la “revolución”: “No hay condición jurídica para que un venezolano defienda su patria. Los presos son hombres nuevos” ha dicho recientemente. Humberto Prado, Coordinador General del Observatorio Venezolano de Prisiones, ordenó investigar a esta funcionaria quien ordenó el traslado de 30 presos de la cárcel de Santa Ana en el Estado Táchira a la frontera con Colombia. Igual fue la desesperación de un régimen, que quiso hacer las cosas de manera diferente, la que llevó también a Hugo Chávez a impulsar los colectivos, hampones motorizados y armados, utilizados para constreñir a los electores.
Señalo finalmente que el “hombre nuevo” no es una utopía, es una realidad de la humanidad y son esos seres humanos que encarnan con propiedad y vigor esos valores que he señalado, altruismo, racionalidad, capacidad crítica, sentido del servicio y eso está en capacidad de desarrollarlo quien se lo proponga con el apoyo de un sistema educativo adecuado.